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Mas muestra tras la diada de 2013 un cartel por la independencia de Cataluña. EFE
El secesionismo reconoce que engañó con el 'procés'

El secesionismo reconoce que engañó con el 'procés'

Artur Mas admite que mintió al prometer la independencia porque «no estaba al alcance de la mano»

CRISTIAN REINO

Domingo, 17 de octubre 2021, 00:06

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El padre de la criatura -el 'procés'- es el que le ha dado la estocada definitiva. El expresidente de la Generalitat, Artur Mas, fue quien acuñó el término y quien puso en marcha el desafío soberanista hasta que fue devorado por sus hijos, la CUP. Ahora, nueve años después del inicio del órdago nacionalista, Mas ha reconocido por primera vez y con toda su crudeza que mintieron. Ni la independencia era posible, ni la tenían preparada, ni estaba a tocar con los dedos. Estos años, diferentes voces del movimiento independentista habían insinuado que habían ocultado la verdad pero no hasta el punto de admitir una gran mentira como hizo Mas días atrás en TV3, en horario de máxima audiencia.

«No creo que se haya mentido de una manera obscena o voluntaria. Ahora, si usted me dice que se han exagerado determinadas cosas o que, en algún momento, y me lo aplico a mí mismo, no hubo una dosis de realismo suficiente o de tener los pies en el suelo, no se lo puedo negar», confesó. «Se pintó que la secesión estaba al alcance de la mano. Y algunos –aseveró– sabíamos que eso no era tan así».

En 2014, de manera solemne, presentó una hoja de ruta que prometía la secesión en año y medio. El propio Gabriel Rufián aseguró cuando fue elegido diputado por primera vez, que en año y medio dejaría el Congreso porque en ese tiempo Cataluña ya se habría separado de España. A Mas lo apartó la CUP. Designó a Carles Puigdemont como su sucesor y desde entonces la bola de nieve creció y creció, alimentada por la pugna entre ERC y Junts, que compitieron en radicalidad secesionista para disputarse el poder, hasta que en octubre de 2017 todo saltó por los aires.

Con posterioridad, algunos dirigentes nacionalistas ya habían apuntado lo que Mas ha revelado ahora sin ambages. Reconocían que no hay una mayoría lo suficientemente contundente para la ruptura. Clara Ponsatí dijo en 2018 que estaban jugando al póquer y que iban de farol, pero en su caso siempre ha sido lo que se dice un verso suelto dentro del nacionalismo. Los líderes independentistas, por ejemplo, intentaron rebajar el alcance de lo que hicieron en octubre de 2017 durante sus declaraciones en el inicio del juicio en el Supremo, en febrero de 2019, pero podía interpretarse como una estrategia de defensa. «Nunca reconocí el 1-O como un referéndum», aseguró el exconsejero Santi Vila. «El referéndum nunca fue un acto concluyente para la independencia», dijo entonces Dolors Bassa.

Recientemente fue Jordi Sànchez, secretario general de Junts, quien afirmó que «el 1-O fue concebido más para forzar al Gobierno a abrir una vía de diálogo y negociación para lograr un referéndum acordado que para proclamar la independencia». Sus palabras abrieron un cisma en su partido y tuvo que rectificar.

Promesas

La retórica independentista va a menos pero sigue en los discursos oficiales. Quim Torra prometió en su investidura hacer efectiva la república y restituir en el cargo de presidente a Carles Puigdemont. Ninguna de las dos era posible. Pere Aragonès plantea un independentismo más pragmático, aunque también ha incurrido ya en frases que sabe que son poco realistas. En su investidura, se puso como objetivo «culminar la independencia de Cataluña».

Más tarde, en TV3 puso fecha al referéndum, antes de 2030, y en una entrevista esta semana en 'La Nación' de Argentina ha afirmado que la actual mesa de diálogo «culminará finalmente con una Cataluña independiente reconocida por la Unión Europea y por el Estado español». La ANC le puso los pies en el suelo de inmediato. «La mesa –replicó– no nos llevará a la independencia». Pero lo hizo alimentando una promesa que es aún menos realista, ya que le pidió que se prepare para la ruptura y que despliegue la independencia esta legislatura.

Puigdemont, cuyo entorno lleva meses amagando con una posible vuelta a Cataluña, también se ha sumado a las declaraciones alejadas del realismo. No solo ha rechazado un indulto, como hicieron los que luego se beneficiaron de esta medida, sino que insiste en que «si aguantamos la posición tendremos opciones de reconocimiento internacional del Estado independiente».

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