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Esther Duflo, ayer poco antes del comienzo del encuentro que mantuvo en la Universidad con ONG.
«Obligaría a los universitarios a pasar dos años en un país difícil»

«Obligaría a los universitarios a pasar dos años en un país difícil»

La economista francesa defendió ante las ONG medidas contra la pobreza como «elegir alcaldesas en lugar de alcaldes»

A. VILLACORTA

Viernes, 23 de octubre 2015, 03:28

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Caminando junto a su madre, la mujer que les inoculó la lucha contra la pobreza como objetivo vital a ella y a su hermana, Esther Duflo (París, 1972), Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2015, llegó ayer tarde a un encuentro con representantes de Organizaciones No Gubernamentales en el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo para ofrecerles algunas claves de sus investigaciones y de su experiencia en el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab del Massachussets Institute of Technology (MIT).

«La rock star de la economía, una revolucionaria sin revolución», como presentó la periodista Charo Izquierdo a Duflo -a la que muchos ya sitúan en el camino del Nobel- se puede englobar en el grupo de investigadores randomistas. Es decir: que trabaja sobre el terreno con pruebas aleatorias para identificar las medidas más efectivas. Porque una de sus máximas es «pensar y actuar sobre problemas concretos en lugar de sobre generalidades».

Y, ayer tarde, volvió a bajar al detalle esta luchadora menuda y tímida que asesora al Gobierno Obama y que «ha dedicado su vida a combatir la desigualdad» y a alzar la voz para denunciar que «nuestra capacidad de empatía con los más desfavorecidos es muy limitada» y que la sociedad «aporta muy poco dinero a esta causa».

Solo un ejemplo: una cuestación entre universitarios a favor de Rokia, una niña africana, reveló que aportaban menos de tres dólares «cuando hablamos de estudiantes que pagan más de 60.000 anuales por su matrícula. Una investigación que también reveló que, cuando la imagen de Rokia aparecía asociada con la de su hermano, las aportaciones incluso disminuían. Conclusión: «Los donantes se pueden centrar en una persona. Como mucho en dos. Pero a partir de ocho niños los fondos bajan» en picado, por lo que «es bueno hacer un marketing personalizado», porque «el sufrimiento de un individuo es lo que nos llama la atención». Aunque, en líneas generales, «a la gente le cuesta muchísimo meterse en el problema de la pobreza y, como no lo consiguen, abandonan» sus buenos propósitos.

Otra de las preguntas que lanzó al aire la galardonada por «sus innovadoras y decisivas contribuciones a la economía del desarrollo» fue si las aportaciones económicas son suficientes y, aunque «se trata de una cuestión compleja», concluyó que el dinero por sí mismo no es la solución, sino que lo importante «es velar porque esos fondos se gasten de forma eficaz» y que «el principal valor del sector de las ONGs no es el dinero que se gasta, sino su trabajo de investigación y desarrollo».

Espíritu aventurero

Por eso, las animó a trabajar «como una startup, con espíritu aventurero». Y, así, «si la ONG es pequeña a lo mejor tiene sentido aplicar algún proyecto que ya hayan desarrollado otros con éxito, mientras que, si tiene un tamaño mayor, se pueden explorar nuevas ideas y, luego, intentar realizar una evaluación con el sistema randomista para evaluar el impacto de las innovaciones». A los gobiernos, Duflo los invitó «a luchar contra la ideología, la ignorancia y la inercia» culpables de lastrar buenos proyectos, «las tres íes», un mal del que están aquejados muchos de ellos, convertidos «en pesadas maquinarias burocráticas» que bloquean iniciativas en las que, sostuvo, deben jugar un papel capital las mujeres y los jóvenes.

A las primeras, dijo, «hay que darles el poder político», porque está comprobado que «el poder a nivel local las empodera mucho». Y, de hecho, afirmó que una posible medida en los países en vías de desarrollo sería «obligar a elegir alcaldesas en lugar de alcaldes», toda vez que «las mujeres son grandes líderes», mientras que su otra gran apuesta sería «empoderarlas a través de la educación secundaria».

Duflo tampoco tiene dudas de que otra buena idea pasa por actuar sobre los más jóvenes para concienciarlos: «Obligaría a los universitarios a pasar dos años en un país difícil del mundo, expuestos de primera mano a la realidad». Ni de que hay otra tarea importante que les corresponde a las ONGs, además de buscar interlocutores válidos en las zonas de intervención: «La falta de transparencia en el sector es tremenda» y, de ahí, «su mala reputación no solo en los países desarrollados, sino también en los países pobres».

La crisis de los refugiados

Ni siquiera se escapó la franco-americana a una pregunta sobre la gestión que la UE está llevando a cabo para afrontar la crisis de refugiados, un asunto en el que Duflo aplaudió la buena voluntad de los países como Alemania al tiempo que alertó de que los problemas que están dándose en las respuestas que se les están ofreciendo a corto plazo.

«En Alemania, hay empresas que ya están esperando para contratar a estas personas. Los sirios que llegan son personas muy bien formados y comprometidos, gente que puede trabajar sin problema, pero el problema que veo es que no se sabe aún qué hacer ahora mismo». Y es que, recordó, esta crisis ha cogido a la UE con el pie cambiado: «Me ha llamado mucho la atención el hecho de que nos haya pillado por sorpresa».

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