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M. F. ANTUÑA
Martes, 15 de septiembre 2015, 13:10
El filósofo Emilio Lledó (Sevilla, 1927) daba una conferencia en el Matadero de Madrid y cuando regresó a la madrileña calle O'Donnell -con la misión de hablar de la felicidad y Epicuro cumplida y un buen número de felicitaciones mediante-, el teléfono fijo de su casa había registrado 160 llamadas. Atiende desde ese mismo lugar, con una disculpa en los labios -«no doy abasto, es que yo soy solo uno»- y una felicidad -epicúrea o no- latente en cada una de sus palabras. El Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades clama en favor del optimismo, la educación, las palabras, la justicia y la libertad. Lo hace a sus 87 años con una lucidez que apabulla y sin necesidad de recurrir a la vehemencia.
Los premios ponen el foco sobre asuntos de interés. Este lo hace sobre las humanidades. ¿Hacía falta?
Sí. Los premios a esta edad siempre se agradecen, pero este me es particularmente grato por el nombre de humanidades y comunicación, porque a lo largo de mi vida, y lo digo con la máxima humildad, me ha gustado estar en esos mundos. Son algo esencial en la vida cultural de un país. Por humanidades entiendo la reflexión sobre la justicia, la verdad, el amor, las esperanzas, todo eso que constituye el ámbito que han creado los seres humanos, porque necesitan esas palabras, los conceptos que expresan, y las realizaciones que a través de ellas se pueden llevar a cabo.
¿Detecta un olvido de las humanidades en estos tiempos en los que impera la economía?
Creo que es un error grande que sea la economía la que determine nuestra vida. Por supuesto que es algo básico, no puedes pretender que un chavalito que tiene hambre se entusiasme por unas páginas del Quijote. Esas bases económicas son importantes, pero tiene que haber un horizonte superior, que es el horizonte de lo humano, que es una palabra deteriorada y que es la esencia de la vida de ese animal racional que tenemos que alimentar con la palabra, la comunicación. Debemos alimentar la libertad de las palabras para que sean motivo de sugerencia, sean estímulo de pensamiento, sean libertad. Por eso creo que la comunicación es un aspecto básico en la educación de los niños, desde la infancia hasta la universidad, y desde la enseñanza del amor a la lectura, de lo que esta significa, sobre todo en las mentes infantiles que son tan plásticas, tan fluidas, tan receptivas y tan poco coaguladas... Hasta que a lo peor entran en un colegio que coagula esas mentes y las convierte en paquetes ideológicos que impiden que el pensamiento fluya, que las llena de palabras vacías, de frases hechas.
¿Se desprecia el papel de las humanidades en la escuela?
Me temo que sí. No diré desprecio, pero sí descuido de las humanidades. La cultura europea, la cultura en general que inventó palabras como justicia y verdad, está en la literatura, en las humanidades y es un elemento esencial e imprescindible en la educación de los niños, de nuestros hijos y de nuestros nietos. El olvido de todo eso es realmente inaceptable, incomprensible y destructor.
Se atreve a ponerle nota a la educación en España.
Es difícil. Cuando he tenido que poner notas, siempre han sido matizadas. Hay grandes profesores en la enseñanza pública, conozco maestros admirables que hacen de sus alumnos seres humanos, pero el sistema está deteriorándose terriblemente. Estoy en desacuerdo con una parte importante de las improvisadas e impensadas reformas que yo no sé qué es lo que pretenden. A no ser que lo que se busque sea entontecer al pueblo, que confío en que no.
¿Confía en que cambiarán las cosas en estos tiempos de cambio que estamos viviendo?
Confío profundamente... Pero no estoy seguro. No comprendo cómo se puede votar a corruptos no solo reales, sino también corruptos mentales. No me preocupa tanto la corrupción de las cosas, de los amiguismos, de los negociantes, de los mangantes. Lo que me preocupa es la corrupción de la mente, sobre todo en las cabezas de quienes tienen poder. Lo triste es que un corrupto mental, un ignorante con poder, pueda determinar nuestra vida. Es grave y hay que evitarlo.
Ya me dirá cómo.
Por lo menos no votándolos. Y creando una atmósfera en su contra. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad enorme. Estos días he estado oyendo algunas tertulias en la radio y me parece penoso. Yo soy una persona normal a la que le gusta pensar un poco las cosas y me sorprende cómo se manifiestan esas ignorancias, que no creo que sean fruto de la mala intención, sino de la inconsciencia, de los grumos mentales e ideológicos.
¿Está diciendo que no abunda la inteligencia en la política?
No digo eso. Sí diré que espabilados hay muchos, pero ese es otro conceptos, el de la 'espabilancia', que no sé si le gustará a la RAE. En el fondo hay una ignorancia ética, una falta de sensibilidad. Recuerdo un texto de 'La república' de Platón que dice que la decencia tiene que ser la esencia de la política.
Suele decir que la crisis de inteligencia es más preocupante que la económica.
No le quepa la menor duda. La economía es importante, eso es obvio, pero lo malo es cómo se maneja, para qué y con qué fines. Que si la prima de riesgo, la sobrina del peligro... Y la mayoría de la gente no sabe de qué va mientras otros sacan tajada de esos descontroles.
Usted lo dice: la prima, la sobrina... ¿Qué pasa con la perversión del lenguaje?
Es terrible, se observa la vaciedad, el montarnos a caballo sobre frases hechas. «Hay que poner en valor». Me repatea esa frase, ¿pero qué es eso? Abunda la palabra abstracta demagógicamente utilizada y carente de sentido.
Y luego están los anglicismos.
Me parece una ridiculez, como los colegios bilingües. Aprender otra lengua es cuestión de que haya buenos profesores. Conozco bastante bien la enseñanza media en Alemania y allí los chicos acaban sus años de bachillerato hablando inglés sin necesidad de colegios bilingües.
O sea, que no cuidamos nuestra lengua.
No la cuidamos nada.
Ya que menciona Alemania. Usted se formó y vivió allí. Sabe que le llueven las críticas desde los países del Sur, que la acusan de actuar de forma prepotente. ¿Qué opina?
Es un tema muy largo para analizarlo así de pronto. Hay una parte de verdad, pero a veces también es cierto que en muchos países del Sur, en lugar de fomentar la pasión por crear universidades donde se investigue y se produzcan bienes, nos hemos convertido en importadores de otros bienes y no porque nos falte inventiva y capacidad de intelectual, lo que nos falta es una oligarquía que se dé cuenta de los verdaderos problemas de un país y no se dedique a destruir la costa con la atrocidad inmobiliaria.
Pese a lo dicho, me consta que usted es optimista. ¿Es obligado?
No queda más remedio. Tenemos que tener esperanza. Yo soy una persona mayor, fui un niño de la guerra civil, he vivido todo el franquismo y en aquellas épocas duras de dictadura teníamos esperanza de que todo cambiaría. Tiene que ser así.
Acaba de publicar libro, 'Palabra y humanidad', y con editorial asturiana, KRK...
Maravillosa, por cierto. Es un libro bellísimo, hay que felicitar a la editorial KRK, nunca me habían editado un libro con tanto amor.
Y está trabajando en un nuevo ensayo sobre los afectos.
No me dejan ustedes hacerlo (risas). Llevo mucho tiempo trabajando en él, quiero hacer algo original dentro de lo que pueda. Se ha escrito tanto sobre la amistad, el amor, los afectos... Mucho y muy bueno, de modo que quisiera hacer una aportación y en eso ando.
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