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Adam Zagajewski, junto a los poetas Xuan Bello, Aurelio González Ovies y Teresa Soto, en el campus del Milán. PABLO LORENZANA

Zagajewski, once más uno

El polaco leyó ayer en la Universidad de Oviedo arropado por poetas asturianos0 | Música en directo, proyecciones y luz vistieron un recital contra la indiferencia

ALEJANDRO CARANTOÑA

OVIEDO.

Jueves, 19 de octubre 2017, 03:07

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Adam Zagajewski aún no se ha acostumbrado «a ser famoso» después de tres días en Oviedo, y a dos de recoger en el Teatro Campoamor su Premio Princesa de las Letras. Esa fue la chanza, guiño o saludo con la que (en inglés) quiso agradecer la multitudinaria asistencia que ayer por la tarde le esperaba en el Edificio Departamental del campus del Milán de la Universidad de Oviedo: igual que el martes lo había arropado un millar largo de miembros de ciento quince clubes de lectura en el Palacio de Congresos de la ciudad, sucedió que lo dejó un coche frente al campus a las ocho de la tarde e inmediatamente lo reconocieron algunos viandantes; sus anfitriones le mostraron la novísima placa con su nombre que luce a la entrada de la biblioteca y, por fin, lo acompañaron hasta el auditorio repleto y recogió aplausos y poemas abrumado, feliz.

Adam Zagajewski ante el «bellísimo» manuscrito de 'La Regenta'.

Iban a acompañarlo, en tres remesas adornadas por el piano de Jacobo de Miguel, once poetas vinculados a la Universidad, pero ante todo le tocaba al polaco abrir fuego con dos poemas propios. 'Poesía contra la indiferencia', se bautizó el acto.

Hizo los honores en su lengua materna, ante un silencio atento, para recibir a renglón seguido un aplauso aún más entusiasta que el primero: «Lo agradezco aunque no me entendáis», comentó, esta vez en inglés, antes de reparar en que las evocadoras proyecciones a su espalda daban paso, con la lectura, a una versión traducida de los textos. Fue el punto de distensión que faltaba, el último para quebrar el hielo y abrir compuertas a todos los versos que estaba por venir.

Empezaron leyendo poemas propios el colaborador de EL COMERCIO Xuan Bello -eligió el asturiano-, seguido de Aurelio González Ovies, Teresa Soto y Fernando Menéndez. Los había introducido Alejandra Moreno, la vicedecana de la Facultad, que ejerció de maestra de ceremonias e iba guiando a un absorto Zagajewski por la lectura, sentada junto a él y frente a una enigmática estantería llena de libros en blanco.

La luz tornó azulada, más música, otros dos poemas de Zagajewski leídos con voz calma, con ese ritmo impenetrable y cadencioso de la lengua eslava, nuevas palabras de introducción y los cuatro poetas siguientes: estos eran Jordi Doce, Fernando Beltrán (quien había acompañado al flamante premiado en el encuentro de la víspera ante los clubes de lectura), Vanessa Gutiérrez (también colaboradora de este diario, y que también escogió el asturiano) y Martín López Vega. A ellos les correspondió un bloque de poemas de aires familiares, aún más íntimos, mientras que el homenajeado escuchaba y leía con atención.

La terna final fue la compuesta por Javier Almuzara, Berta Piñán (que por supuesto leyó en asturiano) y José Luis Piquero. Aún le quedaban dos poemas más a Zagajewski, reservados para cerrar el encuentro y que suscitaron un aplaudo en pie de quienes habían agotado las invitaciones casi desde que estuvieron disponibles. Él, enfundado en las mismas zapatillas marrones de aspecto cómodo que había calzado el día anterior, acogió la ovación con su ya característica reverencia. Aplaudió a su vez a los once «lectores» que ocupaban las primeras filas y los invitó a acompañarle: no quería salir solo en la foto de familia. Después de todo, Adam Zagajewski aún no se había acostumbrado «a ser famoso».

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