El hombre que se hizo rico con piedras
Muere Gary Dahl, el creador del fenomeno de las navidades de 1975: las 'pet rocks'
Julia Fernández
Jueves, 2 de abril 2015, 11:50
Las navidades de 1975 tuvieron un regalo estrella. Miles de personas recibieron un cuco envase de cartón con unos agujeros a modo de respiradero. En el exterior, un mensaje en letras negras decía algo sobre una mascota «auténtica y con pedigrí». Al abrirla, llegaba la sorpresa: sobre una cama de virutas descansaba una hermosa... ¡piedra! No más grande que la palma de la mano de un adulto, suave y redondeada.
No era ningún vacile, ni la ocurrencia de algún familiar guasón. Era la creación de Gary Dahl, un publicista estadounidense que falleció el pasado 23 de marzo a causa de una enfermedad pulmonar crónica en Jacksonville, en Oregon, a los 78 años. Hijo de un trabajador de un aserradero y de una camarera, la idea de las pet rocks -que es como bautizó a su invento- le vino mientras tomaba una copa en una localidad californiana llamada Los Gatos. A su lado, dos hombres conversaban sobre los incovenientes de tener perro: alimentarlo, pasearlo, limpiar sus cacas... Y entonces, se le encendió la bombilla.
Además de la piedra mascota, el embalaje incluía un elaborado (y absurdo) manual de instrucciones. A esta pétrea compañera se le debía dar cariñito cuando hacía las cosas bien y reñir si se portaba mal. También se la podía entrenar para hacerse la muerta, sentarse y darse la vuelta sobre sí misma. Para esto último, iba a «necesitar ayuda», claro.
Suena a locura, pero las pet rocks, que se vendían a unos 3,6 euros, hicieron rico a Dahl. En menos de un año, ingresó 2,7 millones de euros. También le trajeron problemas. Aunque registró la marca, rápidamente le salieron competidores. Además, sus dos socios le demandaron porque se había quedado con gran parte de los beneficios. El juez les dio la razón.
Sin embargo, en el mundo de la publicidad, Dahl, al que sobreviven sus tres esposas, sus cuatro hijos, sus siete nietos y una hermana, es considerado un genio. Su éxito ha pasado a la historia como «uno de los planes de marketing más ridículamente exitoso de la historia». También ha servido como inspiración a otros creadores y es, sin duda, el antecedente más claro (y más ecológico) del mítico tamagotchi, que arrasó a finales de los noventa de la mano de la juguetera japonesa Bandai.