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Fernando Beltrán, con la primera caña que se tomó después de derrotar al coronavirus.
Los bares de mi vida

«Los bares son para mí casas prestadas»

Fernando Beltrán se suma a la iniciativa para respaldar a la hostelería asturiana. Hay que buscar en los locales el equilibrio entre prevención y convivencia. Que la distancia sea menos distancia y más social

P. A. MARÍN ESTRADA

GIJÓN.

Domingo, 26 de julio 2020, 02:48

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El poeta y nombrador Fernando Beltrán responde para apoyar a la hostelería bajo un manzano en su casa de Novellana a la que ha vuelto estos días con más ganas que nunca, tras haber vivido la primavera más difícil de su vida. «Soy muy disfrutón y ahora mucho más», afirma al recordar cómo le supo la primera caña que se tomó en una terraza para celebrar que «la buena normalidad» -es su propuesta- iba a seguir contando con él para volver a los bares. Han sido vitales en sus días y en sus noches como en su propia obra. Ahora tiene aún más claro que «uno no puede renunciar a lo que ha sido tan esencial en mi vida y que me ha dado tanta felicidad y tanta compañía» y asegura que «es el momento de buscar en ellos y en nuestras propias relaciones un equilibrio entre la prevención y la convivencia».

«Besarse en los cafés./ Ya lo había olvidado/.../ Enamorarse al pie de las miradas,/ esas breves alcobas con los techos muy altos/ donde pintamos sueños./ Esa lluvia con sed que somos todos/ hasta que alguien nos bebe», escribió Beltrán en uno de los poemas escritos en servilletas de papel de su libro 'Bar adentro' y que le sorprendió gratamente ver convertido en viral durante la pandemia. Con la tácita compañía de un café o una copa, confiesa haber escrito o imaginado miles de palabras buscando su sentido en la realidad vivida. En su oficio de nombrador ha dado identidad a vinos de Rioja: 'Voelos', verdejos: 'Nebla' o de Cangas: 'Siluvio', cócteles, pinchos y a decenas de locales: 'Maremondo' en Santander, 'Bocamada' en Valencia o, del que más feliz se siente, 'Casa Prestada', en Madrid, porque esa es la definición que cree más ajustada a lo que son los bares: «Para mí siempre han sido casas prestadas». Un lugar para descansar o para llamar a las ideas e imaginar planes, leer, escribir, conversar o simplemente «estar acompañado a solas».

De su infancia ovetense llega con el recuerdo una palabra hermosa «y que hemos olvidado un poco: merendero», de su bautismo adolescente con el alcohol, un letrero irresistible en una taberna de barrio para alguien con vocación de descubridor de enigmas: «Hay cazalla». Y la juventud de un rebelde con causa («Mis padres querían que estudiase Derecho: 'Y puedes seguir escribiendo'. Decían, con bastante razón») en que «barrí bares como no te puedes imaginar, literal». Pero allí surgía también la literatura. «En una esquinita del Café Gijón nació el sensismo. Gerardo Diego se paraba amable a saludarnos: '¿Cómo están jóvenes?'». O el Manuela en Malasaña, con la presencia añorada de Carmen Martín Gaite. También los locales de la movida y las noches en que se le despertaba la 'señaldá' y cogía un alsa para Oviedo. Allí estaban el Cicero «donde fui muy feliz» y el Apolo. Por todos ellos brinda ahora para que «la distancia sea menos distancia y más social», por la salud de todas las casas prestadas.

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