Carmen Fernández Ochoa: «La arqueología tiene una parte de emoción y otra de paciencia y estudio»
Carmen Fernández Ochoa Arqueóloga ·
«Me gustaría acabar de estudiar las Termas, hay materiales que nos darían luz sobre las cronologías de la presencia de Roma en Gijón»M. F. ANTUÑA
gijón.
Lunes, 17 de agosto 2020, 02:03
Añora la docencia esta historiadora vocacional que sigue metida en mil batallas arqueológicas aunque hace un par de años que se jubiló. No se puede dar carpetazo a la pasión. Carmen Fernández Ochoa, la naviega que dirigió las excavaciones de Cimadevilla y desveló el pasado romano de Gijón, la catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Madrid, siempre encuentra algún hilo del que tirar para reconstruir el ayer. También en Gijón. Dice que quiere estudiar un poquito más las Termas.
-Se jubiló, pero no para.
-Estamos relativamente jubilados, sí (risas). Hay muchas cosas pendientes. Si te gusta lo que haces siempre hay algo que te tienta y vuelves a caer en seguir trabajando. No puedes establecer un corte y no hacer nada, decir 'me olvido de la arqueología'. Habrá quien pueda, pero no es mi caso. Me he jubilado con mucho gusto, pero al quedarme como emérita en la Universidad sigo vinculada a ella y eso ayuda a que no haya un fractura radical.
-¿Es la situación perfecta? ¿Se quita los marrones y se queda con lo guapo?
-Pues sí. Pero yo añoro las clases. Me gustaba enseñar, tratar con los estudiantes. Disfrutaba con ello. Cuando pierdes la obligación de los horarios es cuando te das cuenta de 'qué bien', eso es lo bueno, pero la investigación no la dejas.
-Ni sus alumnos la dejan a usted, que están siempre pidiéndole que colabore con ellos.
-Siento que he tenido suerte y he tenido unos buenos discípulos. Porque además son ellos los que te eligen a ti y es algo que hay que agradecer.
-¿Con qué proyectos de investigación anda liada?
-Gordos, gordos, estoy muy metida en uno, como miembro titular, en una ciudad romana en Ciudad Real. Luego estoy siempre un poquito detrás de todo lo que se está haciendo en Veranes, que es otro proyecto que me lleva mucho tiempo, y también en otro que dirige Avelino Gutiérrez, que se llama Asturmetría, que pertenece a la Universidad de Oviedo.
-¿Asturmetría? ¿Qué hacen?
-Analíticas, estamos analizando carbonos 14, datando, es toda esa arqueología que tiene que ver con la tecnología. Para datar algunas de las tumbas se les hace análisis de carbono 14 y podemos saber, por ejemplo, cómo estaba distribuido el cementerio de Veranes. Estamos empezando un proyecto de tejas y ladrillos analizándolos aplicando tecnologías físico-químicas, para saber de dónde vienen, si se fabricaban en Lugo de Llanera o venían de otro sitio.
-Nunca acaban. ¿La arqueología es la historia interminable?
-Pues sí. Nunca acabamos.
-¿No provoca desaliento saber que el trabajo no tiene fin?
-Bueno. Vas tirando de un hilo y, como desde el punto de vista tecnológico los logros son cada vez mayores, vas queriendo conseguir más y vas entusiasmándote.
-¿Usted se sigue entusiasmando como el primer día?
-En algunos aspectos sí. La base de mi gusto por lo que hago radica en que yo me siento historiadora, no somos técnicos que sabemos de ladrillos y de cerámicas, sino que construimos la historia. Igual que la gente va a un museo o a una biblioteca o a un archivo a buscar información, nuestro archivo está en los suelos, en los edificios.
-¿Hasta qué punto la tecnología ha cambiado la arqueología?
-La tecnología nos ilumina más. Si nosotros hacemos un estudio con drones o estudios topográficos del terreno, estos nos dan datos para que cuando vayamos a excavar sepamos dónde vamos a picar.
-¿Pero no le resta romanticismo?
-No. Porque además, aunque desde el punto de vista de las analíticas, de la geodesia o lo que sea, puedas averiguar que ahí hay algo, no sabes lo que hay ni de qué época es. Hay que verlo y tocarlo. Esa es la magia de la arqueología y no se va, por mucho que la tecnología apunte, tienes que comprobar. Esa es la parte emocionante.
-¿Ha vivido muchos momentos emocionantes?
-Algunos. Siempre cuento que cuando aquí descubrimos la lápida de los cilúrnigos fue una emoción tremenda. Nos tuvieron que ayudar con una pluma a bajarla y ponerla en el suelo, yo pensaba 'que no se rompa' y cuando te la colocan y la ves, dices: 'Es el nombre antiguo de los de Gijón'. ¿Sabes lo que es eso? Estábamos viéndolo por primera vez, no sabíamos que existía. Es un momentazo. O el año pasado en la excavación en El Boalo en Madrid, para levantar la cobertera de una tumba tuvieron que venir unos canteros expertos porque nosotros no podíamos, y de pronto se abre y está ahí el individuo entero y una jarrita que tiene al lado de la cabeza, un anillo... Eso sigue siendo el momento impresionante. Luego tienes que analizar, ver fechas. La arqueología tiene una parte emocionante grande y otra de paciencia y estudio. Hay miles y miles de fragmentos que estudiar.
-¿Le quedaron hilos de los que tirar en Gijón?
-Yo creo que sí. Gijón es una ciudad que tiene una historia larga y que sobre la base de la fundación romana hay un pasado medieval, moderno, contemporáneo. De cada una de esas facetas tenemos ejemplos aquí y siempre en cualquier rincón puede aparecer cualquier cosa. Puede haber más.
-¿Le apetece algo concreto?
-Me apetecería terminar de estudiar la parte que nos queda de las Termas. Están muy estudiadas y publicadas, pero hay muchos materiales que podrían aportar luz sobre cronologías concretas de la presencia de Roma en la ciudad. No haría falta excavar. Hay material suficiente para seguir estudiando.
-¿Veranes dará alguna sorpresa más?
-Acabamos de publicar una cosa muy bonita en un congreso en Bolonia y ahora hemos publicado también otra sobre los ladrillos que tenían marcas de zapatos. Vamos tirando del hilo de aspectos que no se pueden estudiar nada más aparecer, sino que vas viendo, expurgando. Las cosas más notables las ves en el momento, las de detalle, con el tiempo.
-¿Qué sensación le provoca venir a Gijón y ver lo que se hizo aquí?
-A mí la sensación que me da es que hemos trabajado sobre algo interesante, necesario en la ciudad. Cuando se inauguraron las Termas en 1995 dije 'ya he terminado, esto es del pueblo de Gijón'.
-¿Lo siente como un hijo?
-Sí. Es como la referencia arqueológica de mi vida, aunque trabajo mucho en Ciudad Real, y empecé en la ciudad de Sisapo antes que aquí, pero Gijón fue Gijón.
-Y se pasó de la nada al todo. No se sabía prácticamente nada de la historia romana.
-Cuando yo empecé a excavar en Gijón parecía que todo empezaba en Jovellanos. Había autores como Somoza, Alvargonzález, Menéndez Valdés, pero sobre todo Jovellanos, que ya decían que Gijón tenía origen en época romana. Pero todo eso era más bien un planteamiento muy teórico de esa posibilidad. Teníamos noticias dispersas de que había lápidas, había algunos materiales cerámicos, se había hecho excavación en 1903... Noticias había, de hecho yo hice la tesis sobre la Asturias romana y al final ya decía que había que excavar en Cimadevilla.
-Y acabó excavando usted.
-Ahí el que empezó fue Manolo Fernández Miranda. A mí me llamó y me preguntó si tenía inconveniente en venir a excavar, era ayudante en la facultad, y yo encantada de estar en mi tierra.
-¿Aquellos maravillosos años?
-Pues sí. Recuerdo cuando apareció un muro enorme, potentísimo, que se cargó varios cazos de las excavadoras. Se iban a hacer viviendas, pero se paró la obra porque salió allí la muralla medieval.
-¿Cómo lo ve ahora? ¿Cómo lo pasea?
-Paseo con mucho gusto. Pero hay una cosa importante que habría que hacer. Está marcado en el suelo por dónde iba la muralla, pero queda por poner el nombre, que la gente cuando pise sepa que está pisando por ahí, sepa que está ahí abajo. No todo lo que se excava se puede exhibir, puede haber muchas circunstancias por las que no se pueda presentar, como en el caso de la muralla de Gijón, porque no podíamos estar dejando huecos por toda la ciudad.
-¿Cómo va a afectar la crisis de la COVID a la arqueología?
-Tiene que afectar, teniendo en cuenta que hay necesidades más perentorias que el patrimonio, aunque haya que defenderlo y lograr que se mantenga. Nosotros estamos excavando en El Boalo, y el Ayuntamiento no tiene ningún problema en hacer la inversión correspondiente al año, pero en otros sitios te dicen que no hay un duro. Va a depender de los municipios, porque las consejerías nunca tienen dinero.
-¿Y por qué?
-Cuando se traspasó el dinero a las autonomías se lo llevaron otros, no patrimonio. Y es verdad, y hay que ser justos en eso, que si hay una iglesia que se está cayendo puede tener más importancia evitarlo que levantar un yacimiento.
-¿Entiende que se priorice ese patrimonio?
-Yo sí, hay gente que no. Tú no puedes dejar que una pintura de una iglesia asturiana se pierda. Necesitamos conservarla. Es importante hallar el equilibrio entre no olvidarnos de que a través de la arqueología estamos haciendo la historia de las ciudades, los pueblos, las comarcas y que hay urgencias que nos llevan a decir 'pues este año no se excava'.
-¿La arqueología en el exterior está muerta con la pandemia?
-Ahora mismo es que está muerto todo. Tiene que haber unos presupuestos del Estado y una comisión que decida qué se prioriza. Este año es difícil.
-¿Cómo se le queda al cuerpo cuando se niega la romanización de Asturias?
-¡Por dios, qué falta de lectura! Ahora mismo es una polémica estéril.
-Pero vuelve siempre.
-Vuelve continuamente. No se pueden obviar seis siglos de historia. Cada vez que dicen que no hay romanos es como si esos siglos los envolvieran en papel de celofán.