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Carlos III y chocolatera de plata de 1774 (Walters Art Museum, EEUU, CC BY-SA 3.0).
La chocolatera que quitaba las penas reales

La chocolatera que quitaba las penas reales

Gastrohistorias ·

En las cocinas del Palacio Real de Madrid hubo una chocolatera gigante destinada a reconfortar estómagos en tiempos de crisis política

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Domingo, 15 de abril 2018, 07:31

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Si visitan ustedes las reales cocinas del Palacio de Oriente (Madrid), abiertas al público desde hace pocos meses, verán ustedes un fabuloso repertorio de utensilios de cocina. Entre hornos, herramientas, cazuelas, moldes, sartenes y bandejas de cobre pulido destaca una colección de chocolateras de diversos tamaños, algunas con su molinillo de madera incorporado. La lástima es que no aparezca LA chocolatera con mayúsculas, una pieza que debido a su enorme tamaño y asociación con diversos episodios históricos llamó la atención de visitantes y cocineros hasta bien entrado el siglo XX.

La famosa chocolatera de palacio era un enorme armatoste de cobre con capacidad para hacer de una sentada más de veinticinco litros de chocolate a la taza y que al parecer, rondaba por las cocinas palaciegas desde el reinado de Carlos III. Así lo contaba José de Castro y Serrano, escritor y gastrónomo granadino, en 1877 cuando bajo el alias de «un cocinero de Su Majestad» respondía en las páginas de 'La Ilustración española y americana' al debate abierto por Mariano Pardo Figueroa (conocido como doctor Thebussem) acerca de las costumbres gastronómicas del rey de España. Los escritos de ambos amigos se recogieron después en 'La mesa moderna' (1888), uno de los libros más importantes sobre gastronomía española, pero por ahora quedémonos con lo que Castro contaba, sabiéndolo de primera mano, acerca de los utensilios de cocina del palacio real y de la chocolatera en particular.

«Peroles hay del tiempo de Felipe V, y quizá algún almirez sea de época de los árabes; pero renuncio á aconsejar á Vm. que me pida diseños para publicarlos. Lo que sí hay notable es una chocolatera del tiempo del Señor Don Carlos III, cuyo desdichado uso merece especial mención. La tal vasija puede contener, y ha contenido algunas veces, cincuenta y seis libras de chocolate, dos arrobas y cuarto; se maneja con facilidad, y lo hace exquisito. Pero ¿cuándo sirve? No crea Vm. que en los bailes, señor Doctor. La chocolatera histórica de palacio no se ha movido más que en esos días de terribles pruebas por que han pasado en España la Monarquía y el orden social. Cuando Madrid ha estado envuelto en colisiones sangrientas, por razón de las cuales Gobierno y Corte han acudido á rodear y defender al Monarca, nosotros, sus más humildes súbditos, hemos descolgado entre angustias la enorme chocolatera y servido al numeroso concurso lo típico que en esos momentos era posible: pastas y chocolate. Su figura, pues, es siniestra en la cocina: ¡mal haya sea!«

Podría ser que Castro y Serrano se hubiera inventado tal historia, pero hete aquí que en 1906 la revista 'Alrededor del mundo' publicó un artículo sobre lo que comía Alfonso XIII, con visita incluida a sus cocinas, y habla de nuevo de la chocolatera gigante. Entonces lucía aún roja y brillante en las estanterías, «más alta que un niño de cinco o seis años». En 1911 la macrochocolatera seguía al pie del cañón, apareciendo fotografiada en un reportaje de la publicación argentina 'Caras y Caretas'. De ella decían que sólo se usaba «en negros días de revolución, cuando los personajes del gobierno y la corte que acudían a palacio a rodear a su majestad merendaban todos juntos en la real cámara». Antes de acabar asociada al mal agüero la chocolatera real fue testigo de días más felices, como las meriendas de bautizo de los hijos de Isabel II. Cuando acabaron de nacer niños, la chocolatera pasó a dormir el sueño de los justos debido a que la reina prefería tomar té o café, y probablemente quedó olvidada hasta 1931, momento de crisis monárquica donde los haya. Una vez proclamada la república el rebautizado como Palacio Nacional pudo ser visitado por el público, asombrando a los visitantes con su tamaño, sus lujos y su pantagruélica chocolatera de marras. Con su molinillo de más de un metro de longitud, fue fotografiada por última vez en 1936 y bien pudo reconfortar estómagos, reales o republicanos, durante la Guerra Civil.

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