
Beatriz Roldán Cuenya
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Beatriz Roldán Cuenya
«La transición energética sin los usuarios es imposible»Hace un mes recibía en Estocolmo el Premio ACES Margarita Salas por su labor investigadora. Beatriz Roldán Cuenya, nacida en Oviedo en 1976 y criada ... en Gijón, física formada en la Universidad de Oviedo, está al frente del Departamento de Ciencia Interfacial del Instituto Fritz Haber de la Sociedad Max Planck en Berlín. Es una auténtica eminencia en transición energética.
–Un premio con el nombre de Margarita Salas es especial.
–Ciertamente, espero que sus logros científicos y ejemplo de tenacidad continúen inspirando a más científicos. Es importante cuando se es joven tener esos referentes. Elegir ser científico es un compromiso de por vida con muchas satisfacciones en el camino pero también muchos sacrificios.
–Trabaja en el desarrollo de nanomateriales catalíticos para mejorar procesos como la producción de hidrógeno verde o la conversión de CO2 en productos de interés industrial. ¿Cómo afecta a todos lo dicho?
–En España se han vivido este año momentos dificilísimos y extremadamente traumáticos debido a las inundaciones pero también otros cambios bruscos meteorológicos que han dado lugar a más incendios o, como experimentamos también en Asturias, a una subida de la temperatura del mar. Durante mi infancia en Gijón recuerdo el agua en San Lorenzo a 19 grados, este verano pasado teníamos 22 y de repente mareas atípicas de medusas. Nadie en su sano juicio puede negar el cambio climático, y los datos científicos que tenemos nos indican que hay una correlación con el aumento de la actividad industrial. Nuestro planeta tiene una cierta capacidad para asimilar las emisiones de CO2, pero no tan rápido y en tanta cantidad como hemos estado produciendo en las últimas décadas/siglos. La adicción de carbono antropogénico, es decir, por emisiones relacionadas con la acción del hombre, es pequeña, pero cambia tan rápidamente que el sistema natural ya no puede responder a ella. A finales de siglo, los procesos naturales absorberán alrededor del 50% de nuestras emisiones, pero la temperatura de la Tierra habrá aumentado más de 3 grados si no tomamos medidas. El carbono es un elemento indispensable en la química planetaria y base de la vida. Nunca podremos descarbonizar el sistema energético, pero sí desfosilizarlo. En eso trabajo.
–Denos algunos ejemplos.
–Estoy usando energías renovables, como la solar, para reutilizar el gas invernadero CO2 que ahora mismo tenemos disponible concentrado de la actividad industrial, o simplemente de quemar basura, y convertirlo en un carburante como etanol usando un proceso electroquímico con la ayuda de un material, catalizador, que hace que se requiera menos energía para una reacción. En el futuro tenemos que aprender a escalar los trabajos del laboratorio y a capturar el CO2 directamente del aire. En el laboratorio ya es posible pero aún nos queda mucho camino por delante para hacerlo a la gran escala que necesitamos para que tenga un efecto global. También estoy trabajando en el desarrollo de materiales catalizadores para la producción de hidrógeno verde a través de la disociación de las moléculas de agua con electricidad verde, es decir, de energías renovables. Dichos materiales deben estar hechos de elementos abundantes en la Tierra y que deben ser más activos y estables para su uso a gran escala industrial. Mi trabajo está dedicado a la investigación de los materiales que nos facilitan importantes reacciones químicas para la transición energética que nos aleje de nuestra dependencia del carbón, del gas y de los combustibles fósiles. Esto es difícil porque esos combustibles tienen una gran densidad energética, que el gas hidrógeno no posee. Esa es la razón por la que el hidrógeno verde no se podrá usar directamente para todas las aplicaciones, por ejemplo, para aviación tendremos que combinarlo con CO2 reciclado para convertirlo en E-fuels que se obtendrán así cerrando el ciclo del carbono a partir de residuos de CO2. Mi equipo intenta entender los procesos dinámicos que tienen lugar en las superficies de los materiales catalizadores.
–¿Cómo estamos haciendo las cosas en esa transición energética tan necesaria?
–Estamos haciendo progresos porque creo que, aunque tarde, se ha comenzado a entender que no podemos permitirnos el lujo de seguir esperando, el planeta nos está dando señales muy claras del cambio climático. Tenemos que seguir trabajando en la desfosilización de nuestro sistema energético, y tenemos que hacerlo no de forma aislada, sino junto a otros países, al menos como una Europa unida que pueda servir de ejemplo y referente. Es muy peligroso para la economía de cualquier país si este lo hace de forma aislada, puesto que se corre el peligro de destruir el tejido industrial y su migración a otras naciones con condiciones gubernamentales más favorables en términos de emisiones.
–¿De qué forma afectará todo esto a los precios de la energía?
–El costo, no el precio, de la energía sostenible será más alto que el de hoy. Tenemos que considerar el coste de la reconstrucción del sistema tecnológico más grande del planeta y prepararnos para hacer la transición justa. Para despegar necesitamos un sistema regulatorio sólido, racional e internacionalmente compatible; necesitamos estar abiertos a nuevas tecnologías y concienciarnos de las consecuencias económicas. La información y comunicación con la población es crítica para mitigar la resistencia ideológica y desinformada. La transición energética sin los usuarios es imposible. Debemos hacer esfuerzos conjuntos a nivel de Europa e intentar con diplomacia involucrar a otros países fuera de la UE. Un ejemplo de los riesgos que se corren lo estoy viviendo en primera persona en Alemania. Es un país con una industria fuerte pero si le ponen sanciones por emisiones muy altas y además se enmarca en un contexto económico donde por ejemplo la electricidad es muy costosa se corre el riesgo de que la industria se mueva a otros países con políticas medioambientales menos restrictivas. Esto puede significar que la buena intención inicial de intentar reducir emisiones industriales de CO2 resulte en un cambio neto cero. Se ahorran emisiones de CO2 en Alemania pero el mismo CO2, o más, es emitido por las mismas empresas en otras partes del mundo. Es decir, no hemos hecho al final nada para ayudar a mitigar el cambio climático.
–El quid está en sustituir el gas y el carbón por el hidrógeno verde.
–En el caso de la sustitución del gas o el carbón por hidrógeno verde, uno de los problemas es aún el alto costo de la electricidad renovable en ciertos países de Europa, pero también lo lento que estamos trabajando para construir las infraestructuras para producir el hidrógeno del agua. El tiempo que una nación necesita para construir la infraestructura para generar 100 TWh de electricidad verde es aproximadamente 0.6 años en China, 2.3 en Estados Unidos, 10 en Alemania y 23,5 en España. Estas cifras nos tienen que dar mucho que pensar en lo que debemos cambiar para poder alcanzar la transición energética.
–Asturias. ¿Cómo están por aquí las cosas?
–En general es el sur de España donde tiene más sentido generar la electricidad verde con sol, a través de procesos fotovoltaicos, pero esa electricidad verde fluctúa a lo largo del día y del año, y es difícil acumularla solo en baterías, así que estamos trabajando con alternativas que es convertirla en moléculas 'sol líquido' o combustibles verdes. Si se hace esa conversión de manera eficaz podríamos también distribuirla mejor donde se necesite dentro y fuera de España. Un ejemplo es el uso de la electricidad verde para obtener hidrógeno verde del agua. Como el H2 tiene una densidad energética baja, es más conveniente para transportarlo no hacerlo en su forma gaseosa. La temperatura a la que el hidrógeno se hace líquido es muy baja y, en ese caso, la infraestructura para su transporte es muy cara. Una mejor alternativa es combinarlo con nitrógeno del aire y hacer amoniaco, que es líquido a más alta temperatura y para el que ya tenemos regulación y una red de distribución mundial. Asturias tiene puertos como El Musel de alto calado que nos pone en una situación privilegiada para exportar energía verde, como el amoniaco verde, al resto de Europa, sin depender de tuberías que puedan ser saboteadas como nos pasó en Alemania cuando nos cortaron el gas de Rusia. En Asturias tenemos también un tremendo potencial humano que sabe y quiere reinventarse y unas buenas universidades donde se está trabajando en formar a la próxima generación de científicos que además de cuidar el medio ambiente podrán en el futuro mejorar nuestro tejido industrial. Lo que necesita Asturias ahora es inversiones significativas para la reconversión de nuestro tejido industrial. Creo que es necesario hablar de cambiar las «refinerías» por «susfinerías» que serían refinerías sostenibles. En Asturias nos podemos posicionar como un nexo clave para la exportación del 'sol líquido'. Una colaboración estrecha entre el norte y el sur de España, donde se producirá la electricidad verde más eficientemente, será necesaria. Nosotros podemos aportar las tecnologías para hacer E-fuels con el hidrógeno verde y residuos de CO2 o amoniaco verde con N2 del aire.
–¿Cómo ve el mundo en los tiempos de Trump y los negacionismos climáticos?
–Como científica me gustaría que el público se diese cuenta de lo que son opiniones basadas en hechos contrastados dadas por expertos en el tema y que se les valorase más que cualquier 'fake news'. A veces se intenta confundir a la población diciendo que en el planeta siempre hubo ciclos de calor y frío y que lo que estamos viviendo no es más que uno de esos cambios naturales y que nos adaptaremos a él como sucedió en el pasado. Eso no es cierto. Emitimos más CO2 de lo que el planeta puede asimilar con su ciclo natural del carbono. Una vez que llegamos a ese punto, que ya estamos, debemos luchar para que la situación no sea irreversible. Hay una clara correlación entre la época de la industrialización y el comienzo de esos cambios y el calentamiento global, y de que va mucho más rápido que los cambios naturales que experimentó la Tierra en el pasado, lo que puede que no deje suficiente tiempo a nuestra especie humana a adaptarse y evolucionar. Yo soy optimista y creo que es posible mitigar el efecto que ya hemos causado, pero se debe actuar urgentemente y de manera conjunta.
–¿Escuchan los políticos a los científicos?
–No me gusta hacer generalizaciones. Después de interaccionar con ellos en España, Estados Unidos y Alemania, me he dado cuenta de que también están expuestos a muchas restricciones tratando de equilibrar muchos intereses que en ocasiones están enfrentados. Yo no me meto en política, solo asesoro con informaciones basadas en hechos científicos. Creo que no se puede echar la culpa a los políticos de que no escuchen, aunque a veces sea el caso, otras sí lo hacen pero también los científicos tenemos una responsabilidad al respecto ya que a veces no sabemos comunicar bien. La divulgación científica es un arte. Hay que adaptar mejor el discurso científico al interlocutor no experto. La gran mayoría de los políticos están abiertos a escuchar, aunque a veces argumentos no científicos acaben teniendo más peso en una decisión. Los científicos debemos seguir luchando para que el conocimiento que tengamos se ponga al servicio de la sociedad y eso no es posible sin un diálogo fluido con los políticos.
–Se formó en Asturias y acabó fuera de España. ¿Qué habría pasado si se hubiera quedado aquí?
–En la época en la que yo me marché de Asturias, en 1998, había muy pocos medios para la investigación experimental en la región. Sin salir de Asturias no creo que hubiese podido llegar a adquirir el mismo conocimiento y acceso a técnicas de caracterización experimental para resolver problemas científicos como tengo ahora. Al final es siempre bueno salir del país para ampliar los horizontes y ver cómo se hacen las cosas en otros sitios. Quizá si me hubiera quedado en Asturias no estaría ahora a cargo de un instituto de investigación de 480 personas con 150 en mi propio grupo, pero quizás sería también más feliz, porque Asturias es un paraíso. No sé qué hubiera pasado, pero sí sé que estoy muy orgullosa de ser asturiana. Promociono Asturias por el mundo, incluyendo nuestro sistema educativo público del más alto nivel. Soy el producto de la educación pública y universidad pública asturiana y siempre he podido ir con la cabeza alta. Hay que decirle al Gobierno español que no se olvide de Asturias y que se invierta más en nuestras universidades y centros de investigación.
–¿Qué debemos aprender en España del modelo alemán de investigación?
–En Alemania se destina un porcentaje mucho más grande del PIB del país a investigación, el 3.5 %. Los proyectos son más grandes y algunos a más largo plazo. Tenemos mucha inversión también en mejorar y renovar la infraestructura de investigación en las universidades y centros de investigación y el Gobierno fomenta la colaboración con la industria. En las universidades hay más técnicos de apoyo en el laboratorio y más personal científico permanente. En España a veces se tiene a los científicos con mucha inestabilidad laboral en contratos cortos que se repiten muchos años. Eso también existe en Alemania pero a menor escala. Me gustaría que en España se pensase más a lo grande también en lo que respecta a las inversiones en investigación y que se valorase más el trabajo de los científicos. Sin investigación no hay transferencia de tecnología y sin ello no hay industria que al final repercute en la riqueza y desarrollo del país.
–¿Echa de menos Asturias?
–Asturias es un paraíso natural. Echo de menos nuestro pescado fresco y la manera de ser abierta, directa y cariñosa de los asturianos. Yo he intentado que mis hijos, que nacieron en Alemania, se sientan asturianos y españoles. Con sus diez años aún no entienden cuando se me saltan las lágrimas viendo el desfile de gaitas en el Muro de Gijón en agosto, pero algún día lo entenderán. Asturias se lleva en el corazón.
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