El secreto que se llevó la mar
La aparición en la playa del cadáver de un joven universitario fue la antesala del hallazgo, semanas después, de restos de su novia
Martes, 14 de marzo 2023, 01:52
1998. Hace 25 años.
Fue un misterio inexplicable para todos los que habían tenido la suerte de conocer y tratar a A. F. F. y M. F. R., la pareja de 35 y 30 años cuyo rastro se desvaneció la segunda semana de marzo de 1998. Él, leonés de Caboalles de Abajo, y ella, ovetense residente en Villablino y estudiante de Diseño Gráfico, compartían piso en el barrio de La Arena sin aparentes problemas de convivencia cuando el 10 de marzo apareció, en la playa de San Lorenzo, el cadáver del joven. De ella llevaba sin saberse nada, por aquel entonces, casi una semana. Y las alarmas saltaron, como es natural. «A los dos jóvenes siempre se les veía juntos», afirmaban fuentes próximas a la pareja. «Solían salir algún fin de semana por la zona de Cimadevilla».
Nadie sabía qué les podría haber ocurrido. El cadáver de A. F., estudiante de Ingeniería Industrial que en el momento de su muerte se encontraba redactando el proyecto fin de carrera, «daba muestras de llevar varios días en el agua» cuando apareció y los dispositivos se activaron para buscar, también, a su novia.
No habría buenas noticias. Pocas semanas después del fúnebre hallazgo, el agua devolvió al arenal gijonés dos piernas pertenecientes a una mujer, y calzadas con las botas amarillas que la familia de M. F. R. había echado de menos en la inspección del piso sito en el 18 de la calle Premio Real.
Húmero y omoplato
Las esperanzas de encontrar con vida a la muchacha se desvanecían en lo que EL COMERCIO calificó como «un goteo tan trágico como desesperante» de apariciones de restos, ya que también entre medias, el 18 de marzo, se habían recogido un húmero y un omoplato en la playa de San Lorenzo; y poco después «la parte superior de un chándal que aún está por determinar si pertenece a la joven». El 10 de abril, justo un mes después de iniciada la pesadilla, las pruebas de ADN confirmaron que los últimos restos hallados pertenecían a M. F. R. Lo que fuera que les hubiera pasado -«tanto en Villablino como en Caboalles de Abajo», dijimos tras la triste resolución del caso, «se habló de la afición de los jóvenes a coger moluscos»- fue uno de tantos secretos que se lleva el mar.