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Multitudes congregadas para recibir a Manoli Rascón.

La historia de superación de la gimnasta Manoli Rascón

Cientos de personas arroparon a la joven de La Calzada en silla de ruedas tras un fatal accidente

Jueves, 10 de agosto 2023, 01:43

Ocurrió un año antes, pero el barrio no olvida. El 25 de agosto de 1972, mientras entrenaba en el instituto de La Calzada para las competiciones del Trofeo del Pilar, la joven gimnasta Manoli Rascón tuvo un accidente fatal. «Al efectuar el conocido salto de potro se me fueron las manos», recordaba la deportista en nuestras páginas, años más tarde. «Di con mi cuerpo en el suelo (...) Me recogieron, e, inmediatamente, me trasladaron a Oviedo». Fue el inicio de una odisea. «Dos operaciones en Oviedo, una más en la Clínica de La Paz en Madrid»; dijimos hace hoy medio siglo. Manoli volvía a ser de actualidad por sobreponerse a la fatídica lesión medular y, además, por regresar a su barrio natal.

«La calle Brasil fue escenario del emotivo encuentro de la niña con sus antiguas compañeras, con sus familiares. No hay palabras para describir el hecho. Es así porque el corazón manda callar. Y meditar mucho». Como las desgracias nunca vienen solas, Manoli había regresado para, de inmediato, partir al hospital, aunque esta vez no por ella, sino por su padre, que había sufrido «un accidente laboral en la estación de La Algodonera. Un tren de maniobras le amputó la pierna izquierda por su parte alta». Fue un caso de los que impactan. Se le rompieron los sueños a Manoli, «la dulzura personificada, un encanto de niña», pero, además, también la campeona de Asturias en 1971 de salto de potro, salto y paralelas; proclamada mejor deportista de la provincia.

Pero no todo estaba perdido. En un caso de resiliencia sin igual, la joven dibujó nuevos horizontes, y, a varios años de su lesión, nos los contó. «Soy titulada en terapia ocupacional, una materia que me llamó la atención desde el primer momento y cuyos estudios seguí con gran interés». Era feliz.

En 1981, Manoli Rascón presentó en EL COMERCIO a su primogénita, una niña llamada Myriam, por el nombre de una compañera de estudios madrileña de su madre «que me ayudó muchísimo en esos tres años, siendo una magnífica compañera, desplazándome la silla allí donde se requería». Tiene penas el mundo, pero también gente buena.

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