El misionero que llegó del este

Regía ya Josip Broz 'Tito' los designios de Yugoslavia cuando llegó a Gijón el joven esloveno Tone Zrnec, religioso paul que vino para dar misa en La Milagrosa junto al padre Carballo. Su nación, Yugoslavia, había roto años atrás con Stalin, y el país salió del bloque del Este en el verano de 1948. Dijimos, a pesar de ello, que «Tito y Stalin son dos lobos de la misma camada (...). El odio que [les] une corresponde a aquello que nosotros amamos. Odio a la moral cristiana, a nuestra fe católica». Se hablaba de mártires, y Zrnec asentía. Ocurría, según el páter, que las iglesias habían sido destruidas «o destinadas a otros usos»; que «a los religiosos o sacerdotes (...) se les prohíbe ejercer la enseñanza», aunque podían propagar sus ideas por medio de «un boletín del tamaño de una cuartilla». Todo tendría su castigo. Hablaba Zrnec, épicamente, de una joven «formada en falsas doctrinas» y asistida en el parto en Belgrado, que pidió quitar el crucifijo de la habitación para que su hijo no viera «ese símbolo de la reacción». No hizo falta: había nacido ciego. El hombre propone y Dios dispone, o eso era lo que nos decían.