El primer acto del 'Chorín'
El criminal más conocido del Gijón de principios de siglo colaboró en el intento de fuga de un preso en la Torre del Reloj
Sábado, 12 de agosto 2023, 02:01
Fueron muchos los 'Chorines' en nuestra villa; tres de ellos, de la misma familia. Pero solo uno llegó a la fama: el mediano, Manuel R., quien un día, bebido y a las puertas de la casa de lenocinio que en la calle Numa Guilhou tenía Esperanza Rivas, 'La Pastrana', mató de un tiro a quemarropa a un guardia. Y echó a correr. Gritándolo: «¡Viva el Chorín, que mató a un guardia!». Por alguna extraña razón, aquel criminal con centenares de robos a sus espaldas y, ahora, también, la muerte de un inocente, acabó cosechando las simpatías entre muchas personas de la ciudad; tal vez por su carisma y populismo: llegaría a asegurar que a él la mala vida le había venido dada por no saber escribir, «no como el señor juez».
Hechas ya las presentaciones, habrá que decir ahora que eso, sin embargo, no ocurrió hasta 1906. Hace 125 años el 'Chorín' aún no era famoso. Solo por la autoridad, porque, según EL COMERCIO, de aquella ya era «huésped casi a diario de la cárcel». Contábamos, en esa ocasión, que el 'Chorín' -por una vez en libertad, aunque de forma casual- andaba ayudando a otro habitante de la prisión, por entonces aún en la Torre del Reloj. Tuvo la poca fortuna de que fue sorprendido pocos metros más allá, en una rinconada de la cochera del palacio del conde de Revillagigedo, donde se agazapaba, y de la que acertó a pasar por allí el sereno del distrito.
Centinela y alcaide
Como quiera que el agente nocturno notara, momentos antes, que en la cárcel municipal parecía haber salido, de la noche a la mañana, un boquete (háganse cargo del estado general del edificio como para que semejante circunstancia no generase una reacción inmediata), llamó al centinela y al alcaide. Y descubrieron, los tres juntos, el percal: en el piso bajo, por medio de tres palanquetas que el 'Chorín' había introducido en el interior de la cárcel a través de la verja, Rufino Díaz intentaba escabullirse del presidio. No era la primera vez que lo intentaba: lo había hecho, también, disfrazándose de peón, una vez; y la otra, quemando con velas el marco de la puerta del calabozo. Tener de cómplice al 'Chorín', por lo que fuera, tampoco salió bien.