
Tras la muerte del Papa Francisco
Asturias anhela «una Iglesia de todos»Secciones
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Tras la muerte del Papa Francisco
Asturias anhela «una Iglesia de todos»La casa se ha aireado y ya no se pueden cerrar las puertas al frescor de la primavera. Los párrocos asturianos tienen claro que no ... hay marcha atrás, que Francisco deja una impronta que a su sucesor le tocará continuar. Quien asuma la difícil tarea de seguir la estela del Papa argentino debe perseverar en el empeño de hacer que la «Iglesia sea para todos».
Sostiene Javier Gómez Cuesta, el párroco de la gijonesa iglesia de San Pedro, que el mundo ha cambiado mucho y está llamado a hacerlo aún más y a asumir retos como el de la inteligencia artificial. Y eso exige otro tipo de inteligencia y la humanidad de la que Francisco ha dado ejemplo. «Ha puesto una serie de bases para ir actualizando la Iglesia a estos tiempos nuevos, en todo: en la mentalidad, la forma de vivir, el aprecio de los valores, la convivencia y, naturalmente, la Iglesia tiene que responder y ayudar a esa evolución, el mundo no se para», resume. Evolucionan también la moral y la ética y la Iglesia ha de estar en esa transformación pero sin dejar de lado nunca su fin principal y primigenio: evangelizar. Y –sostiene el párroco– no ha de perder el foco puesto en los más desfavorecidos, en las periferias. Sin olvidar –y eso para Gómez Cuesta es crucial– batallar contra el individualismo que nos acecha.
Hay elogio unánime hacia Francisco, que suscita pese a la pena por el adiós un tono de voz feliz y amable en todos los interlocutores que le evocan. Constantino Bada Prendes, en la actualidad párroco de Trasona, Solís, Cancienes y los Campos, derrocha alegría recordando aquel encuentro con él en Roma en el que Francisco apretó fuerte su mano y le dijo que rezaría por su madre, Josefina. «Yo creo que la Iglesia tiene que seguir con prudencia la apertura», anota. Y reitera que conviene anclarse en la calma y recordar lo hecho por Francisco y sus predecesores. Juan Pablo II era el mediático; Benedicto XVI, el teólogo, y Francisco ha sido el pastor. «Quiere que las ovejitas estén bien y las trata con cariño, por eso nos ha dicho 'arremangaos y acercaos a la gente'». El camino está desbrozado «y no se puede ya volver a los cuarteles de invierno».
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El cristianismo que mira a Lampedusa y a Gaza ha girado y no hay billete de vuelta al pasado. David Cuenca, párroco de la Unidad Pastoral de La Magdalena de Avilés (La Magdalena, Cristo Rey de Versalles y San Agustín), profesor de Doctrina Social de la Iglesia y director del Instituto Diocesano Pastoral, tiene claro que Francisco ha protagonizado una transformación absoluta: «Yo destacaría que ha pasado de un paradigma tecnocrático o un endiosamiento de la ciencia a un paradigma de la ecología fundamentada en la antropología, en la dignidad del ser humano», señala. Tras ese tono académico se oculta algo tan simple como el cuidado de la casa común, «el fructificar el mundo que Dios ha puesto en nuestras manos respetando la dignidad del ser humano». Humanidad. Esa es la cuestión y la apuesta ganadora: «El protagonismo de los descartados, de los vulnerables o personas en riesgo de exclusión, especialmente los migrantes, los ancianos y los niños, y el caminar todos juntos no excluyendo a nadie, creando familia y sinodalidad».
Esa es la hoja de ruta 'franciscana'. Su huida de los boatos, las camarillas y los séquitos, su independencia y libertad marcan la historia de la Iglesia y coloca a los católicos en una situación de orfandad. Pero, pese a la pena, su herencia es fundamentalmente esperanzada. Sobre todo, incide Cuenca, para los jóvenes. Pero todos los feligreses sienten su pérdida de una manera singular. «Yo diría que es casi análogo a perder a un padre», concluye.
Desde la parroquia gijonesa de Fátima, en el barrio de La Calzada, Eduardo Zulaiba, incide en la misma línea de sus colegas. Considera a Francisco un personaje pleno y absolutamente relevante. «La palabra que mejor refleja su pontificado es esperanza, la esperanza en una Iglesia que tiene que responder a las preguntas del hombre y de la mujer de hoy, abierta a todos», señala.
Ve en la profundización de las rutas abiertas por Francisco durante estos doce años el único camino a seguir. Lo es porque su figura trasciende lo puramente religioso y se ha convertido en un referente universal para creyentes, agnósticos y fieles de otras religiones. Ese es otro valor incuestionable para esa casa común. «Francisco vivió el Evangelio, transmitió el Evangelio, invitó a todo el mundo desde el Evangelio y acogió a todos».
La acogida no se detiene. Esa Iglesia abierta es al tiempo legado y reto. Bien lo saben en el barrio ovetense de Ventanielles, donde Jaime Sanz es párroco de la Sagrada Familia y la Natividad. «Francisco ha mostrado que la Iglesia es cercana y es madre, acoge y por eso crea un interés de los que están más alejados». Porque al final el mensaje de Jesucristo es el mismo y la misión del Papa y de la Iglesia no es otra que desgranarlo. Esa es la cuestión esencial para este párroco que considera que la Iglesia debe «enriquecerse con todos, con las mujeres, con laicos, con consagrados, con los que ocupan cargos de responsabilidad y con los que no, porque la Iglesia la hacemos los cristianos con nuestra actitud». Y la actitud es la de Francisco. Es abrirse al mundo y dialogar con él. Es escuchar y es cuidar.
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