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«Los premiados me suelen escribir diciendo la suerte que tenemos con don Felipe»

«Los premiados me suelen escribir diciendo la suerte que tenemos con don Felipe»

Está decidido a pasar a la historia como un buen monarca.Quienes le tratan alaban su cercanía

pascual perea

Domingo, 28 de enero 2018, 03:10

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Felipe de Borbón supo lo que sería reinar en España el 23 de febrero de 1981, a los 13 años, cuando un teniente coronel de la Guardia Civil entró pistola en mano en el Congreso de los Diputados. Aquella noche interminable, el rey Juan Carlos quiso que su hijo le acompañara mientras trataba de evitar el golpe de Estado. Al niño se le cerraban los ojos, y su padre le decía:«Felipe, no te duermas, mira lo que hay que hacer cuando se es rey». «Aquella noche –confesaría después don Juan Carlos–, el Príncipe de Asturias aprendió en unas horas más de lo que aprenderá en el resto de su vida...».

El 19 de junio de 2014, don Felipe sustituyó a su padre en el trono, con la monarquía sumida en una profunda crisis. Menos de cuatro años después, a punto de cumplir los 50 –los celebrará pasado mañana–, el rey más joven de Europa ha logrado enderezar la percepción de la Corona entre los españoles y encumbrarse como el líder más valorado en nuestro país. Tal vez sea el resultado de la lección aprendida aquella lejana noche, y sin duda también de una formación muy esmerada en la que nada se escatimó ni se dejó al azar. Preparado, cercano, sacrificado, vocacional, concienzudo, profesional... son virtudes que se repiten una y otra vez en labios de quienes le han tratado. «Quiere pasar a la historia como un buen rey», coinciden.

El Príncipe de Asturias

Prefería escuchar a hablar

Desde que era un niño, el entonces Príncipe de Asturias tuvo una relación estrecha con esta tierra, y Graciano García, director emérito de la Fundación Princesa y uno de los fundadores de la institución que entrega los prestigiosos premios, le conoció cuando tenía 12 años. «Le veo ahora como le veo desde niño: una persona severa, tranquila, con su responsabilidad, comprometido con la misión que la historia ha puesto sobre sus hombros. Tiene un cariño muy especial hacia Asturias y hacia nosotros, los asturianos», explica. «Cuando le conocí –recuerda–, vino con sus padres al acto de constitución de los Premios. Era un niño observador, muy prudente, miraba mucho y se fijaba mucho en lo que hacían sus padres, escuchaba más que hablaba. Hoy es una persona con más experiencia, pero con unos valores que ya apuntaba entonces». Y considera que quiere «una monarquía transparente, sencilla, sin boato. Como es él: una persona entrañable y cercana a la gente. Quiere la sencillez, la autenticidad y la ejemplaridad. Es una persona a la que le gusta que la Corona sea una referencia moral, ética, que se vea en ella un ejemplo».

Un relevo necesario

«Vio los errores del padre»

En 2014, la monarquía española atravesaba su particular ‘annus horribilis’, que precipitó la abdicación del rey Juan Carlos, asediado por el ‘caso Nóos’ y el escándalo de su viaje a Botsuana en plena crisis económica. «Es curioso, porque don Felipe creció toda su vida oyendo hablar de que el reinado de su padre era tan brillante –fue el rey que trajo la democracia y la defendió el 23-F– que parecía que a él le iba a tocar escribir una mera continuación», expone la periodista Almudena Martínez-Fornés, que desde hace más de quince años cubre la información de la Familia Real para ‘Abc’. «Sin embargo, por una serie de errores que comete el propio don Juan Carlos en los últimos años de su reinado, la valoración de la monarquía cae tanto que cuando Felipe la asume está en el peor momento. Bien es verdad que durante la larga espera que pasa hasta que se produce el relevo él está viendo desde una barrera privilegiada esos errores y su repercusión en la Corona, de forma que a los pocos días de su proclamación ya había puesto en marcha una serie de medidas para corregirlos». Don Felipe impone la transparencia de la Casa Real, prohíbe que los miembros de la Familia Real trabajen de forma remunerada, evita escrupulosamente involucrarse en los negocios que ayuda a establecer... son decisiones que provocan una buena acogida.

En las distancias cortas

«Percibes su interés»

La palabra campechano parece haberse acuñado para definir al Rey emérito, capaz de saltarse el protocolo en el momento oportuno y de conquistar al más distante con su simpatía. «Arrasaba», recuerda el exdiplomático Inocencio Arias. «Don Juan Carlos tenía la capacidad de bajarse del avión, pasar la revista a las tropas –la pasaba muy bien, además– y, antes de subirse al coche, ganarse con sus bromas al presidente en cuestión, ya fuera de Chile o de Somalia». Todo el mundo coincide en que don Felipe carece de ese genio, pero lo suple con entrega y disposición. «Tiene un trato amable, sabe medir las distancias, pero no es adusto ni estirado. Y también cae muy bien, como me confesó en cierta ocasión Kofi Annan», añade Arias.

El presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, ha asistido a muchas audiencias y recepciones reales, y destaca la capacidad del Rey para transmitir afecto e interés a cada uno de los asistentes. «Te hace sentir que esos quince segundos que te dedica son de verdad para ti», describe. La escritora y psicóloga Irene Villa, que perdió las dos piernas y tres dedos de una mano en un atentado de ETA, se confiesa una rendida admiradora del actual Rey. «Siempre me ha parecido muy cercano, encantador, preocupado por los problemas de los demás; y no solo conmigo, que ya estoy acostumbrada. Esa sensibilidad con el dolor ajeno, que llama más la atención en un hombre, yo la he visto muy de verdad en sus ojos y en sus gestos. Además tiene una memoria increíble, se acuerda de lo que habló contigo la última vez; yo me digo: ‘Madre mía, con toda la gente que tendrá trato...’. Es atento y cariñoso como su madre; a ella la tengo en mi corazón y él me la recuerda mucho».

Es cierto que en los actos protocolarios don Felipe no consigue transmitir la cercanía que mostraba don Juan Carlos, con su proverbial campechanería y su habilidad para romper el hielo. «Quizá el sentido del humor de su padre sea más de pronto, un chiste rápido y corto, y el de don Felipe es más analítico», apunta Almudena Martínez-Fornés. «Padre e hijo no se parecen nada. De don Juan Carlos siempre se ha dicho que es muy Borbón, por lo castizo, y de don Felipe los que le conocen bien le comparan con su abuelo materno, Pablo de Grecia, muy sereno, muy formado, con una gran cultura». Carece de la simpatía natural del padre, de acuerdo, «pero le gana en concreción, en cómo plantea los problemas, en la rapidez al ir al meollo de la cuestión. Es joven, racional, preparado», resume el historiador Fernando García de Cortázar.

Sorprende descubrir que, bajo esa capa de seriedad, el Rey cuenta muy bien chistes, es un notable imitador y baila claqué, según desvela el escritor navarro José Apezarena, autor de varias biografías suyas: «En público, como tiene tan buena planta, va erguido e impecablemente trajeado, transmite una cierta impresión de frialdad o lejanía, pero no es así. Todo aquel que le ha conocido acaba conquistado por su cercanía; incluso con Pablo Iglesias ha sintonizado. Es inteligente, divertido y ocurrente».

Representación internacional

Un experto en todo

Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa de Asturias, le conoció en 2009, precisamente en el proceso de selección para el puesto que ahora ocupa, aunque entonces la institución se llamaba Príncipe de Asturias. «Uno va nervioso a cualquier entrevista de trabajo, y a esta, lógicamente, más. Mi primer recuerdo es emocional: lo encontré sonriente, y eso le quitó toda la tensión al momento, me lo hizo fácil. Me habló con mucha claridad, sin circunloquios, y pensé: ‘Creo que voy a trabajar muy bien con él’». El tiempo, asegura, le ha dado la razón.

La entrega anual de galardones de esta institución ha permitido a don Felipe codearse con la flor y nata de la intelectualidad, las mentes más brillantes del planeta, lo que le ha dado un bagaje singular. «Cuando se reúne con un premiado, ya sea científico o deportista o historiadora o filósofa, conoce su trabajo, lo que no es fácil cuando se trata de ondas gravitacionales. Es raro el galardonado extranjero que no me escribe después agradeciendo una experiencia única y alabando cómo es el Rey y la suerte que tenemos. El escritor Richard Ford me comentó que John Banville, galardonado dos años antes, ya le había hablado de don Felipe, de lo encantador que era y de cómo habían charlado de literatura. Eso es una constante. Se interesa por todo y lo absorbe todo. A los arqueólogos de Xian les sugirió que visitaran algunos monumentos del patrimonio español para que vieran cómo los iluminaban... y así siempre».

Esta implicación quedó de manifiesto en 2002, cuando el entonces príncipe asistía a la toma de posesión de Álvaro Uribe como presidente de Colombia y las FARClanzó catorce granadas contra el Parlamento, donde se celebraba el acto. Nada más terminar la investidura, los mandatarios salieron de estampida hacia el aeropuerto, salvo don Felipe, que tenía programada una amplia agenda de reuniones y compromisos. Llamó a Aznar y le dijo: «Presidente, yo de aquí no me muevo».

Trabajador meticuloso

«Le da dentera fallar»

Jesús Posada vivió el momento más trascendental de su vida política el 19 de junio de 2014, cuando, siendo presidente del Congreso, proclamó a Felipe VI Rey de España. «Tengo una opinión excelente de don Felipe, al que ya conocí como príncipe cuando fui ministro. Ya hace veinte años me llamaba la atención la minuciosidad con que preparaba los temas. Hicimos un viaje a Barcelona en helicóptero y durante todo el trayecto se estudió cada una de las palabras que iba a pronunciar, con quién se iba a reunir, me preguntó por alguna persona a la que no conocía... Detrás de cada acto hay un trabajo de despacho impresionante».

«Le chirría meter la pata, le da dentera fallar», coincide Inocencio Arias. «En mi opinión, si tiene que improvisar es mediocre, como su padre, pero ha ganado mucho aplomo, más convicción y naturalidad. Ahora hace los discursos mejor».

Para Almudena Martínez-Fornés, la razón de estos progresos está en que «don Felipe tiene un sentido del deber marcado hasta el extremo: siempre está disponible y ante cualquier imprevisto suspende un plan privado. Es algo que siempre ha tenido clarísimo: lo primero es su función de rey. Jamás deja ver en un gesto o una mala cara que estar en determinada situación no le apetece demasiado», dice la autora de ‘Felipe VI, unrey para la España de hoy’.

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