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En la imagen: Una familia participa en la cacerolada. En el vídeo: Salvador Illa, ministro de Sanidad. ARNALDO GARCÍA

Coronavirus | La presión social y política obliga al Gobierno a rectificar y dejar salir a los niños a pasear

En un principio solo se contemplaba que acompañasen a uno de sus progenitores de compras

LUIS LÓPEZ RUIZ / LAURA MAYORDOMO

GIJÓN.

Miércoles, 22 de abril 2020, 02:04

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Después de una jornada caótica en la que se sucedieron las contradicciones en el seno del Gobierno, la decepción de las familias, la reprobación de los pediatras y las críticas de todos los partidos de la oposición, la situación se queda así: los niños podrán salir a dar paseos a partir del próximo domingo. Lo mismo que había anunciado el sábado Pedro Sánchez. Aunque el plan entonces era que la medida entrase en vigor el lunes. En realidad, la idea era que ayer se concretasen las condiciones en las que se llevarían a cabo esas salidas de los pequeños, la primera relajación del confinamiento en casi mes y medio. Pero, al final, el balance de un día enloquecido fue regresar al punto de partida.

La jornada ya arrancó mal con la exhibición del enésimo desencuentro entre los socios del Ejecutivo: a primera hora de la mañana la ministra de Educación, la socialista Isabel Celaá, apuntó que la relajación del confinamiento afectaría a mayores de doce años; y a mediodía, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, de Unidas Podemos, lo subió a los catorce.

Luego, pasadas las dos de la tarde, la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, confirmó esta última edad pero en un escenario con el que nadie contaba: no se permitirían paseos, sino que los menores únicamente podrían acompañar a sus progenitores o cuidadores «en desplazamientos para ir al supermercado, la farmacia o a entidades financieras». En fin, a todas las salidas esenciales a las que faculta el decreto del 14 de marzo y que van poco más allá de lo mencionado, además de causas «de fuerza mayor o situación de necesidad». Montero admitió que «sabemos que es un alivio muy parcial», pero justificó esas rigideces en que cualquier paso en el regreso a las calles ha de ser «muy medido» para evitar «retrocesos» en la lucha contra el coronavirus.

La portavoz reveló todo eso tras el consejo de ministros en el que se aprobó pedir al Congreso una nueva prórroga del estado de alarma, hasta el 9 de mayo. Y generó una tormenta pocas veces vista. Dentro y fuera del Gobierno. También en todas las comunidades autónomas. Y Asturias no fue una excepción.

Así que varias horas después, al filo de las nueve de la noche, el ministro de Sanidad, Salvador Illa dio un giro y escenificó un regreso a lo que todo el mundo tenía en mente. «Este Gobierno escucha», dijo para justificar el volantazo. Recordó que el decreto de alarma le habilita para «tomar medidas de alivio en base a la situación epidemiológica» y anunció que el fin de semana emitirá una orden para que a partir del mismo domingo 26 «los menores de catorce años puedan dar paseos» en unas condiciones concretas, que se determinarán en los próximos días.

Tormenta dentro y fuera

¿Qué ocurrió en esas horas, entre el anuncio de la portavoz y el cambio de paso del ministro de Sanidad? Lo primero, un serio desencuentro entre los dos socios de Gobierno. De hecho, casi al mismo tiempo que Illa comparecía, el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, avanzaba que estaban negociando una «rectificación» que «debería producirse pronto».

Por si no había quedado claro que la formación morada había sido la artífice del cambio de parecer, el vicepresidente Pablo Iglesias hacía en Twitter un relato de lo sucedido: «Acabo de hablar con el ministro Illa. Nos congratulamos de que se adopten las recomendaciones que ha venido planteando nuestra Dirección General de Derechos de la Infancia y de la Adolescencia. Desde el próximo domingo los niños y las niñas podrán realizar paseos acompañados de personas adultas. Niñas y niños deben poder salir a la calle para respirar al aire libre, con paseos cortos y controlados. Es de sentido común. Con esta medida se consigue un equilibrio entre la protección frente a la pandemia, y el bienestar emocional de los niños y las niñas».

En realidad, la bronca trascendió con mucho al seno del Gobierno. Todos los partidos de la oposición cargaron contra el Ejecutivo a cuenta de la idea de que los niños acompañasen a sus padres a hacer recados porque el riesgo de contagio, advertían, sería mucho mayor en lugares cerrados, donde se hace la compra, que en los paseos por la calle que todo el mundo esperaba.

Pero el mayor rechazo llegó de parte de las familias, que tras cinco semanas de encierro viven como en una olla a presión. Perplejas por el modo de iniciar el desconfinamiento de los pequeños, por el hecho de que se invitara a los niños a entrar en espacios cerrados donde los padres evitan acudir en la medida de lo posible. Las reacciones airadas de los padres tuvieron rápidamente altavoz. Por grupos de mensajería y redes sociales se convocaron en cuestión de horas hasta tres caceroladas en señal de protesta. A las seis, a las siete y quince minutos después de los aplausos diarios al personal sanitario. En Gijón, varias asociaciones de padres y madres de centros públicos instaban a colgar sábanas o trapos blancos de las ventanas para hacer constar su malestar con la medida, tal y como la había planteado por la mañana la ministra Montero. Y en la plataforma change.org, una iniciativa para recoger firmas en favor de los paseos lleva anoche cerca de 140.000 adhesiones.

También fueron muy duros en su respuesta los médicos. La Asociación Española de Pediatría (AEP) mostró su «total desacuerdo» con la medida diseñada por el Gobierno ya que el objetivo no podía ser un «acompañamiento» que, además, ya es posible, toda vez que no se puede dejar a los niños solos en casa. «El objetivo de esas salidas debe ser que el niño pueda tomar aire, permitirle un paseo o una carrera en un entorno próximo o controlado». Javier Cerero, pediatra del IMQ, era aún más ácido al preguntarse «¿quién asesora a este Gobierno?», y razonaba que un niño «contagiará mucho menos yendo de la mano con su padre que metiéndolo en un súper».

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