El autor del terrible crimen de Serrano: un aristócrata excéntrico y conflictivo con adoración por Hitler
El presunto asesino de la calle Serrano guardaba un arsenal en su casa, a pesar de carecer de licencia de armas
el comercio
Oviedo
Miércoles, 22 de junio 2022, 21:07
Fernando González-Castejón y Jordán de Urríes, conde de Atarés y marqués de Perijá, no tenía licencia de armas pero en su casa custodiaba un arsenal. La Policía ha hallado en el inmueble escopetas, pistolas, silenciadores, munición, cuchillos de combate… incluso arcos y flechas. Había días en los que salía de su casa vestido como un general, según el testimonio de sus vecinos; otros practicaba el tiro en el patio de la comunidad con perdigones.
El pasado lunes, supuestamente pegó un tiro en la sien de su esposa, de 44 años, en el domicilio que compartían en la calle Serrano. Después, asesinó a una amiga de 70 años que estaba también en casa y, finalmente, se quitó la vida. La hija del matrimonio, de 10 años, no estaba con ellos cuando ocurrieron los trágicos hechos.
El carácter del aristócrata de 53 años distaba de ser fácil, aunque en sus redes sociales, sin actualizar, se definiera a sí mismo como un hombre «muy simpático», amigo de sus amigos y al que le encantaba montar a caballo; también España, a la que confesaba adorar. Los agentes encontraron en su vivienda retratos de Hitler y Franco, además de una cruz militar con una esvástica.
Excéntrico, altivo y conflictivo
González-Castejón tenía una orden de alejamiento de su madre y su hermana, que en 2009 le habían denunciado tras sufrir un episodio violento. La Policía Nacional actuó de oficio en 2018 ante un incidente similar con su esposa pero la mujer no interpuso demanda. El marqués fue detenido pero el suceso no se incorporó al sistema VioGén dado no existió una denuncia.
Su matrimonio hacía aguas desde hace tiempo y los allegados coinciden en que se había deteriorado especialmente en las últimas semanas. A él, dicen, se le veía deprimido, menos alegre. Bebía mucho y su pareja viajaba cada vez más para sortear su presencia pero siempre regresaba, según sus conmocionados amigos.
Hay dos imágenes contrapuestas del aristócrata. Por un lado, la que proyectan comerciantes y hosteleros del entorno, que lo describen como una persona agradable e incluso buena y, por otra, la que dibujan sus vecinos, con quienes mantenía conflictos habitualmente.
Le afeaban sus excentricidades, su altivez y el impago de los recibos comunes. A los residentes del número 205 de la calle Serrano no les gustaba que practicara el tiro en un espacio de uso común, disparando a bidones, dianas e incluso en ocasiones a fotos y carteles contra los «rojos», homosexuales y «la zorra» . Tampoco que tirara de amenazas, como cuando advirtió que si el perro de una inquilina continuaba ladrando le metería un balazo.
Al conde de Atarés, título que heredó tras el fallecimiento de su tío abuelo José Miguel López y Díaz de Tuesta en octubre de 2012, no le hacía falta trabajar. Disponía de numerosas propiedades que generaban sus rentas. Aun así, sufrió importantes reveses económicos y su rostro se hizo popular en 2015 en televisión, cuando denunció ser víctima de la caída de Banco Madrid, en donde tenía invertidos más de 700.000 euros. Los clientes afectados por el declive de la entidad, que no fue rescatada, no recuperaron más de 100.000.
Se periplo televisivo le llevó a 'Espejo Público, 'Al rojo vivo' e incluso al plató de Ana Rosa. Allí se definió como «apolítico» pero habló de «los chinitos, los venezolanos, los maduros y toda esa gente, la rojada». «En algún momento parecía un aristócrata cercano, campechano, de ahí el buen ambiente que parecía haber en plató, pese a sus constantes salidas de tono, que Ana Rosa, como es ella, trataba de llevar por otro lado», resume ahora la presentadora Patricia Pardo.