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Victoria española en la lucha contra los vinos falsificados en China

Victoria española en la lucha contra los vinos falsificados en China

Un tribunal de Chengdu condena a los empresarios que vendían botellas falsas de Allegranza, con caldos de diferentes denominaciones de origen españolas

Zigor Aldama

Shanghái

Domingo, 27 de diciembre 2020, 00:13

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Dicen que el diablo se esconde en los detalles. En China, lo que se esconde en los detalles son las falsificaciones. Lo sabe bien la bodega española Hammeken Cellars: una simple 'L' en el corcho de la botella sirvió para confirmar que en varias tiendas de Chengdu estaban comercializando la copia de uno de sus vinos más famosos. «Habían escrito Allegranza con una sola ele en un lugar en el que nadie presta atención», comenta Diego Infantes, responsable de ventas. «El resto de la falsificación era casi perfecta. Habían escaneado y reconstruido las etiquetas, y habían copiado hasta la de una medalla de oro que habíamos recibido. La botella era diferente, pero si la hubiese visto en una estantería, sin cogerla, habría pensado que era nuestra», añade David Añó, jefe de Márquetin, en una entrevista con este diario.

La falsificación del Allegranza la descubrió su importador en China a finales de 2017 cuando vio que en WeChat -el WhatsApp chino- se estaban vendiendo botellas a un precio muy inferior del oficial. «Lo primero que hizo fue desconfiar de nosotros, pero le aseguramos que no estábamos utilizando otros canales y entonces decidió enviar un empleado a indagar en varias tiendas», recuerda Añó. Remitió las muestras a España, y Hammeken certificó que aquel no era su vino. «La graduación era de 12,5, cuando el original es de 13,5, y también era más plano y transparente. Creemos que se trata de un vino español que se vende a granel y que se embotelló, posiblemente rebajado, en la zona de Yantai», explica Infantes. Por lo menos, no suponía un peligro para la salud de los consumidores.

Como Hammeken había hecho los deberes y tenía su marca registrada en China, decidió adentrarse en un camino que no instila mucha confianza en el gigante asiático: el judicial. «Solo conseguimos pruebas de dos tiendas, porque las otras ya habían retirado el vino falso cuando fueron los peritos, pero consideramos que era necesario defender nuestra marca para evitar perder el mercado chino», comenta Añó. No en vano, la información sobre las falsificaciones se extendió y las ventas en 2018 se desplomaron. De más de 350.000 botellas pasaron a 141.000. «Es un proceso largo y duro, pero China ahora protege mucho más la propiedad intelectual y el tribunal ha acabado dándonos la razón», cuentan con satisfacción.

El juez de Chengdu ha introducido a los responsables de las dos tiendas en la lista negra del país y los ha condenado a indemnizar a Hammeken con 118.000 yuanes (15.100 euros). «Si tenemos en cuenta que el proceso nos ha costado unos 30.000 euros, yo diría que la sentencia debería haber sido más dura. Pero no se puede probar el perjuicio que nos ha causado y, en cualquier caso, el hecho de que los responsables hayan acabado en la lista negra creo que es suficientemente disuasorio porque acarrea muchas restricciones personales», afirma Infantes, que considera el caso un buen ejemplo para otras bodegas que sufren una situación similar.

«En China copian todo, y el miedo a que la marca se devalúe por esa razón hace que muchos decidan no ir. De hecho, me sorprendió que el joven que creemos que era el cabecilla de la operación dijese que, aunque sabía que era ilegal, no consideraba que estuviese haciendo nada malo copiando el vino porque es algo habitual. Perdura también la sensación de que es imposible ganar un juicio en China y de que es muy caro. La indemnización no compensa, pero sí lo hace mantenerse en el mercado», añade Infantes. «Nosotros hemos recuperado la confianza del consumidor con esta batalla y usando nuevas etiquetas. Otros crean marcas exclusivas para China, pero creo que tampoco es la mejor opción», opina el responsable de ventas.

En su caso, la estrategia ha funcionado. El año pasado, el crecimiento de Allegranza fue meteórico y, a pesar de los malos datos del sector en el gigante asiático, sobrepasó el medio millón de botellas vendidas. «Hace diez años ni nos habríamos planteado ir a los tribunales. Pero, ahora, el país se está tomando esta situación mucho más en serio. Eso sí, es importante registrar la marca a nivel global, porque puede suceder que un chino lo haga antes y, en ese caso, sí que está todo perdido», advierte Añó.

Sin duda, el vino falso es un grave problema en China. No es difícil encontrar botellas a precios dudosamente bajos en los que, solo fijándose mucho en detalles como faltas de ortografía en textos escritos en un idioma que no sea el chino, se puede certificar que no son lo que parecen. Diferentes estimaciones cifran en unos dos millones el número de botellas de vino falso que circulan en el país, y, en el caso de algunos vinos concretos, pueden representar hasta el 40% de toda la producción comercializada en el país. Franck Desevedavy, abogado y especialista en vino residente en China desde 1995, asegura que solo en China hay más botellas de los prestigiosos Romanée Conti de 1945 y Château Lafite de 1982 que el total producido originalmente.

Lógicamente, la mayoría contiene un caldo muy diferente. Desafortunadamente, no siempre es un vino inofensivo como el que vendían en Chengdu con el corcho de Alegranza: también hay otros en los que se han añadido elementos que pueden resultar nocivos, aunque en la mayoría de casos se agregan solo agua y azúcar. Quienes prefieren no arriesgarse a juicios como el de Hammeken optan por otra estrategia: copiar la estética de vinos muy conocidos, como el Penfolds Australiano, pero cambiar el nombre por, digamos, Panfolds o Peinfolds. Es un negocio lucrativo incluso cuando los vinos falsificados se venden por menos de 20 euros, como el caso del que comercializa Hammeken, porque el costo real no supera los dos euros. Pero los tribunales parecen empezar a ponerle coto.

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