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Un Rubén Yáñez sideral, en una versión angelicalmente protectora, envolvió un punto divino en papel de regalo para un Sporting que no perdió contra el Levante ... por su inspiradísimo portero. El Ciutat de Valencia acabó de morros, ojiplático por los cuatro paradones que firmó el meta (uno tras un desvío de Olaetxea, baja para el sábado por sanción), que embridó el empate con un repertorio salvavidas. Si existen motivos a los que agarrarse para creer en una hipotética remontada, con los cinco puntos sobre nueve demasiado enclenques aún para neutralizar la escapada del 'play off', el partidazo de Yáñez bien vale un acto de fe dentro de una actuación coral gris e irregular, aguantando embestidas casi todo el rato.
Levante
Andrés Fernández; Dela, Elgezabal, Pampín, Manu Sánchez; Kochorashvili (Espe, m. 87), Iborra (Lozano, m. 63), Morales (Gores, m, 75), O. Rey (Algobia, m. 75), Carlos Álvarez e Iván Romero (Martínez, m. 63).
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Sporting de Gijón
Yáñez; Guille Rosas (Kevin, m. 87), Maras, Róber Pier, Diego Sánchez; Olaetxea (Nacho Martín, m. 87), Nacho Méndez, Gelabert (Oyón, m. 87); Dubasin, Caicedo y Nico Serrano (Dotor, m. 66).
Árbitro: Pérez Hernández. Amonestó en el Levante a Elgezabal, Iborra, Dela; y en el Sporting a Olaetxea, Nacho Méndez.
Incidencias: partido disputado en el Ciutat de Valencia.
Aplicado en el orden, con Caicedo y Róber Pier calzados al once, y Diego desempolvando sus tiempos de lateral zurdo, la tropa de Albés trató de no descomponerse en la salida, confirmando que atraviesa una etapa de apretarse el cinturón más que de vivir al galope. Ya son tres partidos sin goles. No hubo vértigo. Sí resistencia pura y dura. Un equipo que abrochaba un chaleco antibalas en el patio trasero con las mudanzas de Olaetxea, cuya quinta tarjeta obligará al equipo frente al Almería a saber cómo es la vida sin él, y los automatismos que impone el oficio actual de Diego. Así, el Sporting vivió sometido todo el arranque, enchironado en su campo. El Levante, más estético y hostil, calentaba el pie subido al fútbol de un eléctrico Carlos Álvarez. La palanca para todo. 'El Comandante' Morales disparó dos veces. La segunda detonación, meridiana tras recibir una gran asistencia del sevillano, la salvó Albés a quemarropa. Un primer milagro.
Esa acción hiló con la réplica gijonesa, previo paso por un córner, destapando el plan de Albés, en las antípodas del riesgo. Hermético, enfrascado en la defensa y sin apenas balón, Gelabert recuperó tras un saque de esquina y cruzó todo el campo hasta acercarse a Andrés a toque de corneta. Sucedió que en la definición, con Nico corriendo a su izquierda, se nubló, apagando el nivel de alerta que prometía la galopada. Casi siempre fue gobernador el Levante, que registró otro remate de Dela, frente a las escaramuzas de un austero Sporting. Guerra de guerrillas de los gijoneses, interesados en los espacios. En contragolpear. En tener una referencia, hercúlea, como Caicedo, para embolsar balones largos y aguantar el baile físico con Elgezabal y Dela. Los pretorianos de casa.
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Con Dubasin más apagado que de costumbre, Nico Serrano empezó a entonarse. Primero puso un centro de gol al ecuatoriano, al que el delantero reaccionó de forma tardía. Luego, le colgó una amarilla a Elgezabal, sonrojado por una 'sotana' del navarro. El Levante perdió algo de gas, tras una salida exuberante, y el Sporting empezaba a descansar y a atacar con la pelota, agarrado a las piernas de sus mejores peloteros, con Gelabert de alargador. Con el pincel y la brocha. Otra arrancada del palentino, con centro de Guille y remate desviado de Caicedo, insinuó que el partido oscilaba. Se abría otra fase. Pero el amago de crecida duró un suspiro.
Hubo un parón, destemplador, para atender de urgencia a un aficionado que sufrió una indisposición que parecía grave. La secuencia resultó tensa, con tintes dramáticos. De hecho, cuando Pérez Hernández se dispuso a reanudar el partido, el público y algunos jugadores le abroncaron por falta de tacto. El árbitro echó el freno. Dialogó con los capitanes, aguardó unos segundos y permitió a Iborra hacer una consulta a los médicos del Levante que habían atendido al seguidor y ya regresaban, con gesto tranquilizador. El balón volvió a correr y el aficionado fue evacuado poco después. Olaetxea se jugó un penalti con Elgezabal. Libró. El VAR no consideró el agarrón. Y el Sporting llegó a la caseta con la misma cara pálida del inicio. Asediado tras jugar un puñado de minutos intermedios sin dejar que el Levante le mirase por el encima del hombro.
Del diván de la caseta retornó un Sporting con menos complejos. Aunque seguían volando balones por su área, espigaba con las aventuras gambeteras de Gelabert y, sobre todo, Nico, más la brega de Caicedo. Todos los ataques prendían por la izquierda, con el navarro más cuajado que en su estreno de titular. Andrés Fernández le birló el gol en una contorsión para rebotar su pateo desde fuera del área. Pero en un movimiento llamativo, encaminado a apretar el corsé táctico de su tropa, Albés lo retiró, metiendo a Dotor, mudándose Gelabert, el más intentón de los gijoneses, a la izquierda. Campuzano refrescó las piernas de Caicedo.
Cerca del último cuarto de hora, la hinchada local empezó a avinagrarse. El partido estaba catatónico. Pero el baile de cambios embaló al Levante, con más arsenal y mejores soluciones, inclinando el campo. Y llegó la 'hora Yáñez', que negó el gol del Levante en dos ocasiones clarísimas y con sus compañeros retrocediendo. El Sporting alcanzó el final exprimido, sin piernas, con otra parada salvadora de su canonizado (por el sportinguismo) meta, con Albés metiendo otros tres cambios en la prolongación.
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