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Arte que ilumina

Lleva más de medio siglo de vida nómada con una obra dispersa entre la selva amazónica y cualquier rincón de la Península El escultor Antonio Oteiza prepara en Gijón su próxima obra, 'Vía Lucis'

MIGUEL MORÁN

Domingo, 13 de junio 2010, 04:36

Cuando todo se derrumbe él no va ser ese último que apague la luz. Su candela lleva encendida más de ochenta años. En una época oscura, cuando el mundo se debate entre keynesianismo o neoliberalismo y los economistas pesan más que los filósofos es cuando llamas como la de Antonio Oteiza (San Sebastián, 1926) amenazan con incendiarlo todo e iluminar el mundo. Monje capuchino, nómada y escultor con la Tierra por taller. «Vivo al aire de los destinos del voto de obediencia», dice en un receso de su frenética actividad de una semana en el taller de Cerámica La Guía, donde gracias a la hospitalidad de su amigo Alberto Estrada ultima su obra 'Vía Lucis', 14 relieves en bronce que hacen referencia a las apariciones de Cristo tras la Resurrección.

Desde los años sesenta del siglo pasado, ese privilegiado entorno gijonés es parada y fonda, un par de veces al año, del monje capuchino. Uno más de las decenas de lugares desde Azcoitia a las selvas del Orinoco que disfrutan de su arte y pedagogía. Todo aquel paraje que ofrezca taller y buena compañía es adecuado para morar. «Para un taller sólo se necesita un horno, un plano inclinado o una simple mesa. Para estar a gusto hay que darse, no aprovecharse de los demás y saber compartir. Entonces siempre obtendrás respuestas positivas de las personas». Con esta actitud vital no es extraño que asegure haber realizado más de 10.000 obras, en su último recuento «allá por los setenta». «Cuando veo a uno de mis muchos amigos, siempre dicen que tienen obra mía».

Los relieves acabados en La Guía lucirán en alguna iglesia de Cantabria o Asturias en los próximos meses. Una iconografía muy alejada de la tradicional de «lágrimas, luto y sufrimiento» y más cerca de la «esperanza y la vida», destaca Oteiza, quien encuentra un «contrasentido la escenografía de la liturgia, sin momentos alegres como la Resurreción y con tantos tan dramáticos como la Crucifixión».

Su vasto recorrido vital contradice su recorrido artístico siempre unido al expresionismo. «Es la manera de decir las cosas con más pasión y hondura». La obra de su hermano mayor, Jorge Oteiza (fallecido en 2003 a los 94 años de edad) próxima a lo abstracto le resulta ajena. «Él puso énfasis en la investigación del espacio, yo del tiempo y la sucesión». El destino los separó por lejanía cronológica, Jorge era el mayor y Antonio, el benjamín, y distancia geográfica(América, País Vasco).

La distancia entre el converso de hace cinco minutos y el de casi un siglo de bagaje vital es la misma que hay entre lo falso y lo auténtico. Antonio que no se alejó nunca del camino de los desheredados reflexiona sobre un hombre occidental «falsificado, angustiado por la materia y el dinero y lejos de la naturaleza. Me siento más cercano al hombre primitivo».

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