«Esta plaza es una época: los años 80»

Un anarquista vestido con un sombrero de ala corta blanco y camisa azul marino que lo mismo cruza sorteando los coches en el medio de Toreno como atraviesa el césped del Campo de San Francisco para atajar; un hombre que habla sin pausa pero sereno, como quien tiene las cosas claras, y que en su conversación salta de las obras de Navascués en el Museo de Bellas Artes de Asturias a los jardines del museo Kröller Müller de Holanda. Es en ese momento de relajo, fuera de los despachos, en una mañana soleada de sábado, cuando el decano del Colegio de Arquitectos, Alfonso Toribio, explica por qué su lugar preferido de la ciudad es la plaza de El Paraguas.

Llega con cinco minutos de retraso y se sienta a leer el periódico a la sombra. «Me cuesta encontrar sitios preferidos en ciudades como Oviedo o Madrid que no tienen accidentes de agua», advierte, aunque en seguida hilvana con los motivos que primaron a El Paraguas frente al resto. Se resumen en dos.

El primero tiene que ver con la parte personal. «Para mi esta plaza es una época, los años 80, cuando estaba estallando la Democracia y había aires nuevos de libertad», describe. Para Toribio toda esa eclosión de independencia se concentró en la plaza de El Paraguas, el espacio primigenio de Tribuna Ciudadana y el premio literario Tigre Juan. Allí, en aquella plaza que hace 30 años parecía otra, conoció Toribio a Ángel González. «Este lugar tiene que ver con él. Era un momento en que vivíamos todo lo contrario a la actualidad. Ahora, parece que la Democracia está secuestrada por los poderes políticos. No puedo evitar la añoranza. Los años 80 ahora me parecen el futuro», comenta.

Pero no es solo por las vivencias personales por las que el arquitecto ha escogido la plaza de El Paraguas. Algo tiene que ver también su profesión. Dice que en un «Oviedo con la estética del mobiliario urbano que hemos sufrido, siempre se agradece contemplar la naturalidad con la que conviven la arquitectura tradicional con elementos de su época». El edificio del termómetro en La Escandalera es para Toribio otro ejemplo de esa convivencia equilibrada que «hoy es más difícil».

La obra que ahora le da nombre se instaló en el centro de la plaza en 1929. Por aquel entonces se experimentaba sobre las posibilidades del hormigón. «Se consiguió una obra funcional que es bonita, que ordena el espacio y se convierte en un punto de referencia», subraya. A renglón seguido, lamenta que en la actualidad la ciudad carezca de obras similares.

«Cuando se ponen farolas y quioscos parece que tienen que ser como los de hace 100 años. Tenemos a la ovetense Patricia Urquiola que hace mobiliario urbano de hoy y muy bonito. Tienen que usarse diseños de siglo XXI y hay que tener más nivel a la hora de escoger», defiende.

Dentro de ese ejemplo de arquitectura moderna que apoya no entra el Palacio de Congresos de Santiago Calatrava, «porque es un bofetón a la ciudad». «Es un edificio desafortunado. No se pueden hacer siempre los mismos diseños sin tener en cuenta el entorno. Sólo hace falta subir al Monte Naranco para ver que está fuera de lugar. El edificio no se inserta en la ciudad», valora.

Sentado en la plaza de El Paraguas frente al inmueble amenazado por la descatalogación de edificios históricos, en cuyos bajos se ubica el primer pub ovetense, la pregunta es inevitable. ¿A favor o en contra? «Es complicado. El fachadismo es negativo. No pueden vaciarse los inmuebles, pero si el edificio ha llegado a la ruina por cuestiones económicas, lo mejor es estudiar caso por caso y escoger el mal menor. Y por supuesto teniendo siempre en cuenta cuestiones históricas y sentimentales». Al final, el problema siempre es «entre lo que debe ser y lo que puede ser».