«Tranquila, este es un estúpido, no puede matar a nadie»
El asturiano Roberto Fernández Montes, cuyo cadáver calcinado apareció en un descampado de Buenos Aires, mantuvo hasta hace meses una estrecha relación con su yerno, pero todo se truncó cuando descubrió que le había estafado en su negocio. Santiago Corona, principal acusado por el crimen, se sintió despreciado y comenzó a amenazarle, pero el empresario no creyó sus intenciones
ELCOMERCIO.ES
Viernes, 27 de enero 2017, 11:32
El asturiano Roberto Fernández Montes, cuyo cadáver apareció calcinado esta semana en un descampado de Buenos Aires, mantuvo una tensa relación con su yerno, principal acusado por el asesinato, en los últimos meses, aunque hubo un tiempo en que fueron uña y carne.
De momento hay dos detenidos por el caso: el yerno de la víctima, Santiago Corona, de 34 años, y César Ricardo Arce, de 43, mecánico que había realizado trabajos para la empresa del lenense, Mini Vial, dedicada al sector de la construcción. Ambos están acusados como responsables de la muerte del empresario y hay un prófugo.
Las personas que rodean a la familia cuentan al diario Clarín que entre ellos hubo una profunda confianza, fruto de una relación basada en la admiración, pero también había entre ellos sentimientos de competencia y envidia. Santiago Corona llegó a convertirse en la mano derecha de Roberto Fernández Montes (68 años) en los negocios. Sin embargo, todo se torció cuando hace ocho meses el lenense afincado en Argentina descubrió importantes deudas en Mini Vial, la empresa de alquiler de construcción de maquinaria que poseía y que su yerno terminó por llevar a la quiebra. «Roberto se dio cuenta de que algo andaba mal cuando se rompió una máquina y llamó al seguro. Le dijeron que hacía meses que no se pagaba», relatan.
A partir de ese momento los reproches de la víctima hacia Corona no cesaron, lo que motivó el enfado de este. «La violencia fue creciendo. Al principio traté de apelar a su costado emocional, que pidiera disculpas y devolviera la plata. Pero a medida que aparecieron las pruebas se iba poniendo más agresivo», explicó a Clarín Natalia Fernández (34), hija mayor de la víctima y esposa del acusado. Fue en noviembre cuando Santiago Corona empezó a enviar serias amenazas a su suegro, aunque el empresario no pensaba que el marido de su hija sería capaz de hacerle daño. «Tranquila, este es un estúpido, no puede matar a nadie», dicen que solía responder
Santiago Corona conoció a la hija de Fernández Montes hace 13 años y, como era contable de formación, terminó llevando las cuentas de su negocio. Aunque cuando conoció a Natalia Fernández estaba trabajando como camionero. De hecho, tenía una gran afición por el mundo del motor y coleccionaba coches en miniatura. Antes de irse a vivir con su mujer a un apartamento, vivió con su suegro y por eso conocía tan bien el edificio en el que supuestamente cometió el crimen. Una circunstancia que le habría servido como tapadera si no se le hubieran soltado algunos cabos: pensaba que el guardia de seguridad estaba de vacaciones, aunque este no había viajado, y creía que las cámaras estaban estreopadas, pero ya habían sido arregladas. Gracias a ellas la otra hija de la víctima, Giselle, de 32 años, pudo acceder a las imágenes y confirmar sus sospechas sobre su cuñado, sobre el que el abogado de la familia, Matías Morla, tiene la teoría de que preparó el crimen: «Desde agosto que sacó una póliza de seguro para la víctima del que Natalia era beneficiaria».
El entorno de Santiago Corona cuenta también que éste sobrevivía gracias a su familia, que el domingo pasado regresaba a Argentina de un viaje por Europa y se tuvieron que ir directamene a la comisaría en donde su hijo se encontraba detenido. El padre, exmilitar, solo acertó a decir: «Si hizo esto, perdí un hijo».