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José Ramón Méndez, ayer.
«La música clásica es sublime pero no da votos»

«La música clásica es sublime pero no da votos»

«Hemos logrado colocarnos a la cabeza de los certámenes en todo el mundo. La fama es muy superior fuera de España que en nuestra ciudad»

PACHÉ MERAYO

Domingo, 16 de agosto 2015, 00:20

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Fue niño prodigio y aún arrastra la leyenda del 'Pequeño Beethoven', aunque asegura que en aquel sobrenombre anclado a sus manos de pianista desde los seis años hubo mucho de etiqueta y poco de realidad. Hoy, José Ramón Méndez, asturiano de Gijón (nacido casualmente en León), es un reputado pianista que enseña los misterios de la música a los aventajados alumnos de la Universidad del Estado de Pensilvania, da conciertos por el mundo y cada agosto vuelve a su mar para llevar las riendas del Festival Internacional de Piano de Gijón. Hoy, ante el inminente comienzo de la edición número 16, que hace presentación esta tarde y mañana inicia clases y conciertos, echa una mirada al pasado para volver luego al estado actual de las cosas y reivindicar la importancia de la música culta en una sociedad culta.

El Festival de Piano crece cada año y subsiste sin ayudas ¿cómo lo hacen?

Se retroalimenta de su propia actividad. Tanto dinero reunimos de las matrículas, tanto dinero tenemos para gastar. Al término del festival, no queda un duro para nadie. Somos una asociación sin ánimo de lucro y queremos que ese punto sea conocido.

Logran atraer a talentos musicales de todo el mundo ¿Cuál es el secreto?

Hemos logrado colocarnos a la cabeza de los certámenes en todo el mundo. La fama es muy superior fuera de España que en nuestra ciudad. Somos uno de los festivales de piano más importantes del mundo. Se sabe más de nosotros fuera que en Gijón.

¿Cojea esta ciudad de ese pie musical?

Sí que cojea y mucho. Oviedo tiene tres orquestas, un festival de piano y una temporada de ópera. En Gijón lo que había está muriendo. Aquí prima la cultura del entretenimiento y se han olvidado de algo esencial. Está claro que la música es sublime pero no da votos.

¿La culpa es de los políticos?

Yo que vengo de Estados Unidos me deja desconcertado el planteamiento, la planificación. Aquí, y me refiero a España, hay un talento excepcional, pero no hay un plan de estudios riguroso. Se han olvidado de que el mismísimo Platón decía: «Si yo tuviera que dedicarme a la enseñanza, solo enseñaría música. Es lo más importante». Si las cosas siguen así, está claro que no habrá grandes intérpretes salidos de nuestras aulas. Los talentos innatos seguirán saliendo, porque eso siempre ha sido así, pero deberán formarse fuera, porque en España...

Hablaba de la diferencia entre la proyección de la música clásica en Gijón y Oviedo. ¿A qué cree que se debe?

No veo ninguna razón evidente. Pero lo cierto es que aquí ni cantidad, ni calidad. No se de quién depende, si de los programadores o del público que no lo aprecia. La cuestión vuelve una vez más a la educación. No sé por qué se piensa en que la música clásica es de una élite, pero no hay nada más lejos de la verdad. La buena música no sabe de ideologías.

Defensa del acordeón

Usted fue acordeonista antes que pianista.

Mi padre fue profesor de acordeón y él fue mi primer maestro. Di varios conciertos y llegué a tener algún premio nacional, pero pronto me di cuenta de que no podía con el acordeón y con el piano y me decidí por el segundo.

El instrumento rey.

Hombre, el acordeón es un instrumento muy joven y tiene una fama que no se merece. La gente está muy confundida con él. Es como si consideráramos al piano solo como ese instrumento que se toca en las cantinas en las películas del Oeste.

Si su padre no le hubiera llenado la casa de música, ¿usted podría ser abogado y no pianista?

No lo sé, aunque lo cierto es que seguramente estaría predestinado. Mi hermana fue expuesta a la misma energía llena de música que yo y optó por otro camino.

¿Se recuerda de pequeño dando conciertos?

Claro. Era mi vida, todo el día de concierto en concierto. A los siete actué por primera vez en televisión, pero ya llevaba mucho tiempo tocando en público.

Fue considerado un niño prodigio. ¿Cómo se lleva eso?

Con la absoluta creencia de que era una etiqueta. Mozart fue un niño prodigio, yo, por mucho que dijeran, solo tocaba el piano con muy pocos años. El resto del tiempo era como los demás niños y jugaba al fútbol.

¿Ha tenido que tener un especial cuidado con las manos o eso es un mito cinematográfico?

Es un mito, sí, y efectivamente muy cinematográfico. Está claro que las cuido, pero no de una manera obsesiva. Hay pianistas que las aseguran.

¿Y usted?

No, yo no. Y que conste que la mayoría tampoco.

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