Borrar
¿Quieres despedir a tu mascota? Puedes hacerlo en el nuevo canal de EL COMERCIO
OPINIÓN ARTICULOS

La cicatriz de Marilyn

PEDRO ANTONIO CURTO

Miércoles, 1 de agosto 2007, 03:18

UN día fotografiaron a una tal Norma Jean en la fábrica que trabajaba durante la Segunda Guerra Mundial para una publicación propagandística. Sería el principio de miles de fotografías, de la elevación de una chica de la clase trabajadora para a la gloria del deseo, el glamour y el sueño americano. Era el nacimiento de un mito, de un 'pin-up' del impero, Marilyn Monroe.

En unas de sus últimas fotografías vemos a una Marilyn entrada en la madurez; la piel traslúcida se empieza a oscurecer; al lado de sus ojos aparecen las primeras arrugas; las facciones ya no son tan leves y su sonrisa está acompañada de marcas, pero sobre todo aparece una cicatriz. Son 15 centímetros en el lado derecho de su vientre; parece otro sexo aunque horizontal, que hubiese devenido cerrado y virgen, una sonrisa herida, un sexo muerto; un aviso de la oscuridad total que vendría unos meses después.

Son las fotografías realizadas por el prestigioso fotógrafo Bert Stern, que acaban de ser publicadas en España y que éste realizó en para la revista 'Vogue'. Muchas de ellas serían censuradas por la propia publicación, porque incluían desnudos, cosa que la actriz no había realizado desde que apareció en un celebre calendario.

La cuestión de la cicatriz la explica ella misma según nos dice el fotógrafo: «¿Y mi cicatriz?/-No sabía que tuviese una cicatriz. ¿Cómo se la hizo?/( ). Me sacaron la vesícula biliar hace poco más de un mes. ¿Cree que la cicatriz se notará?». Sí, la cicatriz se ve, a pesar de los tules, de las sombras, de los retoques. Y tampoco importa, porque una belleza lacerada sigue siendo bella, porque ésta siempre es abstracta, intangible, vulnerable, porque como todo lo mítico juega a colocarse sobre el pedestal igual que a tener la fragilidad humana.

Pero la mayor cicatriz de Marilyn estaba bajo su piel. Era el deseo de huir de su mejor personaje, sin poder hacerlo, de la brutal contradicción que supone alcanzar un sueño y convertirse en prisionera del mismo, como ella dijo tras separarse de Arthur Miller: «Cuando me casé con él, una de mis fantasías era que podía huir de Marilyn Monroe a través de él, y aquí me encuentro de vuelta, haciendo lo mismo, y no puedo soportarlo, tengo que salir de ahí». Por lo ocurrido, no pareció conseguirlo.

Marilyn es junto al Che uno de los mitos más socializados, porque nos lleva a vestirnos en su piel, a vivir su sueño, a hacerlo tan real como imposible y, finalmente, a fracasar en el intento. Son contradictorios y humanos como los dioses del Olimpo; por eso son nuestros, cercanos e icónicos al mismo tiempo.

Estas últimas fotografías nos muestran la desnudez de Marilyn, desvelada tras tules traslúcidos, acompañada de joyas, de flores, de juegos, de un sinuoso glamour. Son poéticos, realizados a medio camino entre su cuerpo y el arte del fotógrafo, jugando a la recreación que cada cual puede dibujar con sus pupilas según su propia fantasía. Porque la desnudez puede resultar un vestido; lo es en las pinturas de Rubens cuyas modelos nos muestran sus carnes amplias a modo de sensitivo tejido seductor para los cánones de la época; y lo es para Marilyn, por su pose, por su piel, por su mirada.

Era fantasía que ella creaba y la hacía traspasar a quien la observaba, a quienes hoy podemos seguir contemplándola. Porque, como el arte, trasciende al propio artista y hoy podemos seguir disfrutando de ese sueño llamado Marilyn. Incluso descubriendo aún más, a pesar de los años, a pesar de que se han publicado más de seiscientos libros, porque ha llegado a donde sitúan ese pedestal que comparten el mito y el buen arte: lo imperdurable. Pues, a pesar de los cambios, de los avances tecnológicos, el viaje de Ulises en busca de su Ítaca seguirá siendo nuestro viaje y Marilyn la fantasía recreada millones de veces.

Ella lo había querido así al fabricar su propio personaje, aunque quizá no; porque cualquier ser que parte de nosotros es una liberación por cuanto podemos escapar de nuestro cuerpo a través del mismo, pero también se puede convertir en una pesada carga. Así, una de sus mayores fantasías condensaba ese anhelo: «Soñaba que estaba en medio de una iglesia, sin ropa, y toda la gente yacía a mis pies, en el suelo de la iglesia, y yo paseaba desnuda, con una sensación de libertad, sobre sus cuerpo postrados, teniendo cuidado de no pisarlos».

Una fantasía que se haría realidad en aquel famoso momento en que cantó el cumpleaños feliz al presidente Kennedy. Con un vestido ajustado y seductor, según se dice, sin nada debajo, se mostraba ante el hombre más poderoso del mundo y ante miles, millones de personas. Pero ni el 'liberal' Kennedy, ni la mayoría de los que la contemplaban, pudieron entenderla, ni saber qué expresaba con aquel sueño. Porque su fantasía coincidía con el 'star systen' americano que produce productos fantásticos, que parten del conocimiento de nuestros más secretos deseos, para quitarles su factor trasgresor y convertirlo en un 'pin-up'.

Y es cierto que en buena medida les ha funcionado, con rebeliones que pretendieron ser contestatarias (los hippies, por ejemplo), pero acabaron engullidas por el comercio y el consumismo. Mas con Marilyn fracasaron , al encontrarse con alguien para quien fantasía, sueño y belleza, constituían también una forma de rebelión. Por eso la condenaron, por eso no quisieron que huyese de la Marilyn que ellos habían creado, de la Marilyn que ella quería ser. Esa fue realmente la cicatriz de Norma Jean.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio La cicatriz de Marilyn