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Los Reyes, con las jóvenes de Colombres vestidas con los trajes tradicionales.
El Rey hace en Colombres una oda a «los asturianos de la emigración» y su generosidad

El Rey hace en Colombres una oda a «los asturianos de la emigración» y su generosidad

Don Felipe subrayó en Colombres que la esperanza del futuro» tiene mucho que ver con «cuidar y conservar el pasado»

PACHÉ MERAYO

Domingo, 25 de octubre 2015, 00:45

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Sonrientes, felices entre vivas enaltecidos y «guapos» consolidados como las banderas a su paso, los Reyes disfrutaron en Colombres de su «lección de belleza», pero también de la enseñanza de «progreso y de bienestar». Tres virtudes que no fueron las únicas que esgrimió don Felipe para felicitar al pueblo que este año fue proclamado Ejemplar. Al hacer entrega oficial del premio que cada año otorga la Fundación Princesa de Asturias y cierra la agenda de Sus Majestades en esta tierra, el monarca no olvidó ni una sola de sus excelencias, incluido el «cariño» con el que él y doña Letizia fueron recibidos. Pero sobre todo, no olvidó subrayar el peso específico de quienes un día partieron a hacer las Américas y volvieron para invertir aquí sus riquezas. A su discurso salieron pronto, «con un recuerdo especial» (no escrito) también todos los que aún mantienen al otro lado del Atlántico «su cariño y sus sentimientos por esta tierra». Poco después se refería a la «generosidad de los asturianos de la emigración», ya que son, dijo, con el Archivo de Indianos a su espalda, «el mejor símbolo de la manera productiva y resuelta con la que habéis enfrentado los problemas, a menudo acuciantes y siempre complejos del presente».

De los indianos, cuyo legado cuidadosamente conservado ha logrado dinamizar la cultura, la economía y la sociedad de Colombres y de todo Ribadedeva, habló también el Rey para recordar que «el carácter solidario, participativo y de unidad» que se respira en sus calles es «el mejor regalo que os han hecho». Un regalo que ha acabado haciendo de este lugar, ahora destacado como Pueblo Ejemplar de Asturias, «un modelo de desarrollo económico y social y que es, además, el origen de la vinculación fructífera que muchos de los emigrantes y sus descendientes mantienen con vosotros impulsando y creando relaciones e iniciativas prometedoras».

El cruce de los caminos y también de tiempos se sostuvo firme desde la primera a la última palabra en su intervención. «La esperanza en el futuro», tiene mucho que ver, subrayó, con «la conservación y cuidado del pasado». Con no olvidar. Algo que saben los colombrinos. Su historia lo demuestra. Algo, aseguró don Felipe, que «en estos momentos difíciles que vive la humanidad, cuando se impide en muchos lugares a seres humanos la vida en libertad», se observa con más trascendencia. Por eso él volvió «los ojos a comunidades como ésta para encontrar las virtudes y los principios que hacen grande a un pueblo, el profundo amor por la tierra y el espíritu de apertura a otros mundos».

Sus palabras se iban evidentemente a la historia marcada por la emigración a América. Las vestiduras, de referencias cubanas, mexicanas o bajo el sombrero de principios del siglo XX de algunos de los que le aplaudían y de entre quienes pedían estrechar su mano y la de la Reina ilustraban esa mirada allende los mares. Pero, con la crisis migratoria llamando a las puertas de Europa, su voz pareció ir un poco más allá del territorio que ayer celebraba fiesta.

Solidaridad y belleza

Gusta el Rey de dejar recados implícitos entre líneas. Pero pronto vuelve al lugar común que todos esperan. Lo hizo también ayer para aplaudir la capital de Ribadedeva como «una villa ejemplar, una villa dinámica, cosmopolita, alegre y solidaria. Un ejemplo que hoy reconocemos y admiramos». Un lugar de singular belleza enclavado en el extremo oriental de Asturias, con apenas un millar de vecinos, que, además, «ofrece al mundo una lección de solidaridad y trabajo compartido». Y es que la unión de fuerzas fue otra de las virtudes más destacadas. Sin duda una de las mejor recibidas, aunque no fue al mentar sus capacidades cuando los aplausos irrumpieron en mitad del discurso, sino cuando, levantando la mirada del papel, habló del cariño demostrado. Tanto fue, dijo, que «estad seguros de que le contaremos a la Princesa de Asturias, a Leonor y también a la infanta Sofía, quiénes sois, cómo sois, el paisaje precioso y la maravillosa villa que tenéis y cómo hemos disfrutado de este día inolvidable». Una jornada que tras esas palabras estaba ya cerca de terminar.

Para entonces habían ya descubierto la placa conmemorativa del premio, escuchado del párroco Amador Galán las reformas de la iglesia de Santa María, recibido la plástica y marcial Reverencia de 30 jóvenes, recorrido todo el pueblo y saludado a todos los vecinos. A los que viven allí y a los que llegaron de todos los rincones de Asturias y de fuera para verles «de cerca», que «son más guapos».

De aldea a villa moderna

Hizo de guía inseparable, el alcalde de la villa, Jesús Bordás, cuya voz también se dejó oír en el acto oficial de entrega del premio. Primero para viajar al pasado a principios del siglo XVI y recordar cómo era Colombres cuando hizo noche Carlos I. Después para evocar cómo aquella aldea «hoy es una villa moderna». Un lugar que «ha sabido sacar adelante sus proyectos trabajando codo con codo». Un lugar, cuyo mapa se extiende también «a un pueblo virtual de emigrantes y descendientes». Siempre presentes ayer. Siempre nombrados «con orgullo». No en vano, dijo «los indianos que dejaron no sólo una honda huella arquitectónica, sino también emocional».

Aplaudido el discurso del alcalde, don Felipe puso en manos de los socios más veteranos de la asociaciones de Colombres, Antonio Álvarez y Román Díaz, el Premio al Pueblo Ejemplar. Con su honra satisfecha. Bien lo advertían sus sonrisas, dieron paso a Lidia Martín Hevia, de la Asociación de Festejos La Asunción, quien también miró al mar y agradeció el presente y el pasado. Antes recorrió los mejores rincones de Ribadedeva. Hizo paradas obligadas, por lugares emblemáticos para acabar describiendo a Colombres como el «amanecer de Asturias». Es, dijo, «calma y vida» por todos sus rincones, desde las «casucas de balcón a las majestuosas villas de indianos».

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