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El helicóptero de la Guardia Civil sobrevuela los bosques cercanos a la sierra, donde se supone que se esconde Tomás Rodríguez. :: CITOULA
Asturias

Una semana huido en el monte

La Guardia Civil sigue su búsqueda en la Sierra de Tineo ocho días después de que su hermano apareciera muerto a la puerta de su cabaña Los vecinos de Tomás Rodríguez hace año y medio que no le ven, pues rehuía el contacto

MARCO MENÉNDEZ

Domingo, 11 de septiembre 2011, 10:52

Ermitaño, desaliñado y con una larga barba que casi le sobrepasa el pecho. Así describen a Tomás Rodríguez sus vecinos de La Llaneza, una pequeña localidad tinetense que vive atemorizada después de que el sábado de la semana pasada apareciera el cadáver de su hermano Manuel a la puerta de la cabaña en la que habitaba sin prácticamente contacto alguno con la sociedad.

Tomás tiene 41 años y lleva más de media vida en el monte, justo en la zona donde hoy se celebra la Fiesta de la Trashumancia, en la Sierra de Tineo. Los vecinos de La Llaneza prácticamente no se acuerdan de cuándo fue la última vez que le vieron y calculan que el último que lo hizo fue hace un año y medio, a pesar de que en una de las tres casas del pueblo solían pasar temporadas sus padres y su difunto hermano.

Hasta los 20 años llevó una vida completamente normal. En su infancia jugaba con los vecinos de su edad e incluso, al parecer, llegó a trabajar en una maderera de Navelgas. Pero decidió cambiar radicalmente de vida y adecentó una destartalada cabaña en plena Sierra de Tineo, monte arriba de La Llaneza.

Sus primeros años en soledad no fueron nada fáciles pues, según apuntaron agentes de la Guardia Civil, era dado a la bebida y a otros excesos. Alejarle de ese tipo de vida fue el objetivo de su hermano Manuel, quien le compró un rebaño de vacas «para que se entretuviera». El ganado hizo que Tomás fuera abandonando el alcohol pero lejos de estabular las reses y mantenerlas en prados cerrados, optó por soltarlas al monte, donde las atendía continuamente, como queriendo transmitir a los animales la misma libertad con que él deseaba vivir. Los tenía perfectamente cuidados y, además, le servían de alimento, ya que la leche era fundamental para su subsistencia. Los lugareños recuerdan haber visto en contadas ocasiones al fugado con sus vacas, caballos y su inseparable perro, aunque los contactos directos eran escasos, pues «cuando la gente lo veía se iba», apunta un vecino.

En La Llaneza hay miedo, ya que los lugareños no saben qué podría ocurrir si Tomás se decidiera a bajar al pueblo a por comida, máxime tras trascender que la Benemérita habría encontrado en su cabaña dos armas artesanales. No se trata de la primera vez en la que el hombre causa algún problema. En una ocasión le tiró una piedra a un vecino y en otra ya fue buscado infructuosamente por la Guardia Civil después de que amenazara a otra persona.

Una modesta cabaña

Pero, ¿cómo era su vida? Tomás Rodríguez convivía en una cabaña con su perro y un caballo. El estiércol se entremezcla con paja, ropa, comida, aperos de labranza, cacerolas, platos y hasta una carretilla. Los olores son fuertes, predominando el del estiércol y la humedad. En una esquina, en alto, un camastro al que se accede por una modesta escalera construida con palos. La cabaña está cubierta con telas, aunque no consiguen tapar todos los agujeros del techo. Alambre de espino rodea la construcción y a la puerta, la calavera de un animal.

Pero los vecinos aseguran que no siempre pernoctaba en la cabaña, sino que la mayoría de las noches las pasaba al raso en el monte, cuidando de su ganado. Esa circunstancia no era difícil para él, ya que se trata de un hombre profundamente conocedor del entorno que le rodea, en el que hay espesos bosques, muchas cuevas e, incluso, algunas viejas minas que le sirven como refugio. La geografía es, precisamente, su mejor aliada frente a la intensa búsqueda que está realizando la Guardia Civil por tierra y aire.

Con los años, la relación con su hermano Manuel se fue deteriorando hasta el punto de que sus padres le compraban comida sin que lo supiera su otro hijo y se lo dejaban en su vivienda de Llanu'l Riegu, adonde acudía de noche a recogerla, siempre y cuando su hermano estuviera ausente. Los parroquianos aseguran que en el enfriamiento de las relaciones fraternales tuvo mucho que ver la decisión de Manuel de vender su ganado, lo que Tomás habría interpretado como una afrenta a los animales.

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