Los vecinos de Villaviciosa se vuelcan con los demás durante el apagón: «Me recordó a los días de pandemia»
Las ocho horas sin luz sacaron lo mejor de los maliayos, ayudando a aquellos que no podían entrar en casa, comprar o cocinar
El apagón en la Península Ibérica ha dejado un recuerdo imborrable en la memoria de Villaviciosa. La anécdota de cómo las ocho horas sin luz en España paralizó el día a día de los maliayos seguía hablándose este martes en bares, terrazas y calles de la villa, con historias de todo tipo. Sin embargo, las que más prevalecían fueron aquellas en las que los vecinos sacaron lo mejor de sí mismos y ayudaron a los demás cuando hizo falta.
Para Mariajo y Ángeles García la que mejor se había comportado fue su madre. Mientras las dos maliayas tomaban su café de mediodía, destacaron cómo ella «con más de ochenta años» y con gas, «cocinó a sus vecinos, con niños, una potada de lentejas porque ellos tenían vitro y no quería que comieran en frío». No les extrañó para nada, «ella ye así», resumían ambas, lo raro hubiera sido que «se quedara quieta sin 'facer' nada».
La suya es tan solo una más de las anécdotas que pueblan la villa. Mientras que se tuvo muy presente a «los municipales que estuvieron toda la tarde subiendo a gente con problemas de movilidad a sus casas o rescatando a personas en los ascensores», también hubo casos entre los propios vecinos, como el de José Luis Meloso. Mientras hacía la compra en la plaza de abastos recordó cómo a él el apagón le pilló camino a casa. En su edificio «por suerte» no ocurrió «ninguna desgracia», pero un vecino mayor, con andador, «no podía subir las escaleras» y quedó varado en la calle. Junto con un limpiador, los dos le hicieron de apoyo y le ayudaron escalón a escalón. «Sólo fue hasta el primero y casi rompo la espalda», bromeó.
En la plaza, por ejemplo, las compras siguieron «con normalidad» hasta el cierre de las tres, aunque sí hubo casos de recados «enormes». En la Tienda de Gis, su dueña, Gislena Granda, tuvo buena venta y pudo apañarse bien. Mientras que hubo gente que «compró para casa y para vecinos» hubo otros que «se llevaron mucho, por si acaso el apagón llegaba a durar días». Fue casi «como la pandemia», dijo una compradora, «me recordó a los que iban con los carritos hasta arriba».
Velas, agua embotellada y hornillos de gas fueron otra de las compras que se hicieron en los hogares antes de que cerraran las tiendas, además de «rescatar la radio analógica para enterarnos de lo que pasaba y cuánto duraría», añadió Silvia Ruas, maliaya que, aunque con dificultades de movimiento, pudo entrar en su vivienda. Allí observó desde su ventana cómo Villaviciosa salía a la calle y «llenaba los bares y terrazas de los que siguieron abiertos».
Lo que sí tienen todos en mente es que el apagón ha demostrado de lo que está hecha la gente de la villa y que si hace falta no se duda en arrimar el hombro.
Respuesta "inmediata"
El Ayuntamiento movilizó los dispositivos de la Policía Local y Protección Civil para dar respuesta "inmediata" en "lo que fue necesario", según señaló el alcalde, Alejandro Vega.
La prioridad se puso en las tres residencias de mayores de la villa para "ayudar a las personas con vulnerabilidad" y atender a todas aquellas con máquinas de oxígeno, para que "estuvieran cubiertas". También se puso a disposición –en la residencia municipal y concertada– generadores eléctricos para asegurar el abastecimiento.
A ello se le sumó las "intervenciones particulares" en ascensores y comunidades de vecinos con personas mayores.
