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Futuro feminista

Nuria varela

Viernes, 29 de noviembre 2019, 02:26

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Las expertas en coeducación lo explican con claridad. Cuando la escuela se hizo mixta (durante la dictadura niñas y niños estaban en aulas separadas), simplemente se acopló a las niñas a los modelos masculinos. Hasta entonces, en las aulas femeninas se le daba poco valor al conocimiento científico al tiempo que se desvalorizaban los conocimientos tradicionalmente asociados a las mujeres. Así que cuando compartieron el aula, sencillamente, las niñas fueron incluidas en las instituciones escolares pensadas para los niños, para los hombres. Aquello que antes se enseñaba a las niñas fue desapareciendo, considerado como una cultura menor, indigna de ser traspasada a los hombres. Por lo tanto, como señala Marina Subirats, la cultura que transmite la escuela, los valores, la visión del mundo, los saberes, etc..., son únicamente los masculinos y dejan completamente al margen los saberes de las mujeres, sus intereses y sus valores, tanto los de carácter tradicional como los actuales. Y añade Subirats, que nos hallamos en una cultura totalmente androcéntrica, esto es, centrada en los hombres y en todo el ámbito considerado masculino. Las mujeres participamos ahora en el sistema educativo, hemos sido admitidas en él a partir del principio de igualdad, pero no es nuestro lugar, no encontramos referentes propios, somos todavía 'el segundo sexo', una especie de convidadas de piedra, no protagonistas de la educación. La escuela mixta que conocemos es solo un paso intermedio, fundamental pero intermedio, hacia una forma de educar a chicos y chicas, la coeducación, que requiere no solo una escolarización conjunta, sino además, un cambio de modelo cultural. El ejemplo de la escuela mixta y la coeducación puede servir para todos los ámbitos. La presencia de las mujeres en el aula, en los gobiernos, en los supermercados o en las minas, es decir, la presencia de las mujeres en cualquier espacio, en cualquier esfera, es importante, sin duda, especialmente en los lugares de toma de decisiones, en los lugares de donde hemos estado históricamente excluidas, pero solo es un paso intermedio, el primer peldaño de la democracia. El paso significativo es acabar con la desigualdad, dar el salto desde la cultura patriarcal en la que vivimos hacia una cultura de igualdad real en la que el valor, la autoridad, el reconocimiento, el poder, los recursos económicos, la relevancia simbólica, incluso los asuntos de fe no sean patrimonio masculino.

Las herramientas para dar ese salto nos las proporciona el feminismo que no es una cuestión de identidad -no se es feminista por ser mujer y al contrario, ser hombre no invalida para ello-, es, por el contrario, un pensamiento político, una ética, una teoría crítica, en definitiva, una forma de pensar y estar en el mundo que coloca la igualdad en el centro de toda práctica y discurso al tiempo que cuestiona cualquier norma, ley, costumbre, práctica, lenguaje o cultura que pretenda la supremacía de lo masculino. De manera que una sociedad democrática tiene en el feminismo su mejor instrumento, la garantía frente al fascismo. Parafraseando al poeta, el feminismo es un arma cargada de futuro.

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