Fallece José Pérez Barcia, el párroco al que el afecto de Cudillero hizo su hijo adoptivo
Socio fundador de Amigos de Cudillero, destacó por su labor sociocultural en la villa y compromiso con la erradicación de la droga
Á. RODRÍGUEZ
CUDILLERO.
Miércoles, 1 de diciembre 2021, 01:17
Más de cuatro décadas al servicio de la comunidad cudillerense dan para mucho. De los que predican con el ejemplo, José Pérez Barcia, «Don José» para la mayoría, no fue solo un sacerdote, sino «un hombre entregado por completo a la causas sociales». Socio fundador de la Asociación Amigos de Cudillero, participó activamente de la vida sociocultural del municipio mientras la salud se lo permitió.
Desde que el pasado enero fuera relevado en el servicio parroquial, Pérez vivía en la capital, donde falleció ayer a los 81 años, tras haber sufrido un ictus.
Su funeral se oficiará hoy en Cudillero, su querida tierra a la que, como él mismo expresó en su día, « llegó una sombría tarde del mes de enero de 1971 para una estancia provisional que resultó bien consistente».
Hijo adoptivo desde el año 2007, recibió la decimoquinta Insignia de Oro de Amigos de Cudillero en el año 2014, como reconocimiento a una labor «difícil y a veces incomprendida».
Vecinos y amigos destacan su compromiso en «la erradicación de la droga» en los tiempos convulsos de Cudillero, «a finales de la década de los ochenta, cuando la heroína campaba a sus anchas». Una cruda situación que llevó al párroco a crear la asociación La Compaña, gracias a la que «multitud de jóvenes se iniciaron en el programa Proyecto Hombre», apunta Juan Luis Álvarez, amigo del fallecido y presidente de Amigos de Cudillero. Nacido «en una humilde familia de campesino a orillas del Río Navia», en Nogueira de Muñiz, ingresó en el seminario de Covadonga cuando apenas cumplía los doce años. En 1964 fue ordenado sacerdote y siete años más tarde aterrizó en Cudillero para cubrir la plaza de párroco de su tío. Y nunca más se fue.
«Enseguida pude captar que este pueblo era un pueblo esencialmente de fe. Fe en sí mismo, en su historia, en su sabiduría ancestral para desentrañar los misterios de su mar, y fe en Dios.» apuntaba Pérez, recordando las embarcaciones que bendijo. «Yo he compartido con vosotros penas y lágrimas, fiestas y funerales, excursiones y celebraciones. Hemos cantado juntos y nos hemos reído a placer con tantas historias domésticas entrañables», añadía el párroco, asegurando que la vida del cura en un pueblo no tenía para él nada de aburrida si se vivía con coherencia.
«Todos sois, de alguna manera, responsables del apego mío a este Cudillero que me resultó un imán del que solo me separarán fuerzas mayores». aseguró a sus vecinos.