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Jesús Díaz recorre el monte, donde son visibles los daños del fuego en la arboleda.

«Ni un perrón nos dieron. Solo se hicieron fotos»

Las llamas provocaron daños de 1,7 millones en Allande y dejaron secuelas físicas. Sin las ayudas regionales prometidas, los ganaderos han recurrido a créditos Los incendios de 2017 arrasaron más de 1.640 hectáreas

BELÉN G. HIDALGO

ALLANDE.

Domingo, 12 de enero 2020, 01:08

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Más de dos años llevan los vecinos del Valledor luchando por recuperar el verde de sus laderas, arrasado en 2017 por una oleada de incendios que calcinó más de 1.640 hectáreas de suelo allandés. En cifras, aquel episodio dejó reducido a cenizas y escombros diez viviendas, una antigua escuela, la capilla de Cornollo, ocho paneras, una decena de garajes, cuadras o construcciones auxiliares, más de 90.300 metros de cierres de fincas, 39 cabezas de ganado (a las que habría que sumar 64 reses heridas), 1.820 fardos de forraje, 31 colmenas, veintidós unidades de maquinaria agrícola, cuatro vehículos y 3.850 metros de tubería de agua. Los daños suman, según el ayuntamiento allandés, 1.762.795,74 euros.

«Quedamos sin nada y ni un perrón nos dieron. Solo se hicieron fotos», resume, sin ocultar su indignación, Olimpia Ibias, vecina de Cornollo que utiliza gafas de sol tras las heridas en la córnea con que se saldó su lucha contra las llamas. «¡A ver si alguien se acuerda de nosotros!», exclama esta vecina, que junto a su hijo, José Manuel Pérez, logran reponerse y salir adelante con la ganadería de 120 reses de vacuno que regentan. Y es que, más de dos años después, los vecinos de esta comarca y, especialmente los ganaderos, no han recibido aún ni un céntimo de la Administración. La Consejería de Desarrollo Rural, con María Jesús Álvarez al frente, comprometió una línea de ayudas, con cargo a un crédito extraordinario, para reponer las infraestructuras ganaderas calcinadas. Ascendía a 500.000 euros. Según la resolución del 12 de septiembre de 2018, en la que se aprobaban las bases reguladoras y se convocaban estas subvenciones, cada ganadero podría optar a un máximo de 30.000 euros. «No se acordaron de nosotros para nada», reitera el ganadero de Tremado del Valledor, Jesús Díaz, resignado tras no percibir montante alguno.

En Cornollo, las chapas del tendejón de José Manuel Pérez siguen negras y arrugadas por el azote de aquellas llamas que le quemaron las manos y dañaron la vista. Calcula que perdió unos 120.000 euros entre maquinaria, forraje e infraestructura como cierres, cebaderos y tendejones. Para salir del paso, tuvo que invertir unos 30.000 euros. «Fuimos comprando maquinaria poco a poco, de segunda mano. Un tractor quemó y tuve que cambiarlo», apuntó Pérez, que recuerda cómo trató de frenar el fuego que acabó con un tendejón lleno de maquinaria.

«Sin tractor no se hace nada»

Sus vacas también sufrieron las consecuencias. Los trescientos rollos de hierba con los que este ganadero esperaba pasar el invierno quedaron reducidos a cenizas y tuvo que comprar forraje. Un alimento que fue rechazado por sus reses. «Era malísimo. Una vaca me murió. Les hinchaba la panza y echaban espuma por la nariz. No eran capaces a rumiarlo», recordó Pérez. «Te entra mucho coraje», dice.

Pero su caso no es el único. A escasos kilómetros, en Tremado del Valledor, un ganadero con unas doscientos reses tuvo que acudir a un préstamo para «hacer algo». Lo dice, queriendo guardar el anonimato, quien perdió una res, cierres, maquinaria... «No veo que se haya aprendido nada. No se pusieron medios», concluyó.

Su vecino, Jesús Díaz, junto a su pareja de Border Collie, recorre el monte y da cuenta de la catástrofe, la misma que no se atrevió a imaginar la tarde que, aun viendo el humo en Ibias, confió en que no llegaría de nuevo al Valledor. Ahora, apenas crecen 'xiniestas'. «El terreno es ácido y creo que las cenizas acabaron con el PH. Los pinos regeneraron». Díaz perdió más de 130 rollos de silo, un tractor y la cuba. «Sin tractor, no se puede cebar. Es el eje de la ganadería. Nadie preguntó si teníamos dinero para comprar otro», lamentó.

Algunos confían en que el cambio en la Administración regional se traduzca en políticas preventivas. «Aquí hay terreno para todo: pasto, para monte... Hay que gestionarlo. No todos los ganaderos quemamos», concluye Díaz.

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