Las bombas que nunca explotaron
400 artefactos de la Guerra Civil han sido hallados en el Oriente desde los 80. Suelen aparecer durante obras o paseos en el monte
GLORIA POMARADA
Llanes
Lunes, 17 de febrero 2020, 00:58
De cuando en cuando, ocultas bajo la maleza o en recovecos olvidados dentro incluso de viviendas, aparecen a lo largo y ancho de España las bombas que nunca explotaron. En la comarca, el último artefacto explosivo, un proyectil de mortero, era hallado la pasada semana durante unas obras en Margolles. En el Oriente la Guerra Civil deparó desde batallas en las montañas grabadas en el recuerdo, como la de El Mazucu, a bombardeos aéreos de la Legión Cóndor sobre las principales poblaciones. Solo sobre Cangas de Onís, considerada el 'Guernica asturiano', lanzó la aviación afín a los nacionales cuatrocientas bombas en octubre de 1937.
De aquellos episodios que sembraron dolor y muerte perviven hoy artefactos recubiertos de óxido, nunca accionados. Hasta 397 han sido hallados en los catorce concejos del Oriente desde 1985, según recoge un documento del Gobierno central en el que constan 35.149 artefactos correspondientes a las intervenciones llevadas a cabo por la Guardia Civil en las últimas tres décadas. Si bien de esa relación por municipios -dada el pasado año en respuesta de una iniciativa del senador de EH Bildu Jon Iñarritu- el Ejecutivo indica que «no es posible asegurar que la procedencia de todos sea dicho conflicto bélico», sí apunta a que «la práctica totalidad se correspondería con artefactos explosivos de la Guerra Civil española».
En el caso oriental, Piloña es el concejo en el que más han sido neutralizados en las últimas décadas, hasta 148. Detrás de lo abultado de la cifra está un 'macrohallazgo' efectuado en 2011, de 73 granadas de mano. La casualidad quiso que se encontrasen en una fecha simbólica: un 1 de abril, justo el día en el que se cumplían 72 años del fin de la contienda. Del concejo piloñés han sido rescatadas un total de 133 granadas de mano, siete proyectiles de artillería, siete granadas de mortero y una espoleta.
Con 59 artefactos bélicos cada uno siguen Llanes y Cangas de Onís. En este último concejo han sido detectadas y neutralizadas 39 granadas de mano, 18 proyectiles de artillería, una granada de mortero y una bomba. Del municipio llanisco se han recuperado, por su parte, 34 proyectiles de artillería, 19 granadas de mano, dos de mortero y cuatro bombas. Uno de esos artefactos, un proyectil de calibre 155 milímetros y 50 kilos, deparó una auténtica sorpresa en la villa por el lugar en el que fue localizado, el puerto. Sucedió en diciembre de 2010, durante las obras efectuadas entonces en la infraestructura. Los enclaves curiosos llegan también a más puntos de Llanes, como el pueblo de Rabiaos, donde en marzo de 2018 una mujer encontró dos granadas mientras limpiaba la casa familiar, una bajo la escalera y otra en una antigua cuadra contigua al inmueble.
La mayor parte de los hallazgos se registran durante arreglos en viviendas y rutas por el monte, explican desde el Grupo de Especialistas en Desactivación de Explosivos (Gedex) de la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón, encargada de estos casos en toda la región.
Del recorrido histórico por el resto de la comarca, Parres registra hasta 37 artefactos, entre ellos cinco bombas de la aviación. Le sigue Onís con 28, de ellos 17 granadas de mano localizadas en las últimas décadas tanto por locales como por senderistas. De Cabrales y Ribadesella constan 19 artefactos respectivamente, otros 12 de Colunga, 8 de Ponga, 4 de Peñamellera Baja y 2 de Peñamellera Alta. Por su parte, en Caravia se registra un único proyectil de artillería y en Amieva una granada de mano. Según los datos del Ejecutivo central, Ribadedeva es el único concejo oriental del que aún no constan hallazgos de material explosivo.
La obligación al toparse con un artefacto, recuerdan desde la Guardia Civil, pasa por dar aviso través del 062. «Hay gente que los coge y los lleva directamente al cuartel y es peligroso porque se pueden accionar», explican desde el Gedex, donde aún recuerdan casos de lesiones como el ocurrido hace más de una década en Occidente, con una niña como protagonista, u otro registrado en la zona centro, donde las personas que interactuaron con el artefacto acabaron hospitalizadas.
A pesar de que algunas de las piezas se remontan incluso a las guerras carlistas, recuerdan, «los explosivos siempre están pensados para durar años y años y un mal golpe o el fuego pueden activarlos». De ahí que el protocolo de actuación marque en estos casos que una patrulla se persone en la zona para comprobar si efectivamente se trata de un artefacto explosivo. De ser así, los especialistas acuden al lugar del hallazgo y, en función del estado de la pieza, bien se traslada al campo de destrucción de Cabo Noval o se detona en canteras cercanas. Desde el Gedex recuerdan además que la tenencia de este tipo de artefactos está prohibida, salvo en el caso de coleccionistas, que deben contar con la pertinente documentación si quieren poseer esos restos que, ocho décadas después, siguen brotando por montes, viviendas o puertos y reviviendo la memoria de una guerra que dejó más de medio millón de muertos.