El Museo del Oriente de Asturias, en Porrúa, bate récords (y por qué lo hace)
La afluencia de visitantes en los meses de verano llegó a 6.117 personas, superando en un 23% la cifra anterior
El Museo del Oriente de Asturias (MOA), ubicado en la población llanisca de Porrúa, ha recibido un total de 6.117 visitantes entre los meses de junio, julio y agosto, lo que representa un incremento del 23% sobre el mismo período del año pasado. En lo que lleva de año, suma ya 9.396 visitas; el 8,1% más que en 2024. Atendiendo a estas cifras, la previsión es que el cierre de año suponga un nuevo récord, superándose las 11.077 personas atendidas el año pasado.
Su directora, Cristina Cantero, explica que «hace cuatro años, la Fundación del MOA aprobó un completo plan diseñado por la dirección técnica, que guía todas acciones del museo desde entonces. Sus ejes principales son el rigor científico, la profesionalidad y la voluntad de responder a los valores, inquietudes y sensibilidades contemporáneas. Estamos en proceso de construir un museo del siglo XXI y eso es parte del acierto». En el capítulo de agradecimientos, Cantero reconoce que «todo esto es posible gracias al apoyo de la Asociación Cultural Llacín, de Porrúa, la financiación del Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Llanes, así como a la aportación de otras entidades como Caja Rural de Asturias y más de 50 mecenas».
El museo, que sigue abierto durante todo el año salvo del 16 de diciembre al 16 de enero, no sólo se visita por dentro. Su ubicación y la conformación de las Casas del Llacín en las que se levanta son también una muestra de la tipología tradicional de vivienda rural asturiana y de su adaptación a la explotación agronómica del medio. Además, incluye algunos guiños transatlánticos al peso que la emigración al Nuevo Mundo tuvo en el oriente de Asturias. El más evidente, el enorme y centenario aguacatero que recibe al visitante que llega desde el centro de Porrúa, un magnífico árbol que aporta, con su gran porte, un plus de estética al conjunto exterior del museo.
Y es que ese aguacatero no es un ejemplar cualquiera. Se puede considerar el más grande y antiguo de Europa, con nada menos que 20,77 metros de altura y una circunferencia máxima del tronco de 8,3 metros, y de 68,64 metros en la copa. Fue plantado en 1906 por Ángel Sordo Pandal a partir de unos brotes traídos desde México.
Los edificios que componen el museo fueron el hogar del matrimonio formado por Manuel Sordo Haces (1841-1919) y Vicenta Pandal Sordo (1848-1928), y de sus seis hijos: Salvadora, Remigio, Ángel, Enriqueta, Eustaquia y Remigia. Esta familia, como muchas del Oriente de Asturias, practicó la migración pendular a América. Manuel viajó a Cuba al menos en 1862, 1876 y 1878. Allí trabajó en el ramo del comercio y reunió suficiente dinero para regresar como «gran contribuyente».
Más tarde, sus hijos e hijas también cruzaron el Atlántico, con destino a México. La hilera sur de edificios y el singular pasadizo volado son resultado de ese capital indiano. También otras reformas que replicaron muchos adelantos americanos en higiene y confort doméstico.
Este conjunto arquitectónico muestra la efervescencia de una época en la que tradición, modernidad indiana y espíritu emprendedor contribuyeron a trazar el Oriente de Asturias que conocemos hoy.
La colección del museo está formada por piezas que documentan y ayudan a comprender la diversidad cultural del Oriente de Asturias. Abarca una amplia variedad de objetos, como indumentaria, fotografías, manuscritos, piezas de religiosidad local y todo tipo de enseres cotidianos, desde el siglo XVIII hasta la actualidad.
Las casas del museo
La colección del museo la albergan los edificios de la familia Sordo Pandal. Cada una de las casas, identificada por su color, muestra aspectos diversos, pero complementarios, de la etnografía del Oriente de Asturias.
Así, la casa azul recrea la residencia de la familia Sordo Pandal hacia 1900, época en que se tomaron las únicas fotografías que se conservan de ella posando junto a su casa. En su interior se muestran innovaciones traídas de América en convivencia con elementos de un pasado que estaba en plena transformación.
Al exterior, dos arriates muestran las plantas y flores que se han documentado en las casas del Oriente de Asturias de esa época: geranios, agapantos, siemprevivas, alegrías, romero o hierbaluisa, entre otras muchas. La casa azul ofrece una museografía verista, sensorial e inmersiva, que evoca la experiencia de un viaje en el tiempo con todo lujo de detalles: alimentos, menaje, aromas y sonidos.
A su lado, la casita roja albergará muy pronto el depósito de tejerías, cerámica, loza y vidrio de la colección museográfica. El propósito de Cristina Cantero, directora del museo, es integrarla en el circuito de visitas y mostrar así cómo se trabaja para conservar y documentar el legado cultural del Oriente de Asturias.
Mucho mayor que la roja, la casa amarilla y otras dependencias del museo albergan exposiciones temáticas sobre algunos de los rasgos más representativos del Oriente de Asturias. Muestran labores campesinas, como la elaboración de quesos y la producción textil. También se muestran oficios tradicionales como la carpintería, corta de leña y fabricación de madreñas.
Incluye la casa amarilla una sala dedicada al oficio de los tejeros. Estos artesanos viajaban de mayo a octubre por varias provincias de España fabricando tejas y ladrillos, mientras las mujeres quedaban a cargo de la casería. Igualmente, se exhiben otras colecciones que expresan los cambios producidos por la revolución industrial en la sociedad tradicional.
El llagar tradicional y el hórreo
Ubicado en frente de la casa azul y la amarilla, en este espacio la familia Sordo Pandal elaboraba sidra con fines comerciales. Después, dejaba que el vecindario de Porrúa se turnase para que cada familia, cada hogar, pudiese hacer la suya, siguiendo la costumbre de muchos otros pueblos.
Este lagar pertenece a la tipología 'de apretón'. Tiene cabida para una tonelada de manzanas por cada prensado y capacidad para producir, consecuentemente, casi setecientos litros de sidra.
Una singular inscripción en la viga cimera recuerda a los usuarios cómo comportarse: «Aviso/ lleven/ cuenta con/ los calderos». Y una escalera de madera revela secretos inesperados que el visitante deberá buscar por su cuenta.
Ligeramente separado del conjunto principal, el hórreo muestra la diversidad de usos sociales que podía albergar hacia el año 1900: granero, despensa, dormitorio, almacén y otros destinos varios. Su interior guarda alimentos que los responsables del museo van cambiando al ritmo de las estaciones y trabajos del campo. Así, se muestra la base de la tradición gastronómica del Oriente de Asturias y su conexión con los ciclos naturales. Así, el aroma de los quesos, embutidos, manzanas, patatas o cebollas convierten la visita al hórreo en una experiencia sensorial y fiel a la historia.
Madrileños y franceses
Este verano, las visitas procedentes de España continúan siendo mayoría, alcanzando el 88% del total. Por procedencias, Madrid se ha situado como el primero de los orígenes (25,5%), seguido de Asturias (21,9%) Castilla y León (17,3%), Euskadi (6,6%) y la Comunidad Valenciana (4,5%).
En el ámbito internacional, que supuso el 12% de las visitas, destacaron Francia (el 24,4% de ese 12% del total de visitas), Reino Unido (13,7%), Alemania (11,8%), México (9%) y Países Bajos (7,8%).
El Museo Etnográfico del Oriente de Asturias fue creado en 2000, por la comunidad vecinal de Porrúa como depositaria de la donación de la finca y casas de Llacín, realizada por Teresa Sordo Sordo (1916-1994), nacida en dicha localidad y residente en México. El Museo forma parte de la Red de Museos Etnográficos de Asturias (Red MEDA) y de la Asociación de Antropología del Estado Español (ASAEE).
Exposiciones y actividades destacadas
La programación especial del Museo del Oriente de Asturias ha supuesto un importante impulso para alcanzar estas cifras de visitantes. Desde la inauguración de la exposición 'Aprendiendo. 100 años de Escuela en el Oriente de Asturias', que continúa como una de las ofertas más destacadas de este 2025, pasando por la representación al aire libre de la obra teatral del inmortal Alejandro Casona 'La Dama del Alba', de la mano de Cristina López del Hierro, para celebrar los 25 años del museo uniendo los dos extremos de Asturias mediante el teatro, las instalaciones del museo han sido una de las referencias culturales del Oriente de Asturias en el verano.
Dentro de las propuestas del museo para los próximos meses, regresa a sus instalaciones la exposición 'Planeta herido. La mirada crítica de Sir Cámara', que volverá a estar abierta al público a partir del día 30 de septiembre.