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Vigilancia policial en Oviedo, anoche.

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Vigilancia policial en Oviedo, anoche. Mario Rojas

La Policía disuelve varios botellones en Gijón, Oviedo y Avilés tras levantarse el toque de queda

La policía reforzó los controles para vigilar las zonas públicas aunque con una función más pedagógica que disuasoria | En Madrid y Barcelona, centenares de jóvenes salieron a las calles «como si fuera Nochevieja»

Iván Villar, covadonga del nero y Cristina Del Río

Gijón | Oviedo | Avilés

Domingo, 9 de mayo 2021, 13:35

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Primera noche sin toque de queda. Seis meses después pero un tiempo que ha parecido una eternidad. Había ganas de fiesta o cuanto menos de celebrar que ya no hay una hora a la que estar en casa. Unos los hicieron dentro de los límites de la legalidad y otros bordeándola. La mayoría, como cualquier otra noche del año. El Cuerpo de Policía Nacional en Gijón definen la madrugada como «bastante tranquila». Su actuación, a pesar de haber reforzado los controles, se limitó a un actuación en la senda fluvial que se saldó con 25 propuestas de sanción por incumplir las normas sobre distancia de seguridad y uso obligatorio de mascarilla. Cabe recordar que, desde el fin del estado de alarma, ya no se ha limitado el derecho de reunión, es decir, el número de personas que pueden agruparse. Fuentes de la Comisaría de Gijón explican que recibieron llamadas de vecinos avisando de música a un elevado volumen en la zona de la Carbayera y cuando se presentaron las patrullas se encontraron con un nutrido grupo de jóvenes de entre 19 y 21 años celebrando un botellón. La Policía Local, por su parte, multó a seis jóvenes que hacían botellón en el entorno de la fuente de Isabel II en Cabueñes e intervino en tres fiestas en domicilios.

La situación estuvo algo menos tranquila en Oviedo, siempre dentro de unos límites a los que ya se habían desacostumbrado las ciudades tras los meses de estado de alarma. El reloj de la plaza del Ayuntamiento marcaba las 23.59 horas de ayer cuando un grupo de jóvenes comenzó una cuenta atrás por el fin del estado de alarma y el consiguiente toque de queda. Gran parte de la capital asturiana se encontraba desierta durante esas horas, con el único movimiento de algunas patrullas policiales y de los servicios de limpieza. Mientras, en las calles donde, antes de la pandemia, locales de ocio nocturno recibían a cientos de clientes, se encontraron ayer con grupos de amigos bebiendo en la zona. Los bares de la calle Mon lucían con la persiana bajada, pero no impidió que decenas de jóvenes consumieran bebidas alcohólicas y sin mascarilla para «festejar la libertad». Los gritos y el barullo volvieron a El Antiguo a pesar de que los locales estuvieran cerrados. También en la plaza del Paraguas, la situación era similar pasada la medianoche.

Varios furgones de la Policía Nacional transitaron la zona para advertir a los presentes de las medidas a cumplir a pesar del fin del estado de alarma. En cambio, una plaza del Sol desierta, con restos de bebidas en el suelo, resistía a convertirse en un centro de botellones. Apenas una hora después de haber sido el principal centro de reunión, en sus terrazas, de grupos de amigos.

De las grandes ciudades, la tercera en población, Avilés, fue la más tranquila de todas ellas. Tan solo pequeños grupos en el Carbayedo, unos haciendo botellón y otros siemplemente paseando, vigilados por la policía que no tuvo que intervenir en ningún momento.

La recuperación de la libre movilidad nocturna después de más de seis meses con toque de queda motivó un dispositivo reforzado de control para prevenir incidentes y un relajamiento con respecto a medidas que siguen en vigor como prevención a un nuevo repunte de la pandemia. Aún así, la presencia policial fue «más disuasoria y pedagógica» que otra cosa. «Hicimos hincapié en la zona de ocio de Fomento en Gijón, Marqués de San Esteban y Claudio Alvargonzález, sobre todo para controlar lo que pudiera pasar después del cierre de bares a las once de la noche. Pero la situación fue de normalidad. Sin enfrentamientos, crispación ni detenidos por resistencia como sí nos ha pasado otros fines de semana», apunta una portavoz de la Policía Nacional. Señala que en algunos sitios «sí hubo alguna aglomeración en momentos puntuales» y menciona en concreto algunas concentraciones de jóvenes en zonas de Somió y La Guía, «que se dispersaban cuando llegábamos». No obstante, remarca que el balance general fue de tranquilidad, «incluso más que otros fines de semana».

Con la hostelería cerrada, y dejando al margen los botellones en zonas apartadas del centro, la mayoría de la gente que salió a las calles pasada la medianoche lo hizo para dar un paseo. Por el Muro se pudo ver ya desde los primeros minutos tras el levantamiento de las restricciones a algunos viandantes, gente que incluso bajaba a la playa o pequeños corrillos de jóvenes en la zona del Náutico. También ciclistas y gente en patinete. Aunque en ningún momento se produjeron concentraciones masivas, pues la «hora fantasma» que transcurrió entre el inicio del último toque de queda y el final del estado de alarma disuadió a muchos de salir de nuevo de casa una vez que habían regresado a ella.

En Oviedo hubo quien prefirió reunirse en los domicilios privados. Música festiva salía de algunas ventanas de la ciudad, según se podía ver a pie de calle. A pesar de esta situación en una minoría de calles de la capital, gran parte de los vecinos de la capital se mantuvieron en sus viviendas, pasadas las doce de la noche.

«Es recuperar la libertad»

En Madrid y Barcelona, sobre todo, la situación fue muy distinta. Centenares de jóvenes salieron a celebrar el fin de las restricciones en las calles «como si fuera Nochevieja». Gritos, aplausos, música e incluso algún petardo estallaron en el barrio marítimo de Barcelona cuando los relojes marcaron medianoche y cientos de jóvenes salieron de sus casas en dirección a la playa, donde se improvisó una fiesta sin demasiadas precauciones frente al covid. «Parece fin de año», decía atónito Oriol Corbella, de 28 años, que había salido a pasear con su pareja por la noche. «Es volver un poco a la normalidad, recuperar libertad, pero hay que tener en cuenta que el virus sigue aquí», decía algo atónito ante el jolgorio organizado en la playa barcelonesa, que se observó en otros puntos del país.

En Madrid, Blanca Valls se muere de ganas por irse el próximo fin de semana a Galicia (noroeste) para un cumpleaños. «Estaba hasta los cojones de no poder salir (de la región de Madrid), me he sentido frustrada, atada, sin libertad», dijo el sábado a la AFP esta diseñadora de joyas de 46 años. Argentina Enríquez, estudiante mexicana de 37 años, se declaraba «impaciente» para poder partir al campo. «Nos vamos en auto, el plan es quedar en una casa rural, hacer una barbacoa con amigos, tocar música, hacer una caminata», decía.

Salvo en Navidad, donde las restricciones se suavizaron durante algunos días para permitir las reuniones familiares, los españoles no han podido abandonar sus regiones desde el inicio del estado de alarma a finales de octubre. Disuadidas por la explosión de los casos que siguieron a la Navidad, las autoridades mantuvieron los cierres de regiones para la Semana Santa, fiesta familiar fundamental en España. En cambio, el país siguió estando abierto a los turistas extranjeros, algo que generó un fuerte malestar en muchos españoles privados de viajar entre regiones.

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