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Estudiantes realizando la prueba de acceso, en Avilés, el pasado mes de junio. MARIETA
La reforma de la EBAU tendrá que esperar

La reforma de la EBAU tendrá que esperar

Tras mucho debatir sobre los posibles cambios en la prueba, ahora lo único importante es que los alumnos se puedan examinar en igualdad

OLGA ESTEBAN

GIJÓN.

Domingo, 5 de abril 2020, 01:22

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Lo que parecía tan urgente a principios del mes de marzo puede que ahora ya ni siquiera sea importante. Ha sucedido en todos los aspectos. Un virus lo ha cambiado todo. También en la enseñanza. Y así, en un curso que avanzaba con una reforma educativa en mente y con muchas expectativas puestas en la posibilidad de una nueva prueba de acceso a la universidad, ha sucedido que lo único importante es terminar el curso. De forma telemática, probablemente, con contenidos adaptados y con el único objetivo de que nadie lo pierda.

Lo mismo pasará con la EBAU. Tan criticada el año pasado. Meses esperando por una reforma. Una comisión de trabajo que, en realidad, nunca empezó a trabajar. Y, luego, el anuncio de que, al menos este año, todo seguiría igual. Lo que, al final, parece una ventaja, porque adaptar un nuevo modelo de examen de acceso a la universidad con las excepcionales circunstancias de este curso, hubiera sido infinitimente más complicado.

Lo que hasta ahora está decidido es que habrá EBAU. Que será, según las comunidades autónomas, entre el 22 de junio y el 10 de julio, en convocatoria ordinaria, y antes del 10 de septiembre, la extraordinaria (aunque los directores de Secundaria están por la labor de que esa segunda convocatoria no se retrase tanto). Que el modelo tratará de ajustarse a las circunstancias, de tal forma que los estudiantes se examinen del temario que hayan dado y no del que, sin duda, se va a quedar fuera. Aunque segundo de Bachillerato es el único curso que tiene cierto visto bueno para adelantar materia de forma telemática, mientras que para el resto de niveles la orden es repasar y afianzar.

Y así las cosas, la esperada reforma de la selectividad, de la que estaban pendientes los rectores, los estudiantes y las comunidades autónomas, más o menos críticas con el modelo actual, tendrá que esperar. Quizás, y solo quizás, lo que suceda este año sea un punto de inflexión para repensar la fórmula. Porque, como dice el director de un instituto asturiano, «seguimos haciendo el mismo examen que hace veinte años, pero ni los estudiantes ni los estudios ni la forma de estudiar es la misma que hace veinte años».

Partiendo de esa base, estudiantes, comunidades y rectores difieren en los cambios necesarios, pero todos apuestan por los cambios.

Una comisión que no se creó

El Gobierno central había anunciado la creación de una comisión que estudiaría el tema y en la que participarían las universidades, las comunidades autónomas, los estudiantes y el ministerio. Se esperaba para el inicio del curso, pero lo cierto es que nunca llegó a arrancar. Los interesados no llegaron a ser convocados y, finalmente, la ministra de Educación, Isabel Celáa, anunció que la selectividad no tendría este año ninguna modificación. Al menos, no en el sentido que se esperaba. A saber: unificar criterios para acabar con las diferencias entre comunidades, por ejemplo, a la hora de valorar las faltas de ortografía. El volumen de los temarios era otra cuestión debatida.

Los implicados sí habían iniciado, por separado, algunas líneas de trabajo. Por ejemplo, los rectores crearon su propia comisión de expertos, con representantes de todas las autonomías, para «establecer criterios de análisis para evaluar el modelo de selectividad».

También el Principado había hecho algunos avances y modificado los modelos de exámenes de alguna asignatura. Así, en materias como Historia, Lengua, Geografía y Geología se había decidido que los alumnos tuvieran dos opciones de pregunta en cada bloque. El cambio fue valorado de forma positiva por los jóvenes, aunque el Sindicato de Estudiantes lo que pedía era la desaparición total del examen o, en su caso, haber limitado el temario, al menos de Historia, ya que su volumen fue objeto de polémica y sonoras protestas el año pasado.

Mientras tanto, algunas comunidades seguían esgrimiendo las cifras, las que ponen de manifiesto situaciones cuanto menos llamativas, como territorios que obtienen muy buenas calificaciones en la EBAU pero quedan en los últimos puestos del país en PISA, o al revés.

Las diferencias pueden ser solo de unas décimas, pero esas décimas son las que determinan el acceso a algunos grados, como Medicina. En Galicia, por ejemplo, tienen un 15% más de aprobados que en los años 80. Pero lo que es difícil de explicar es que sus estudiantes están por encima de la media en Matemáticas, Ciencia y Lectura según las pruebas PISA, mientras que esos mismos alumnos registran las segundas peores calificaciones de todo el país en la selectividad.

Y ahora, todo eso pierde importancia y lo que urge es un acuerdo para decidir qué EBAU se van a encontrar los preuniversitarios que siempre podrán contar que acabaron el curso desde sus casas.

Tanto el Ministerio de Educación como el de Universidades y las Comunidades Autónomas son conscientes de la dificultad que está suponiendo para el profesorado que imparte clase en segundo de Bachillerato y para los estudiantes de este curso.

Por ello, para asegurar que el acceso a la Universidad se produce en términos de equidad y justicia, se ha acordado modificar el modelo y el contenido de las pruebas con el fin de que el alumnado no se vea perjudicado por no haber trabajado en clase algún bloque de contenido.

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