Crónica de un Claustro universitario que rescata «conspiraciones» y rencillas
Ignacio Villaverde asume las crítica por los obstáculos que se encuentran los investigadores y la excesiva burocracia, pero contrapone las grandes cifras de una Universidad que «mira a las estrellas con los pies en el suelo»
Puede el rector llevar los papeles y las diapositivas muy ordenadas. Puede tener muy claro Ignacio Villaverde que quiere hablar de quiere hablar de ... esta Universidad que «mira a las estrellas con los pies en el suelo. De la Universidad de las grandes cifras: 245 millones de presupuesto este año, 1.061 empleados en personal de Administración y Servicios; 2.151 docentes e investigadores: 20.985 estudiantes. Puede Villaverde insistir en la mejora en Investigación, con 191 grupos trabajando, 17 centros e institutos, 74 Honoris Causa, 240 tesis doctorales leídas en el último curso, 490 contratos e investigación en marcha, 591 proyectos, 697 laboratorios... Puede defender una oferta formativa de 60 grados, 63 títulos propios, 60 másteres, 25 programas de doctorado, 19 grados bilingües... Puede insistir en que el alumnado de fuera se ha duplicado. En que la reestructuración de las infraestructuras está en marcha. En lo bueno de poder contar con 46.380 metros cuadrados en el futuro campus de El Cristo.
Puede el rector hablar de las 11.000 facturas que se gestionan. De los esfuerzos en las alianzas europeas e internacionales. De Ingenium, de Harvard. De lo bueno de contar por fin con un Plan de Participación Estudiantil. De las mejoras en la atención emocional al alumnado, tan necesaria. De las becas y el mantra de que «nadie quede atrás». Puede defender las nuevas Unidades de apoyo a la investigación que van a tener los campus. De las ganas de poder afrontar con fondos propios algunos contratos postdoctorales además de los predoctorales. Puede hablar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de una Universidad sostenible. De digitalización, desburocratización, memoria histórica...
Puede Ignacio Villaverde defender la calidad de la Universidad Pública frente a las ofertas privadas que llegarán. Puede comprometerse a no tener más problemas con la cobertura de plazas de profesorado, puede asegurar que se ha frenado la «sangría» de profesores en el área de Ciencias de la Salud.
Puede el rector querer decir eso, y decirlo. Y defender la «calma institucional» frente a los «viejos líos» y a la «gente encantada de conspirar». Pero en un Claustro no solo habla él, y en los turnos de palabra hay que saltarse el guion. E Ignacio Villaverde se lo salta sin problemas. ¿Que hay que reconocer «disfunciones» en algunas áreas? Se reconocen. Que hay que admitir que no está encantado de recibir a la universidad privada, se admite. Que hay que aceptar que algún vicerrector quizás no se ha expresado con las palabras más oportunas, se acepta.
Que hay que explicar que algunos másteres «lastran» a la Universidad, porque se están destinando muchos recursos a formaciones que «llevan años sin matrícula», pues se explica. Y se anuncia una reorganización en esa oferta formativa.
Que hay que exponer que aún no se ha conseguido construir una buena red de exalumnos ni encontrar la forma en que los eméritos sigan aportando a la institución, pues se expone. Y si hay que reconocer que hay que darse prisa con la Escuela Internacional de Doctorado, pues de reconoce.
«Garantía para no ir a la cárcel»
Y si hay que aclarar que el plan de intervención es la garantía «de que no vayamos a la cárcel, pues se aclara», a la vez que se explica que se ha cambiado la fiscalización previa por la fiscalización a posteriori para mejorar en tiempos pero que eso deja al personal «sin red de seguridad» y obliga a ser más cuidadosos aún con el gasto.
Que hay que echar mano de los dichos de la abuela y aquel consejo de que «se gana más lamiendo que mordiendo», pues se echa. Y si hay que dejar claro que está dispuesto a morder, pues también se deja claro.
Porque Ignacio Villaverde, que presume de preferir el diálogo y el buen talante, no ha llegado al Rectorado solo con eso y esta mañana ha quedado claro. Le cambia la cara y el tono para asegurar que no va a permitir «violencia» en la Universidad, tras la última protesta estudiantil por la falta de profesorado, que acabó «con gente de fuera de la Universidad aporreando puertas». Para defender que «aquí y en la China Popular la gente cobra a partir de firmar el contrato». Para recriminar a quien «se niega a dar docencia porque no le han aprobado el sexenio». O para acusar de «manipular» datos y contratos a algunos sectores. Contestaba así a quien acusaba al equipo rectoral de mala gestión y falta de previsión por la falta de profesorado en algunos departamentos, que ha obligado a buscar soluciones sobre la marcha y a reabrir algunas bolsas de empleo. Y eso que Villaverde ha admitido que hay departamentos «desbordados» y con problemas urgentes que hay que afrontar.
Acepta mejor que se reabra el debate sobre el proyecto Tiche, que finalmente se mantuvo después de que el Consejo de Gobierno votara a favor. Y eso que el secretario general de la Universidad, Ángel Espiniella, se ha visto obligado a defender la labor del Comité de Ética, puesto en duda en el Claustro.
Acepta aparentemente bien Villaverde que la exvicerrectora Begoña Cueto le recuerde que, cuando decidió adelantar las elecciones, defendió que lo hacía para que un nuevo equipo rectoral aprobara los nuevos estatutos y se pudiera llevar a cabo después la renovación del Consejo de Gobierno y del propio Claustro. Reconoce Villaverde que es así y se compromete a hacerlo en cuanto sea legalmente posible.
Acepta bien el rector, y trata de dar explicaciones, ante las continuas quejas por los obstáculos que se encuentran los investigadores, por las «cientos de horas perdidas» en cuestiones burocráticas y de contabilidad, por los «jóvenes brillantes» que se van a otras universidades, por lo poco atractiva que puede resultar la carrera universitaria.
Oposición a Villaverde
Y lo acepta bien hasta que esas críticas llegan de boca de Humberto Rodríguez Solla, exvicerrector de Relaciones Institucionales y Coordinación, una de las salidas del anterior equipo rectoral, con el que, por si a alguien le quedaba alguna duda, ha quedado clara la mala relación. Ha dicho Solla que los esfuerzos en el área de investigación han sido «insuficientes», ha pedido a la vicerrectora Irene Díaz «más sensibilidad» y ha puesto ejemplos de investigadores que se han visto privados de contratos durante meses por errores o retrasos en la gestión de proyectos.
La respuesta de Ignacio Villaverde ha sido más de morder que de lamer: «Habría agradecido que cuando usted era miembro del equipo rectoral nos hubiera contado todo esto. De los problemas de gestión hemos hablado personalmente usted y yo y usted vivió cambios importantes en el equipo, con el nombramiento de una nueva vicerrectoral». Y más: «Era el vicerrector de coordinación, era su misión coordinar el equipo».
La 'pelea' no acaba aquí. Solla ha sacado a relucir en el Claustro la entrevista que publicó EL COMERCIO al vicerrector de Planificación Estratégica y Coordinación de campus, Juan Carlos San Pedro, en la que explicaba que «ahora toca pedir ayuda a la comunidad para rehacer los planes estratégicos». Se ha mostrado Solla «sorprendido» porque, ha recordado, los planes estratégicos ya pasaron por todos los órganos de la comunidad universitaria para lograr su apoyo. Nueva respuesta del rector: «Era usted el responsable de los planes y sabe que a finales de 2024 tocaba revisar lo que se había hecho, los plazos... fue una cuestión que le pedí y que no llegó a hacer: la valoración de los planes».
Pero, sin duda, donde Villaverde ha mordido ha sido en la última intervención, la de otra exvicerrectora, Sandra Velarde, que dimitió como responsable de Sostenibilidad en junio de 2023. Velarde ha criticado con dureza el resumen de medios que facilita el servicio de comunicación de la Universidad de Oviedo a diario. Casi a modo de burla, Velarde ha puesto en duda la utilidad de dicho servicio poniendo muchos ejemplos de las informaciones que se recogen. El rector ha explicado que ese servicio está contratado a la única empresa que acudió al concurso y que el resultado no está siendo satisfactorio. Pero ha defendido con contundencia al equipo de comunicación, que «no está al servicio del rector, sino que trabaja para toda la comunidad universitaria» y ha rechazado cualquier «intento de ridiculización» de su trabajo.
La oposición a Ignacio Villaverde ha quedado muy clara y, además, al menos la que hoy se ha mostrado pública, viene de quien en la primera etapa estuvo en su propio equipo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión