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El rector Ignacio Villaverde: «La universidad siempre ha de ser buena»
La Universidad de Oviedo se reivindica como lugar de historia y memoria y como herramienta para cambiar vidas en la festividad de Santa Catalina
Es un día de los que el rector llama «bonitos». Un día en que la institución premia a los mejores entre los mejores. Un día ... en el que Ignacio Villaverde ni siquiera quería dar datos ni hablar de nada que no fuera su propia historia en la universidad. Aunque, al final, casi siempre toca salirse del guión. Y aunque en su discurso no quería Villaverde hablar de las universidades privadas, sí lo hizo a preguntas de los medios de comunicación. «La universidad siempre ha de ser buena», defiende. La distinción necesaria, defiende, no es «entre universidades públicas y privadas, sino entre buenas y malas«. Y la de Oviedo, a juzgar por lo que se ha dicho hoy en el Edificio Histórico, está entre las primeras.
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La institución académica ha celebrado Santa Catalina de Alejandría otorgando los 62 premios de fin de grado y el mejor expediente académico que, en un día marcado por las Humanidades, ha sido para un graduado en Filosofía: Juan Villazón Vallina, que cambió la Medicina por la Filosofía en lo que considera «la mejor decisión».
Marcado por las Humanidades porque el elegido para la conferencia del acto solemne ha sido Alfonso Palacio, director adjunto del Museo del Prado y exdirector del Museo de Bellas Artes de Asturias. Y él mismo ha reclamado la importancia de esta rama del conocimiento «en un tiempo tan deshumanizado y humano».
Los maestros
En una brillante intervención, Palacio ha establecido una relación entre el Museo del Prado y la Universidad de Oviedo, ambos «lugares de historia, lugares memorables, pero también de memoria y para la memoria». Y a partir de la imagen de Catalina de Alejandría que se expone en el Prado y la estatua de Valdés Salas que preside el patio del Edificio Histórico de la universidad ha tejido un nexo entre dos lugares donde «en tiempos de zozobra, encontraríamos abrigo y consuelo». Pero, sobre todo, donde está «la memoria de los grandes maestros». Afortunados los estudiantes, les ha dicho, si han encontrado uno de ellos en su andadura académica frente a aquellos «tiranos y caciques intelectuales, que los hay a montones». «Despreciemos el poder que a veces tienen algunos falsos maestros de aprovechar la dependencia y vulnerabilidad del discípulo».
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Pero, más allá de eso, Alfonso Palacio ha lanzado un mensaje afectivo a esos universitarios a quienes ha agradecido «que os hayáis convertido en personas sensatas, informadas e ilustradas y que tratéis de hacer de este mundo cada vez más complicado un lugar más razonable, un lugar, en definitiva, más bueno». Halago para los jóvenes pero también para la institución que los acoge, «una universidad pública que es, creedme, una suerte de Paraíso en la Tierra».
Bondad, verdad, piedad, compasión
Y, sin querer dar consejos, ha hecho una especie de petición personal a los alumnos premiados: «Más allá de los más que seguros éxitos y honores que vais a continuar cosechando en vuestra vida, no olvidéis tener siempre presentes valores y rasgos que por sencillos pueden resultar ahora mismo hasta intempestivos». Valores con los que deben luchar por ser «fieramente humanos» y que no son otros que la bondad, la piedad, la verdad, la compasión y la empatía, la ausencia de odio, el saber decir que no en algunos momentos, saber convivir con la alegría y el optimismo pero también con el aburrimiento, no mostrarse indiferente, ir siempre en serio y hacerlo compatible con derrochar un profundo sentido del humor, querer saber y construir y luchar por mantener en pie lo construido, apreciar el valor de la derrota y saber volver a empezar sin perder humanidad, valor ni dignidad.
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A la memoria ha querido recurrir también el rector, aunque Ignacio Villaverde ha ido a la suya propia, a la de una infancia en blanco y negro en una Asturias de plomo, en una casa «sin libros ni música». Al colegio y el instituto públicos y la universidad que era una entelequia. «Salimos adelante porque la universidad nos ayudó a hacerlo». Porque, por encima de otras muchas cosas, Ignacio Villaverde ha querido defender esa misión de la Universidad, la de «cambiar vidas y hacer un mundo mejor».
Ha hablado el rector de conocimiento, de ciencia, evidencias, razones y argumentos. De razón y método. De una universidad «para todos y al servicio de todos» porque «el saber y el conocimiento no son patrimonio de unos».
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Entorno económico y empresarial
Y hablado, mucho, del entorno social de la Universidad. De las empresas e instituciones que patrocinan los premios de fin de grado y que muestran, un año más «vuestro compromiso con a universidad asturiana». Defiende el rector la buena sintonía entre la institución académica y el entorno empresarial y económico, una confluencia «indispensable para que ese progreso sea una realidad». Un entorno que «necesitamos para que nuestros egresados aporten lo mejor de sí mismos». «Somos una simbiosis, una maquinaria que debe funcionar perfectamente sincronizada para ofrecer un futuro, el mejor de los posibles, a nuestro estudiantado y un porvenir a nuestra tierra».
Entre las empresas colaboradoras, EL COMERCIO. Su director, Ángel González, ha entregado el premio fin de grado en Estudios Clásicos y Románicos, un galardón patrocinado también por la sección de Asturias de la Sociedad Española de Estudios Clásicos. El premiado ha sido Andrés Fernández Menéndez.
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