Clase magistral de Julio Medem en Avilés: el arte de hacer películas o de subir montañas
El director ofrece una clase magistral en el marco del Festival Avilés Acción
Como a buen vasco, a Julio Medem le gusta subir montañas. Solo que las suyas están en el subconsciente. La primera que se imaginó ... existe: es el 'Mattehorn' (Cervino) y era un póster que tenía pegado en la pared de la habitación que compartía con uno de sus hermanos cuando eran pequeños. Comenzó a 'escalarlo' con 14 años después de que la niña de 11 años a la que había declarado su amor saliera corriendo. Fue un «momento crucial» que precipitó una carrera cinematográfica cuyos capítulos siempre empiezan por la escritura.
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Fue su terapia de entonces. Escribió sus primeros poemas y también una novela 'Mi primer día', que fue cuando se instaló la idea de una montaña en el interior de su persona. En paralelo, aprendió a grabar y encuadrar gracias a las enseñanzas de su padre, de profesión aparejador, pero entregado a la grabación de escenas y los momentos familiares con su cámara Súper 8. «Veía aquellas imágenes y las reconocía, pero había un misterio. Pasaba algo enigmático y por primera vez me interesó el cine», explicó a los asistentes a la clase magistral que, enmarcada en el Festival Avilés Acción, ha ofrecido este lunes en la sala de conferencias de la Casa de la Cultura. Comenzó a hacer sus primeros cortos «porque quería experimentar» y el resto es historia. Historia del cine español porque Julio Medem, tal como reseñó el director del festival Javier Mediavilla, «es uno de los directores más importantes del cine contemporáneo español».
Con este «cuento adolescente», como él mismo lo definió, abrió una clase magistral de tres horas. No es la primera vez que Medem ofrece este tipo de intervenciones, pero nunca de tanta duración. Eso quiere decir que «he aceptado mostrarme» y «vais a descubrir mi personalidad cinematográfica y también la personal, porque ambas están muy vinculadas».
Así fue. Se desnudó casi como cuando graba una película cuando se vacía por completo, según confesó. Y han sido trece largometrajes (doce estrenados). Un proceso que él compara con «inventarme montañas y en la medida en que subía, existían». Tiene claro, ahora que puede ver su carrera con perspectiva, que «hay que estar siempre con la ilusión despierta» y que si bien el cine es técnica y conocimiento en el suyo hay mucho de intución y de su subconsciente.
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No solo quiso explicar desde dónde partió, sino que Medem mostró una la presentación con cortes de varias de sus películas que se llevó a Los Ángeles (Estados Unidos) cuando pasó allí un año sabático, proyectó también cinco cortometrajes suyos («yo mismo no los he visto nunca juntos») y algunos anuncios publicitarios antes de reflexionar sobre la libertad creativa.
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