La Granda quita temores y reclama una inteligencia artificial al servicio del hombre
La filósofa Adela Cortina clausura la 47 edición de los cursos de verano con una reflexión sobre los retos que presenta este «instrumento»
«¿Hay que tener tanto miedo a la inteligencia artificial? Mi respuesta es no, aunque algunos no la comparten. Son instrumentos que están en nuestras ... manos. Yo creo que esa súper inteligencia de la que hablan algunos ni está ni se le espera. Hoy no hay ninguna prueba empírica de que eso sea posible y desde el punto de vista científico hay que dar algún tipo de prueba». La catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, autora de numerosos libros, columnista habitual de prensa y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Adela Cortina, se muestra taxativa al afirmar que la inteligencia artificial es un «instrumento» en manos del ser humano y nunca será capaz de tener atributos específicamente humanos como el sentido común, la dignidad o la capacidad de comunicación. La filósofa ha desarrollado su planteamiento en la conferencia de clausura de los 47 Cursos de La Granda, en el marco de la cual, ha recibido la Medalla de Oro de la institución.
Sigue habiendo temor, pero lo cierto es que no tanto como cuando a partir de la Conferencia de Dartmouth, en 1956, se acuñó ese término y se comenzó a hablar de las posibilidades de una herramienta que parece haber explosionado en estas últimas décadas. Recordó Cortina que incluso científicos como Stephen Hawking decían «que era el fin, lo peor que le podía pasar a la humanidad porque iba a acabar con todos nosotros. Hasta el punto que se hablaba de 'frankenfobia', es decir, de la fobia al monstruo de Frankestein».
En su opinión, lo principal es saber a dónde ir y trabajar en el diseño de marcos éticos que se puedan ir insertando en los sistemas inteligentes. Insistió Cortina en la importancia de «crear marcos éticos que sean clarificadores». Señaló que han proliferado enormemente, sin embargo se enfrentan a una poderosa dificultad: la interculturalidad. «La inteligencia artificial es un desafío global y hay que dar respuestas globales, pero hay culturas con diferentes valores y que optan por diferentes principios. Hay que buscar principios comunes, que todos podamos compartir e ir incorporándolos a las máquinas», advirtió.
Destacó el esfuerzo realizado en este sentido por la Unión Europa y enumeró también los principios que se debe seguir: el de beneficio, el de no maledicencia, el de autonomía y los de explicabilidad y trazabilidad.
Agradecimiento y declaración de amor al arroz con leche
Adela Cortina agradeció la Medalla de Oro de los Cursos de la Granda, un reconocimiento que, según aseguró, «me liga todavía más a Asturias». La catedrática de Ética y Filosofía en la Universidad de Valencia asistió como ponente por primera vez en 1989. «Eran los tiempos de la Transición democrática. Yo acababa de entrar como funcionaria en la Universidad de Valencia y tuve verdadera ilusión por conocer a personas tan prestigiosas como Olegario de Cardenal y Juan Luis Ruiz de la Peña, siempre con Juan Velarde en el trasfondo», relató. Miembro habitual de los jurados de los Premios Princesa, «vengo siempre que puedo» no solo porque le parece una tierra «extraordinaria» porque practica el «cosmopolitismo arraigado, con los asturianos siempre abiertos al mundo, pero manteniendo el compromiso con su tierra», sino también porque se come muy bien y no hay arroz con leche como el de aquí.
No cree la experta que nadie dude de los beneficios de la inteligencia artificial, pero es fundamental que siga el principio de no maledicencia, es decir, de no hacer daño. El tercer principio sería el de la autonomía, una cualidad exclusiva de los seres humanos. «El ser humano es el ser capaz de darse leyes a sí mismo. Cuando se habla de coches, robots o armas autónomos se usa de una manera bastante perversa. Las inteligencias artificiales no son autómatas ni autónomas. Si lo fueran tendrían humanidad y no un simple precio», apoyó.
Por último están los principios de explicabilidad y trazabilidad. «La persona sobre la que se toman decisiones tienen derecho a conocer la trazabilidad. El algoritmo no decide nada, con toda la minería de datos con la que cuenta ofrecen una serie de resultados. Somos nosotros los que tomamos decisiones porque somos los que tenemos voluntad. Por eso no pueden tomar decisiones que afectan a las personas humanas sin que lo haya revisado otra persona. Trazabilidad y rendición de cuentas son fundamentales», subrayó antes de volver a apelar a esa «diálogo global e intercultural».
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