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Encuentro de los tres pasos, portados por cada una de las cofradías, en la Plaza de España Pablo Nosti
Semana Santa 2025

Peregrinos de la esperanza en el Encuentro en Avilés

Multitudinaria procesión de Miércoles Santo, con recorrido acortado de los 'Sanjuaninos' por un andamio en Alfonso VII

Miércoles, 16 de abril 2025

El chaparrón que cayó pocos minutos después de las ocho de la tarde encogió el corazón a los cofrades de las tres hermandades que este Miércoles Santo protagonizaban la Procesión del Santo Encuentro. En el recuerdo de todos estaba la pasada Semana Santa, en la que no se pudo procesionar, pero ayer la lluvia duró poco y enseguida se disiparon los miedos. Había confianza ciega en las aplicaciones del tiempo y los miembros de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores enseguida comenzaron a formar en la calle de San Francisco. A las 20.25 horas salió el paso con la 'Dolorosa' y sonaron los primeros aplausos. Este miércoles, sí, iba a haber procesión. Una procesión con ligeros cambios motivados por el edificio en obras en la esquina entre las calles de San Francisco y Alfonso VII ('calleja de Los Cuernos'), que impedía a la Cofradía de San Juan Evangelista bajar por ella, como hicieron en 2023 por última vez.

El resto transcurrió conforme al guion y a los evangelios, con las tres imágenes de Jesucristo, de su madre María y de su discípulo más fiel, San Juan, entrando en una Plaza de España en la que se produjo el esperado encuentro, narrado por el vicario judicial adjunto del Arzobispado de Oviedo, Andrés Fernández Díaz.

Sonaron las campanas del reloj del Ayuntamiento a las ocho y media y pocos minutos después la banda de tambores de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores tocaba el Himno de España. Cayeron cuatro gotas, se abrieron unos pocos paraguas. Nadie se alarmó.

Entró la Dolorosa en la plaza, y el paso se dirigió, como siempre, hacia la esquina con la Ferrería. Allí esperó la llegada de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de Galiana, cuya figura venía protegida por plástico. Su cofrades portaban sobre sendos cojines una corona de espinas y los clavos. El pasaje que recrea la Procesión del Santo Encuentro, los momentos previos a la crucifixión de Jesús en el monte Gólgota, de ahí los símbolos.

Con su madre a un lado de la plaza y Jesucristo, al otro, el reverendo Fernández Díaz, desde uno de los balcones del Hotel Palacio de Avilés Affinity by Meliá, fue narrando el episodio recordando a los fieles que estaban ante el «encuentro de la ternura, en este año jubilar de la esperanza».

La esperanza fue el hilo conductor de un sermón muy fiel a las escrituras con ligeras alusiones a la actualidad, sin entrar a fondo en ninguna de ellas. Conminó a ser «peregrinos de la esperanza» porque, como el Señor, «antes se cansan los manos que Jesús del bien».

«Todo aquí es grande y doloroso», advirtió el vicario, mientras los 'Sanjuaninos' esperaban en la calle de San Francisco para hacer su entrada en la plaza. Mencionó a las «familias despojadas» de su vida «por las guerras sinsentido» y también a los que huyen de países inmersos en conflictos bélicos y buscan acogidas aquí. «Peregrino es el que sabe la meta, el final de su peregrinaje», afirmó.

Tras relatar la llegada de Jesús al Calvario se refirió a la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores y, por extensión, a «tantas mujeres con tanta determinación que con ayuda de otras 'marías' ante una vida que quiere ser protagonista de una nueva historia».

Quedaba por entrar la Cofradía de San Juan Evangelista, «con la fuerza de la juventud que solo con esa energía puede llevar ese trono». Alegría, tristeza y desesperanza fueron tres adjetivos que atribuyó a los 'sanjuaninos' «ante el encuentro con mayor ternura de la historia».

Jesús se enfrenta a la muerte, pero el reverendo pidió que «no tengáis nunca miedo a desesperar».

Entró entonces el paso de San Juan, con el ritmo de sus porteadores más medido respecto a los primeros metros tras salir de la iglesia de San Nicolás de Bari. Detrás, portaban la cruz de madera, en horizontal. Los tres pasos se encontraron y, de nuevo, cayeron cuatro gotas. Ya no estropearon nada. No fueron a más y la procesión se pudo celebrar.

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