José Juan Hernández Deniz
«Lo más importante de la parroquia son sus personas, pero tampoco debemos olvidar su patrimonio y su historia»
Dentro de una semana, en la misa de las 12.30 horas que se celebrará el próximo domingo 7 de septiembre, el sacerdote José Juan ... Hernández Deniz (Santa Cruz de Tenerife, 1958) tomará posesión de la parroquia de San Nicolás de Bari, un nuevo reto en su vida sacerdotal sobre el que conversa con LA VOZ.
–Hoy es su último domingo en La Luz-Villalegre.
–Sí. Mañana lunes iremos a Covadonga en la novena de La Santina. La despedida se organizó el pasado 24 para que no coincidiesen tan juntas.
–Usted no marcha voluntariamente, es una decisión del arzobispo. ¿Supongo que deja Vilallegre-La Luz con pena?
–Sí, claro. Llevaba tres años. En tres años no te da tiempo a hacer un proyecto, a sacarlo. Siempre se dice que el primer año es la toma de contacto, después se conoce y luego ya se plantea y se comienza a hacer. Estaba en esa fase inicial. Aún así, yo siempre procuro conocer a la gente, tener relación. Me voy con pena por el desconcierto.
–¿Por qué desconcierto?
–Primero me pregunté por qué me habían seleccionado. ¡Y para San Nicolás!. Lo pensé, recé, consulté con amigos y compañeros. Todos me animaron y aquí estoy.
–Pero su perfil es muy adecuado. Estuvo en Viesques, que usted casi creó, y es comparable a San Nicolás. Y en Covadonga. Su trayectoria avala la decisión del obispo.
–Es cierto que en Viesques me tocó construir la parroquia física y la comunidad. No tiene la historia ni patrimonio de San Nicolás, pero su realidad es muy parecida a San Nicolás, tanto por el perfil social como por la presencia de jóvenes. Covadonga fue un trabajo ingente; me tocó el Año Santo, con el paso de toda la diócesis y también la atención del confesionario. Era mi tarea principal. Al principio empiezas con un gran entusiasmo, pero luego termina siendo muy duro.
–¿Por qué?
–Existe un gran machaque personal. Estás mucho tiempo escuchando a las personas. Hay confesiones veniales, pero también de personas que han vivido una auténtica conversión, con un gran sufrimiento personal. Eso obliga a un acompañamiento, una atención y que obliga a un gran esfuerzo y desgaste personal.
–¿Ya ha tenido algún acercamiento a San Nicolás?
–Sí. Como te apunté, el primer año quiero ver: el ritmo de las cosas, las personas, las actitudes que hay en la parroquia. Ya he estado tres veces para conocer físicamente y conocer a las personas. Ya he tratado con algunas. Lo que veo es muy positivo. Hay mucho trabajo bien apuntalado. También hay problemas y dificultades en el colegio, con alguna cofradía. No voy a negarlas.
–¿De qué tipo?
–En el terreno de las cofradías hay algunas actuaciones al margen de o sin contar con, que se deben corregir. Es un trabajo para hacer. Y mantener la unidad.
–¿Y el colegio?
–Un poco de todo. La demografía juega un papel fundamental. Hay que fortalecer los primeros cursos, aunque creo que hasta ahora no habrá dificultades. Cuando se pasa de una administración parroquial a una diocesana, como la actual, siempre supone un reajuste. Eso lleva un tiempo y se pueden dar roces, actitudes que se deben limar, donde debemos ayudar a entender y saber tender puentes entre las posiciones. Ahí me corresponde hacer un trabajo de precisión, como si fuese un relojero.
–¿Contar con Luis López en la basílica de San Antonio es una suerte?
–Sí. Es el hermano de Alfonso. Lo conozco de Gijón, de cuando él estuvo en el Espíritu Santo. En San Antonio se cuida la eucaristía, la confesión y es la sede de la Adoración Perpetua. Es algo muy valioso que se debe mimar. Será una gran ayuda.
–¿Y la capilla de San Roque?
–Ya la visité. Quiero mantener la dinámica actual.
–En una sociedad descritianizada como la actual, San Nicolás es una excepción, ¿es un reto como sacerdote?
–Claro, pero no sólo mantener, sino que hay que tratar de dar más brío a la parroquia. Lo más importante son sus personas, la Iglesia viva, que debemos cuidar sin descuidar a lo otro, su historia y patrimonio. Debemos cuidar su espiritualidad, una evangelización comprometida, que no sólo sea culto y celebración, también compromiso. Por eso es muy valiosa su Cáritas tan comprometida. También hay que reforzar la acción social de las Cofradías a favor de los más débiles, los más pobres y de la sociedad.
–Mucha gente se preguntará qué hace un canario como usted de sacerdote en Asturias.
–Es una historia muy larga. Resumiendo, diré que fui monje benedictino en Samos, Lugo. En un momento, descubrí en comunidad que no era mi sitio, sino que debía responder a mi primera vocación que era ser sacerdote, a mi primer amor. De esa época viene mi amor por la liturgia, por la meditación y la oración. Lo que hice en ese momento fue no volver a mi tierra.
–¿Por qué?
–En ese momento, mi familia no era proclive a una vocación sacerdotal, el ambiente turístico de Tenerife tampoco ayudaba. Así que terminé en la Universidad Pontificia Comillas y luego me encardiné en la diócesis gracias a Carlos Osoro, que era el arzobispo. Mi primer destino fue la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, de ahí pasé a Ventanielles, Viesques...
–Con su carisma de oración, contar con los grupos de Adoración Nocturna de San Nicolás también es una suerte para usted.
–Sí. Además, Adoración Nocturna celebra su centenario en España, con una historia ingente. Es un tesoro que obliga a un trabajo mayor, a una preparación. Es muy importante que la comunidad cristiana vea a su párroco como un hombre de oración, que no habla de oídas, sino que él lo experimenta.
–¿La dimensión social de San Nicolás le genera vértigo?
–Es la parroquia de la villa, que refleja la historia de Avilés. Genera un vértigo grande. Y luego tampoco puedes olvidar una figura colosal como fue Ángel Garralda. Es una persona que no puedes reducir a una cita.
–¿Por qué?
–Para muchas personas habrá quedado como el cura que oficiaba la misa del 20-N, pero Ángel Garralda es mucho más que eso. Fue un hombre de un gran cultura, con un gran trabajo social y caritativo. Él no tocaba el bombo ni lo pregonaba, pero está ahí. Evidentemente era un hombre de carácter, con mucho brío, pero eso es fundamental porque, de lo contrario, no habría hecho su obra. Fue un profeta de su tiempo.
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