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Angélica Liddell, en actitud teatral posa al lado de la urna-ataúd de las abejas. A su espalda, una de las pantallas. La que recrea la coreografía de los apicultores que acaban enterrando a la poeta.

«Hablar de Dickinson es hablar de muerte»

La directora, dramaturga y actriz Angélica Liddell rinde homenaje en Laboral a la gran poeta del XIX. 'Emily', la instalación que ha creado en el centro de arte, reflexiona, entre el zumbido de 500 abejas y la cantata 147 de Bach, sobre la relación de la escritora con el mundo

Paché Merayo

Sábado, 22 de agosto 2015, 00:57

Emily Dickinson, la gran escritora decimonónica que ocupa sillón en el olimpo de los poetas fundacionales de Estados Unidos, renace cada día, para volver a morir al poco, en Laboral Centro de Arte. La resucita y la entierra a solo unos metros, la directora, dramaturga y actriz catalana Angélica Liddell (Figueres, 1966). Y lo hace para reflexionar sobre el infinito, el caos, la naturaleza, el comienzo de todo y el final de todos. Especialmente el final de la poeta a la que recuerda como a un mito. «Hablar de Emily Dickinson es hablar de muerte», dijo ayer al describir los entresijos de la obra con la que le rinde homenaje.

Liddell, que con este tributo firma su primera incursión en territorio español tras su largo y voluntario exilio laboral, soltaba esa sentencia ante una parte fallecida inesperadamente de su obra. Titulada, precisamente 'Emily', construye su epicentro en una gran urna de metacrilato en la que podría caber la autora del XIX. De hecho pretende ser metáfora del encierro en el que vivió a partir de 1861. Dentro, medio millar de abejorros, la gran mayoría muertos. Su término no formaba parte de la pieza, pero el accidente sin explicación alguna se convirtió sin pretenderlo en apoyo espontáneo a su discurso. También en un ataúd de palabras, porque con las abejas Liddell recupera «un vocablo repetido insistentemente en la poesía de Dickinson». Mentar a esos insectos era para la poeta, dice la creadora catalana, una manera de mostrar su «relación con la naturaleza, con el infinito y, seguramente, también con la muerte».

Pese a yacer en el suelo de la urna, su zumbido sigue vivo. Grabado con anterioridad compite desde unos altavoces con la Cantata 147 de Bach, que se emite como un recitativo, solo interrumpido por los sonidos con los que la Nasa describe la existencia de los planetas. Y esto solo dentro del continente de metacrilato. Fuera, en las dos paredes que lo abrazan, se proyectan, a modo de pantalla, a la derecha «el primer registro visual que se conserva de indios de Massachusetts», y, a la izquierda, los ensayos preparatorios de 'Esta breve tragedia de la carne', la obra mayor en la que se integra 'Emily' y que Liddell estrenará en unos días en la 39 edición de La Bâtie-Festival de Ginebra.

La producción de esta obra de corte teatral, incluida en una 'Trilogía de Dios', cuenta en sus títulos de crédito con Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, ya que ha sido entre sus paredes donde la dramaturga le ha dado forma.

El vídeo que recrea los ensayos, atravesado por selección de textos de Shakespeare (autor de cabecera de Dickinson), especialmente por 'Romeo y Julieta', «donde la poeta se convierte en la amada que muere», cuenta con actores de la Asociación Alarde. Intérpretes con discapacidad intelectual, que vestidos como apicultores, acaban enterrándo a la autora de 'Mi vida ha sido un fusil cargado' en ataúd blanco. Pero la representación va más allá.

Según Liddell, no solo se revisita la pasión sakespheriana de Emily, que un buen día abandonó las ropas oscuras de su época, se vistió de blanco y dejó de salir a la calle, aunque nunca de escribir poemas y cartas a sus amigos. Con las escenas de los apicultores y de los indígenas también se pretende contar el enfrentamiento de aquella «tierra salvaje y violenta en la que vivió». Por eso pared frente a pared. Por eso, los indios danzando frente a los agricultores que también siguen una coreografía. «Pioneros frente a puritanos».

Todo en la obra de Angélica Liddell, Premio Nacional de Literatura Dramática en 2012 y figura central del teatro español emergido en la última década, está cargado de símbolos e infinidad de estampas, que ella misma define como «tremendamente pictóricas».

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