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Val del Omar, cine y mística en Laboral

El cineasta, inventor y pionero revive en Gijón con una exposición del Reina Sofía

Paché Merayo

Jueves, 24 de septiembre 2015, 00:17

Es uno de los muchos nombres por cuyo legado la historia de España ha pasado como una apisonadora. José Val del Omar (Granada, 1904 - Madrid, 1982), una suerte de místico, que lejos de contemplar el mundo intervenía en él, cineasta adelantado a su tiempo en las maneras y la técnicas, pionero en todos los sentidos, inventor real y documentado del zoom, de la pantalla cóncava y de la táctil visión, entre otras muchas cosas, vio silenciada su voz por las circunstancias de «la sociedad pacata que le tocó vivir». Así lo manifestaba ayer, en Laboral Centro de Arte, Gonzalo Sáenz de Buruaga, su yerno y fundador, junto a María José Val del Omar (su esposa e hija del creador granadino), del archivo que conserva su herencia como un tesoro y a cuya dedicación se debe la ruptura de ese silencio. De hecho hoy ese tesoro es ya es parte fundamental de las colecciones del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y es esa institución la que, gracias a un mecenazgo de la Caixa, ha prestado a Gijón, en su primera colaboración con Laboral, películas, documentos, bocetos, prototipos, cámaras, actas de patentes y hasta dibujos originales y collages del genio.

Todo se puede contemplar desde ayer en la sala de Proyecciones. Allí permanecerá hasta el 10 de enero, pero no únicamente como una exposición de material, sino también como un homenaje a un hombre singular en todos los sentidos. «Su figura es casi infinita», advertía durante la presentación de la muestra que se ha dado en llamar 'Val del Omar (1904-1982). La mecamística del cine', su comisaria, Cristina Cámara.

Su mirada y su espectacular trabajo recuerdan, por otro lado, «al paseo de Orfeo, de Cocteau», a la vez que acarician la filosofía de «un autor presocrático», por su empleo del fuego, la tierra y el agua. «Solo le falta el aire para serlo», decía el viceconsejero de Cultura, Vicente Domínguez, que participaba de la presentación felicitándose por la colaboración del Reina y Laboral en este tributo, que va más allá de su legado creativo. También recrea su propio laboratorio. El PLAT (acrónimo de Picto, Lumínica, Audio, Táctil), regalo de su hija que se dedicaba también al cine («pero a la industria de las grandes producciones de Hollywood»), y de su yerno. En él se ordenan sus diversos artilugios de trabajo. Proyectores, objetivos, espejos, maniquíes, papeles de colores, lentes y algunos de sus inventos más notables con los que consolidaba imágenes que aún hoy siguen pareciendo pura vanguardia. Es, sin duda, según la comisaria, «uno de los núcleos de la propuesta». Fue su taller de experimentación y el lugar en el que este cineasta -o cinemista como prefería que le llamaran- pasó los últimos años de su vida. Hasta tal punto ese fue su refugio que dormía en él, en una mínima alcoba que también se recrea en Laboral, para dar cuenta de que su existencia fue también la de un asceta.

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