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Carmen Gómez Ojea fue una mujer fuera de lo común y una escritora igual de excepcional. Ganadora del Premio Nadal en 1982 con su ... novela 'Cantiga de agüero' y comprometida siempre con los problemas sociales de su tiempo, especialmente con la lucha feminista, fallecía prematuramente hace tres años. Ayer el Ateneo Jovellanos le rendía homenaje en su ciclo 'Gijón narrado' y en un acto organizado en colaboración con el Aula de Cultura de EL COMERCIO que dejó pequeño el salón de actos de la Escuela de Comercio. Una muestra de la profunda huella que dejó la narradora gijonesa en su ciudad y entre toda la gente que la conoció.
La alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, se sumó al homenaje, junto a la concejala de Cultura, Montserrat López Moro, y en el coloquio que recordó a la escritora, moderado por la catedrática de Filología Inglesa y vicepresidenta del Ateneo, Socorro Suárez Lafuente, no faltaron cómplices de su figura y expertas en su obra como la exconsejera de Educación del Principado, Carmen Suárez; la profesora de la Universidad de Oviedo, Lourdes Pérez, o Pilar Cartón y Kobra Valadkhani, que investigaron sobre su literatura en sus respectivas tesis doctorales.
En su intervención, la regidora gijonesa definió a Gómez Ojea como «una de las escritoras más importantes y queridas de nuestra literatura» y como «una mujer que vivió y escribió con intensidad» y cuya obra «refleja no solo su profundo amor por la literatura sino también su compromiso con las mujeres, la justicia social y con la lucha contra las desigualdades», afirmó Moriyón, para quien el legado de la escritora «a pesar del vacío irreparable que nos dejó su fallecimiento, sigue vivo en sus palabras, sus obras y en el recuerdo de quienes la admiramos». La impresión perceptible de la vigencia de su figura, su obra y su pensamiento, fue compartida por las ponentes de la mesa redonda. Así, Carmen Suárez, la calificó como «una persona de un humanismo radical que siempre combatió la falacia y la mentira, y pensaba que había que estar imaginando y construyendo la verdad a favor de las mujeres, contra la violencia y la destrucción», alguien muy consciente de que «las palabras nunca son neutrales ni indiferentes». En cuanto a su actitud ante los demás, aseguró que «Carmen era directa sin lastimar, aunque decía unas verdades como puños» y como ejemplo de su honestidad intelectual puso unas palabras suyas en la que defendía que «mi intención no es cambiar el mundo, ni quiero hacer llorar ni reír, a veces tengo la intención de escandalizar, molestar, incitar, que creo una de las funciones de la literatura, sino es así no me interesa mucho».
La estudiosa de su obra, Pilar Cartón, centró su exposición en la novela 'Cantiga de Agüero', con la que Gómez Ojea obtuvo el Nadal, un premio en el que, recordó, la habían precedido décadas antes mujeres como Carmen Laforet, Dolores Medio, Ana María Matute o Carmen Martín Gaite, unos referentes que le habrían servido para «tener la libertad de escribir, publicar y decir lo que quería». La describió como una persona «muy exigente como escritora y también como lectora que odiaba la narrativa de entretenimiento, a la que llamaba directamente infraliteratura» y destacó su «capacidad increíble para darle la vuelta a todo», aunque por encima de cualquier otra cuestión «era una enamorada absoluta de las palabras».
Para la también investigadora de su literatura, Kobra Valadkhani. la creadora gijonesa creía firmemente que «el acto de narrar puede ser más revolucionario que el ser humano» y expresó su convicción de que también su propia obra lo era. «Leer a Carmen es un acto de insumisión, resistencia y memoria», dijo sobre una autora «cuyo legado sigue más vigente que nunca».
Finalmente, su amiga Lourdes Pérez evocó su «increíble vitalidad y su sentido del humor agudísimo e iconoclasta», desde que la conoció en los 70 del tardofranquismo en las tertulias de la Sociedad Gesto. También cómo seguiría siendo una vez convertida en escritora premiada: «No se dejó deslumbrar por el éxito, su actitud en la vida fue tan discreta como rotunda, Carmen solo veneró a la libertad. Fluyó en armonía con sus convicciones, que no eran aguas mansas sino como el oleaje cantábrico: bravas, sólidas e inquebrantables, pero siempre respetuosa y generosas». Una Carmen que sigue muy viva.
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