Díptico en el estudio de Zuloaga
Tibia acogida a 'Goyescas' de Granados y 'El retablo de Maese Pedro' de Falla, representadas en el Teatro Campoamor
Se atribuye a Giordano Bruno la frase «Se no è vero, è ben trovato». La reunión en París, en el estudio de Zuloaga a principios ... de los años veinte de la crema de la intelectualidad española para asistir a una representación privada de 'Goyescas' de Granados, y 'El retablo de Maese Pedro' de Falla, aunque no existió, muy bien podía haberse celebrado. Entre otros aspectos como la amistad del pintor con los dos compositores, Zuloaga fue el escenógrafo de la primera representación de 'Goyescas', en el año 1919, en París. Y Falla encargó al pintor vasco el diseño de los títeres, conservados en el Museo Nacional de Teatro, en Almagro, para el reestreno de 'El retablo' en París, en 1928.
Estas coincidencias en torno al estudio de Zuloaga es el punto de unión de 'La Edad de Plata. Díptico español', la nueva coproducción de la Ópera de Oviedo y el Teatro Cervantes de Málaga ideada por Paco López para envolver y unificar 'Goyescas' y 'El retablo de Maese Pedro', que ayer se representó en el Campoamor. Esta singular apuesta por la ópera española desde la Temporada ovetense juega con el procedimiento barroco del teatro dentro del teatro, o, en este caso, la ópera dentro del estudio de Zuloaga. El público, sin desmerecer la dificultad de un montaje así, estuvo más bien frío. De hecho, en los preludios a las óperas, basadas en fragmentos de Granados y Falla, apenas aplaudió. Y eso que eran escenas que propiciaban el aplauso.
El 'Díptico español' está concebido como un espectáculo centrado en las dos óperas de Granados y Falla, ambientadas en ese momento histórico de convergencias artísticas que se producen en el París de los años veinte. Resaltando esta idea de encuentros entre diferentes artes, la escenificación se abre a proyecciones audiovisuales realizadas por José Carlos Nieva y a aspectos coreográficos creados por Olga Pericet, que resaltan la fusión artística que se produce a principios del siglo XX. Estos audiovisuales a veces se basan en documentos históricos y, concretamente en 'El retablo', en una película muda, probablemente un guiño a Luis Buñuel, quien en los años 30 estaba en París.
El espacio escénico y la realización dramática de Francisco López intenta unificar, guardando las notables diferencias que existen entre una y otra obra. 'Goyescas' empieza con un preludio en el que se interpretan, como si estuviesen en una velada, algunas obras de Granados, que el propio compositor toca en el estudio de Zuloaga. Esta es la introducción que da el pie a la obra desarrollada en este mismo espacio. En 'El retablo de Maese Pedro', estamos en el mismo estudio. En la introducción se evoca la figura de Falla, su exilio a América y el de miles de españoles que cruzan la frontera tras la Guerra Civil. Esa introducción sugiere algo así como un sueño destrozado, roto, que probablemente es la idea generadora de Paco López en este díptico.
Álvaro Albiach dirigió varias veces en el Campoamor y conoce bien a Oviedo Filarmonía. Sin embargo, en 'Goyescas', salvo en el Intermezzo Primero, no estuvo especialmente fino. Mejor, la transparencia tímbrica y el ritmo interno que imprimió a 'El retablo'.
El Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo) hizo una desabrida labor en el primer cuadro de 'Goyescas', mejorando sustancialmente en el segundo. Dinámica algo plana sobre un forte y un timbre demasiado metálico. Afortunadamente, en la escena del candil, estos aspectos se corrigieron.
La coreografía de Olga Pericet es efectista, en el buen sentido del término. Sostiene la acción en las dos obras y, aunque el ballet no es perfecto, sí resulta muy sugerente.
De las voces protagonistas, la soprano Carmen Solís, en el papel de Rosario, destacó en el tercer cuadro de 'Goyescas', 'La maja y el ruiseñor', cantando con un lirismo de buena ley. En el resto de la obra, estuvo muy irregular, tanto en dinámicas como en unos agudos algo forzados.
Alejandro Roy interpretó un Fernando de gran calidad vocal. Precisamente este canto del tenor gijonés, siempre homogéneo, amplio, sirvió para dar cuerpo al papel de Fernando.
Los otros protagonistas de 'Goyescas', Cristina Faus y Damián del Castillo, estuvieron correctos.
Javier Franco es un Don Quijote mermado vocalmente. Como barítono carece de graves y tampoco atinó por medio del fraseo en desatar el carácter heroico y lírico del hidalgo manchego.
El papel de Trujumán, el niño que narra la escena, fue interpretado por Lydina Vintes Curtis con ese sonsonete que recuerda a los pregones de pueblo. Fue el rol mejor cantado de la obra de Falla.
Finalmente, José Luis Sola cumplió su función de Maese Pedro.
Sin duda, este era un espectáculo difícil. En ese sentido, la búsqueda de unificar las óperas con el ambiente en el que nacieron es digno de resaltar. Esa idea del teatro dentro del teatro, lejos de ser algo banal, resulta muy sugerente.
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