El día que Frank Gehry hizo una 'peineta' en Oviedo
El gesto del genial arquitecto corrió como la pólvora por las redes al responder así a quienes consideraban sus edificios arquitectura del espectáculo
A. Villacorta
Sábado, 6 de diciembre 2025, 20:58
«¿Cómo respondería usted a quienes dicen que su arquitectura forma parte de eso que se etiqueta como arquitectura del espectáculo?». Esa pregunta tan directa, formulada en la rueda de prensa que Frank Gehry ofrecía dentro de los actos de los Premios Princesa de Asturias -que en 2014 le otorgaron su galardón de las Artes-, dejó para la historia uno de los momentos más fotografiados de la cita que congrega a los más grandes en el Hotel de la Reconquista cada mes de octubre.
Fue escucharla y elevar su dedo corazón el genial arquitecto -que acaba de fallecer a los 96 años en su casa de Santa Mónica aunque solo en carne mortal, porque ha legado para la historia de la arquitectura un puñado de obras maestras-, dejando claro, con un único gesto, contundente como su propia personalidad, su desacuerdo con la idea.
Considerado uno de los más destacados representantes del deconstructivismo, Gehry fue uno de los pioneros a las horas de usar la tecnología en combinación el titanio, para crear fascinantes geometrías, comparables a esculturas. Porque, para él, cada obra arquitectónica debía ser concebida como una obra de arte. Así que lo del espectáculo le sacó de sus casillas.
Una rueda de prensa que corrió como la pólvora por las redes sociales y en la que el canadiense se despachó a gusto: «El 98 % de los edificios que se hacen hoy son pura mierda, carecen de sensibilidad, sentido del diseño y respeto por la humanidad». Y fue más allá, asegurando que hay muy poca gente capaz de hacer algo relevante en este campo y que solo, de vez en cuando, «algunas personas hacen algo especial».
Hay que decir en su descargo que, poco después, se disculpó y achacó la 'peineta' al aturdimiento provocado por el viaje. «Me ha pillado descolocado y tuve esa reacción», alegó tras pedir que le dejasen hacer su trabajo en paz, que él no pedía a nadie que le contratase, que no tenía publicistas ni agentes y que únicamente recibía encargos de clientes que respetaban su arte. Obras que -como resumió Barack Obama al entregarle uno de los múltiples premios que le concedieron a lo largo de su brillante carrera- «nos elevan y amplían nuestros horizontes».