Xosé Antón González Riaño
Cuando asumió el cargo en 2017 se prometió limitarlo a dos mandatos. Ahora afronta el tercero, impulsado por «un clima de opinión» a mantenerlo
Xosé Antón González Riaño (Viella, 1956) era reelegido el pasado 15 de julio como presidente de la Academia de la Llingua. Abordamos con él ... cómo asume esta nueva responsabilidad y cuáles son los temas claves de su hoja de ruta para el momento actual de la lengua asturiana.
–¿Cómo afronta este tercer mandato al frente de la Academia?
–Tras dos mandatos largos, como los de García Arias y Ana Cano, justificables por el carisma que encarnaban, cuando yo accedí al cargo en 2017 verbalicé mi propósito de que no fuera por más de dos mandatos. Volví a transmitirlo ahora, pero un sector de los académicos y también desde algunas instancias de partidos políticos me plantearon que la Academia precisaba de una cierta estabilidad y continuidad con la política que se estaba llevando. Ese fue el clima de opinión que me llevó a asumir un tercer mandato.
–En los últimos años le tocó asistir a dos nuevas ocasiones frustradas de lograr la oficialidad. ¿Cree que los partidos que apostaban por ella pudieron hacer más para conseguirla?
–La gran oportunidad fue en 2022. Entonces tuve ocasión de hablar con todos los partidos y desde la perspectiva actual puedo decir que si no se logró fue por los errores en la negociación de los partidarios de la oficialidad. No se supo valorar o aprovechar la importancia social, cultural y política de que el asturiano y el eonaviego fueran lenguas oficiales. Y es lamentable. La reciente discusión en la Junta General tuvo otro carácter muy interesante desde el punto de vista simbólico y fue la constatación de que la mayoría parlamentaria demanda la oficialidad. Es un hito histórico, pero, insisto, la gran oportunidad fue la del año 22.
–Y ante la realidad presente ¿cree que hay vida para la lengua asturiana más allá de la oficialidad?
–La hay y es más, mantengo que se puede hacer política lingüística y es inevitable porque no deriva del voluntarismo de los partidos políticos sino del marco legal que tenemos: la Constitución, el Estatuto de Autonomía y la Carta Europea de las lenguas regionales que vincula a España. Es decir tenemos un entramado normativo que exige hacer política lingüística y cuanto más y mejor aprovechemos ese marco más fácil va a resultar el momento de abordar la oficialidad, que llegará como consecuencia de una continuidad jurídica que, desde luego, es inevitable. Por lo tanto, profundicemos en esa política lingüística.
–En fechas recientes la Academia se reunió con el presidente Adrián Barbón y la consejera de Cultura, Vanessa Gutiérrez, para tratar de ese asunto y los planes del ejecutivo en ese sentido. ¿Cómo valora ese encuentro?
–Quedan dos años de legislatura y en esa reunión planteamos cinco cuestiones que consideramos hay que abordar con urgencia. La presentación del Plan de Normalización, señalando objetivos, fases, presupuesto. En segundo lugar, la adaptación o en su caso desarrollo de la Ley de Uso, un marco legal muy amplio que debe ser regulado. También consideramos muy importante la presencia del asturiano y el eonaviego en la radiotelevisión pública del Principado. Otro asunto clave es la enseñanza, donde se debe promover la del asturiano y eonaviego no solo ofrecer. Y, por último, planificar el desarrollo de la IA en relación a nuestras lenguas. El clima que encontramos por parte del presidente y la consejera fue de muy buena receptividad.
–¿Esas medidas podrían tener éxito sin contar con el principal partido de la oposición? ¿Percibe usted similar receptividad en el presidente del PP asturiano, Álvaro Queipo o cree que en este tema su partido no deja de tener presente la posición contraria de sus posibles aliados a la derecha?
–Es una cuestión clave porque es cierto que el clima de polarización a nivel de estado no favorece la serenidad para lograr el consenso en Asturias en materia lingüística. En todo caso, conozco personalmente al señor Queipo, tenemos muy buena relación, siempre dialogamos en un clima de confianza y a mí sus análisis me parecen de gran altura política. Creo de que el presidente del PP de Asturias es consciente de que si aspira a alcanzar la presidencia del Principado debe asumir el hecho lingüístico y que al margen del clima que se respire en el conjunto de España, donde debe poner su visión es en la gobernabilidad de Asturias y demostrar en ello la inteligencia política que ya tiene enlazando con la mejor tradición asturiana de modernidad en este tema como en otros no menos relevantes para nuestro futuro.
–Hablemos de estos últimos. Seriamente muchos asturianos se plantean que frente a problemas como el de la vivienda, la despoblación rural, el éxodo de los jóvenes por falta de oportunidades, las dificultades económicas con los que afronta el día a día una parte importante de la población, poner la oficialidad como un asunto prioritario no es algo que comprendan. ¿Cómo argumentaría que lo es?
–El argumento es sencillo. Asturias sin tener reconocidas oficialmente a sus lenguas tiene todos esos problemas tan graves. Si la oficialidad es tan nefasta, ahora deberíamos tener tasas de empleo del 100 por cien, el problema de la vivienda solucionado y los pueblos y aldeas llenos. Es una broma, claro, se trata de poner del revés esa línea argumental que intenta correlacionar variables que estructuralmente y políticamente nada tienen que ver. El propósito es confundir, como cuando se dice en sede parlamentaria que se están empleando 55 millones de euros en política lingüística. Con esa cantidad se harían dos oficialidades. La cifra real no llega a los 15 millones de presupuesto.
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