Pablo Antón Marín
Pablo Antón Marín Estrada presentó 'El cuadernu de tierra', un poemario que denuncia el olvido y la impiedad hacia quienes llenan las fosas comunes
Memoria y piedad y olvido e impiedad. Pablo Antón Marín Estrada, escritor ante todo y periodista que narra el hoy en estas mismas páginas, juega ... con toda la belleza de las palabras asturianas cuando compone poesía. Eso ha hecho en 'El cuadernu de tierra' (Trabe), un pequeño poemario que viaja a esos lugares antónimos que le han inspirado y que son en realidad los cementerios del dolor, las fosas comunes que aún hoy se excavan en la geografía que habitamos. Ayer en la Semana Negra lo presentó junto al cineasta y también escritor Ramón Lluís Bande.
«Este no es un tema habitual que suele mover a escribir poesía en nuestros tiempos, pero yo creo que es necesario, que la poesía social o política no es algo trasnochado, que toda poesía, toda la literatura que sale de lo personal a lo público, es política. Se adopta una posición política incluso cuando se cuentan relaciones sentimentales», revela el autor.
Desde esa perspectiva y esa reivindicación, no niega que es un libro raro y conceptual por cuanto se adentra en un único tema. «La pulsión surgió de una experiencia personal, a mí siempre me preocuparon los temas de la memoria histórica, es algo que me toca de cerca, los primeros textos surgen de haber estado en varias fosas, Parasimón uno y dos, y hablar con la gente que estaba allí, con Paco Etxeberría, con arqueólogos, forenses... Me pareció interesante el enfoque que le daban a ese trabajo, no solo como un ejercicio de reparación, sino también como un trabajo de investigación histórica». Impactado por esa realidad, se puso a escribir y alumbró cuatro poemas. Dos de ellos conducen a las citadas fosas, y los otros dos, a una necrópolis neolítica y un cementerio del hoy, el mismo en el que están enterrados sus padres, en un intento de acercarse de una forma más general a ese concepto de la piedad y su contrario.
Suele Pablo Antón Marín Estrada servirse del asturiano para componer sus poemas, pero en esta ocasión hacerlo era más necesario que nunca. «En este caso había una conexión con la propia lengua, intenté hacer un ejercicio de memoria lingüística, esa lengua oculta en la propia memoria que me devolvía a mi infancia, a todo lo que sucedió en la guerra civil, que era parte de mi memoria oral cotidiana y que se contaba con un lenguaje muy duro, lleno de cagamentos y exabruptos», reflexiona el autor, sabedor de cómo en la gestación de esta obra hay mucho más que la ambición por hilvanar palabras hermosas con pasado y dolor. «En este libro hay una rabia latente, tanto al escribirlo como al concebirlo, por eso que nos encontramos cada día de cómo el ser humano sigue actuando en el mundo, ese no querer entender al otro y querer aniquilar al adversario», concluye el autor.
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