Verdades que son como la carcoma
Leer a Ledicia Costas me resulta un placer porque sus libros son de esos que, escasos, sin darte apenas cuenta, te engullen (ellos a ti ... y no al revés) y a su término te queda tanto la emoción como la satisfacción de haber leído una de esas historias bien hechas y bien contadas. Y no sé si esta novela es un thriller, una obra contemporánea, narrativa actual o una de misterio y aventuras. Solo sé que he disfrutado mucho con ella. Es una buena novela.
Emotiva, 'Golpes de luz' (Destino, 2021) nos cuenta a través de tres voces -abuela, hija y nieto-, como Julia, periodista, recién divorciada, regresa a Galicia con su hijo Sebas para cuidar de su madre. El niño cree que su abuela Luz es Thor porque nunca se separa de su martillo y, a pesar de todas las locuras que esta hace y todas las mentiras que dice, la adora. No obstante, para su madre, las cosas son distintas porque el regreso a la casa familiar le supone enfrentarse a muchos interrogantes, entre ellos, la desaparición de su padre treinta años atrás.
Los temas tratados en la novela, como ya pasara en su anterior obra, 'Infamia' (Destino, 2019), pueden resultar duros, son duros de hecho -el narcotráfico y sus consecuencias en los pueblos gallegos, a un lado y al otro; la locura, la violencia, los malos tratos, el abuso, la memoria-, pero están narrados con celo y delicadeza y, sobre todo, con sentido del humor. Me he reído mucho con esta novela. Tanto como he sentido angustia o ganas de llorar y/o gritar. Y esa mezcla, el del tipo de prosa y el de las tres voces narrativas, cada una con sus manías, su propia imagen de mundo y de la verdad que anhelan conocer, así como de la realidad que ven, es lo que hace que seamos capaces de creer en el martillo de Thor a pesar de saber que los golpes de Luz son otra cosa y no ocurrencia de dioses vikingos.
Una historia de aristas y con gran cantidad de grises que calan, nos empapan, y no porque la lluvia esté presente, ya que no es esta una novela de sombras o niebla, de tinieblas y oscuridad, más allá de la que esconden algunos secretos. Hay luz, la búsqueda de ella, la búsqueda de una verdad que hace de esqueleto -o de hilo conductor, si lo prefieren-, de una narración que, a mí me parece, en realidad, rebosa amor. Y esa verdad que se busca, ojo con esa verdad, consigue iluminar o apagar. Todo depende de la obsesión que origine. Este tema, el de la verdad, es una constante en la narrativa de Costas. Verdades que son como la carcoma y que si no son bien gestionadas, si no se envuelven de luz, necesaria luz, matan, pudren, poco a poco, por dentro y por fuera, sin prisa, todo lo que tocan.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión