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Emmanuel Pahud y la Orquesta de Cámara de París, ayer, en el Auditorio Príncipe. XXX
El flautista prodigioso

El flautista prodigioso

Emmanuel Pahud y la Orquesta de Cámara de París ofrecieron un magnífico concierto en el Auditorio Príncipe

RAMÓN AVELLO

GIJÓN.

Miércoles, 30 de enero 2019, 00:09

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Emmanuel Pahud debutó ayer en Oviedo junto a la Orquesta de Cámara de París bajo la dirección de Douglas Boyd, director titular desde 2015 de esta agrupación, que protagonizó un concierto elegante, equilibrado e impregnado de ese sentido del orden y la gracia, rasgos inequívocamente franceses.

Emmanuel Pahud es un flautista arrollador, extrovertido, brillante. Aunque parte de su carrera la hizo en Alemania, como primer flautista de la Filarmónica de Berlín, su formación, con Aurelio Nicolet, es exquisitamente gala. A una sonoridad vibrante, potente, añade esa ágil y natural elegancia bajo la que late una técnica instrumental sólida y una capacidad respiratoria prodigiosa. Tiene un ligado en el que parece que no necesita ni respirar y posee esa capacidad de los grandes flautistas de tocar los sonidos agudos muy pianos y los graves, potentes. La 'Fantasía sobre temas de La flauta mágica', compuesta por Robert Fobbes, es en realidad una transcripción para flauta y orquesta de dúos y arias de la última ópera de Mozart.

Estamos ante una obra de exhibición virtuosa, pero también de sutilezas y matices. La flauta parece escaparse de su registro propio para alcanzar las cimas agudas de 'La Reina de la Noche', subsumirse en las profundidades del aria de Sorastro o variar hasta el infinito en la melodía de Papageno.

Mayor complejidad tiene el 'Concierto para flauta y orquesta' de Jacques Ibert, composición de culto para los flautistas porque en los tres movimientos se sintetizan las cualidades musicales del instrumento. Gracia y ligereza y en el 'allegro' inicial; capacidad expansiva del canto, a la manera de las grandes melodías de Fauré, en el 'andante', y rigor y fuerza vibrante y emocional en el 'allegro scherzando'.

A pesar de los 'bravos' y del entusiasmo del público, en el que había muchos estudiantes de flauta, Emmanuel no regaló un bis al término del concierto. Sin embargo, en el descanso se fotografió con ellos, firmó programas y se mostró siempre afable.

La segunda parte la protagonizó exclusivamente la orquesta, con dos versiones muy aplaudidas de 'Le tombeau de Couperin', de Ravel, y la 'Sinfonía n.º 35, Haffner', de Mozart. Y, tras los aplausos, esta vez sí hubo bis: la obertura de 'El barbero de Sevilla', de Rossini.

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