Un viaje por la historia de la música y del violín

Éncara esta actuación «muy ilusionado» por hacerlo «en esta época de pandemia en que la música es necesaria y esencial para la sociedad», asegura. En estos tiempos de silencio y de teatros a medio gas, este músico quiere romper el letargo. «Pienso que enriquece mucho a la gente poder escuchar melodías en vivo».

Apasionado confeso del violín, interpretará en Gijón un repertorio «muy variado que abarca desde el siglo XVIII con Bach hasta el siglo XX con Ysaÿe. Eso se hará pasando por Pablo de Sarasate y por Beethoven», explica. Un programa con el que Torre intenta y consigue «tocar todos los estilos» para llevar al público a sumergirse en «un viaje muy bonito por la historia de la música y, en especial, del violín».

Este músico lleva ya tres años estudiando en Estados Unidos, en Cleveland Institute of Music, con los prestigiosos profesores Ilya Kaler y Olga D. Kaler. Allí ha visto transformarse su manera de ver su arte. «América ha cambiado mi forma de entender la música y de disfrutar de ella. Allí soy muy feliz porque estoy conociendo un modo diferente de entenderlo todo», indica. Él llegó a Cleveland después de cuatro años estudiando en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde su carrera ya presagiaba un prometedor destino, pero necesitaba seguir progresando. «La diferencia cultural entre ambos países afecta también a la manera de concebir la música. En EE UU no solo recibo formación musical, sino que también me enseñan de manera intelectual».

Astronomía, psicología y matemáticas son algunas de las materias de las que se empapa en su día a día al otro lado del charco. «Toco muchos temas relacionados con la música, así me acerco a ella desde puntos de vista muy distintos», relata. Esas enseñanzas calan y consiguen que se suba al escenario con un concepto diferente de su trabajo. «El músico toca como persona, por eso es muy importante saber transmitir las emociones y saber hacerlas llegar al público».

Esta Navidad, Joaquín Torre ha vuelto a su Madrid natal para reencontrarse con su familia y allí está «preparando proyectos para el futuro» y ensayando, a destajo, para venir hoy al Jovellanos y brillar. «Estudio entre cinco y seis horas diarias. Es algo que necesita de un sacrificio, pero es una pasión y cuando alcanzas cierto nivel, tienes que dedicarle a la música las mejores horas del día», explica. Pese a los esfuerzos, considera «un placer» que su tiempo se lo robe su vocación. «Este concierto es muy importante para ir viendo llenarse de música los teatros», concluye.